Evitando el Pecado de la Duda
Asaf, un levita, era un cantante principal y líder de los adoradores corales del rey David; de hecho, se le atribuye la escritura de once de los Salmos. Era un amigo muy cercano de David y a los dos les encantaba estar juntos en la casa de Dios. Sin embargo, a pesar de su tremenda vocación y bendiciones, Asaf confesó: “En cuanto a mí, casi se deslizaron mis pies; por poco resbalaron mis pasos” (Salmos 73:2).
Ahora bien, sabemos que Asaf era un hombre de corazón puro que creía que Dios era bueno. De hecho, él comenzó su discurso en este salmo diciendo: “Ciertamente es bueno Dios para con Israel, para con los limpios de corazón” (73:1).
Sin embargo, en el siguiente verso, Asaf confiesa que casi se resbala. ¿Por qué declaró esto? Él menciona que vio prosperar a los malvados que lo rodeaban, mientras ignoraban los mandamientos de Dios y Asaf se habría preguntado fácilmente por qué Dios no “equilibró la balanza”, por así decirlo.
¿Alguna vez te has preguntado por qué se acumulan bendiciones para las personas que viven vidas incorrectas? Quizás hayas visto a un compañero de trabajo impío siendo recompensado en lugar de ti o un vecino inconverso adquirir cosas materiales, mientras tú luchabas por llegar a fin de mes.
Puede ser muy fácil para los cristianos que sufren caer en un pecado grave: el pecado de la duda. Ellos pueden pensar: “He estado viviendo bien, pero toda mi firmeza y diligencia para estudiar la Palabra de Dios, mis alabanzas y adoraciones, han sido en vano. A pesar de todo lo que hago, sigo sufriendo”.
Amado, es ahí cuando debes tener cuidado. Cuando te enfrentes a la prueba, cuando estés afligido o desanimado, debes guardar tu corazón para evitar deslizar hacia la duda. No dejes que tu fe o tu confianza se vean sacudidas. Dios sigue en el trono. Aparta tus ojos de tus pruebas y ponlos en el Señor mismo. Dios te ayudará a amarlo y a nunca caer en la incredulidad.
Asaf vio que casi deslizó, pero se aferró y proclamó: “He puesto en Jehová el Señor mi esperanza, para contar todas tus obras” (73:28). ¡Y tú puedes hacer lo mismo!