A FIN DE CONOCER A DIOS

David Wilkerson (1931-2011)

Dios le dio a Moisés una instrucción aterradora: “Anda, sube de aquí, tú y el pueblo que sacaste de la tierra de Egipto, a la tierra de la cual juré a Abraham, Isaac y Jacob, diciendo: A tu descendencia la daré; y yo enviaré delante de ti el ángel…pero yo no subiré en medio de ti, porque eres pueblo de dura cerviz, no sea que te consuma en el camino” (Éxodo 33:1-3).

El pueblo de Dios estaba completamente desenfrenado debido a la lujuria y la idolatría (ver Éxodo 32:25). El oro se había convertido en su dios y todo lo que ellos querían hacer era bailar, jugar y seguir sus apetitos lujuriosos. Sólo los hijos de Leví se pusieron del lado de la santidad de Dios.

El Señor ya no estaba en medio de ellos “no sea que los consuma”, pero, aun así, él les dijo: “Les daré lo que prometí”. Así que ellos podían reclamar todos sus derechos y la protección de Dios, pero no su presencia.

Hoy vemos lo mismo. Multitudes del pueblo de Dios se están moviendo en su búsqueda por los derechos prometidos, sin tener la presencia santa de Cristo, que convence de pecado.

Yo creo que nada podría ser peor que oír esto de parte del Señor “Vayan a una tierra donde fluye leche y miel, pero yo no iré con ustedes” (ver Éxodo 33:3).

Moisés quería algo más grande que una tierra que fluye leche y miel. ¡Él quería conocer y experimentar la presencia del Señor! “Para que te conozca, y halle gracia en tus ojos” (Éxodo 33:13). ¡No es de extrañar que este precioso siervo de Dios convenciera de pecado a su generación! No es de extrañar que hubiera tanta gloria en su rostro. Él sólo quería conocer al Señor, morar en su presencia.

Hoy, yo te animo a seguir el ejemplo de Moisés. Y que todos digamos juntamente con Pablo, cuyo corazón clamó: “A fin de conocerle” (Filipenses 3:10).