Hombres de otra clase
Cuando leo acerca de las hazañas de los santos del Antiguo Testamento, mi corazón arde. Estos santos estaban tan cargados por la causa del nombre de Dios, que hicieron poderosas obras que desconciertan la mente de la mayoría de cristianos hoy en día.
Aquellos santos de antaño eran como rocas en su negativa en ir delante sin una palabra de Dios. Y ellos lloraron y gimieron a veces por días por la condición descarriada de su casa. Ellos se negaban a comer, beber o lavar sus cuerpos. Ellos arrancaban mechones de pelos de su cuero cabelludo y sus barbas. El profeta Jeremías inclusive se recostó de costado en las calles de Jerusalén por 365 días, continuamente advirtiendo del juicio venidero de Dios.
Me pregunto ¿De donde estos santos obtuvieron la autoridad espiritual y la fuerza para hacer todo lo que ellos hicieron? Ellos eran hombres de una clase diferente, siervos de un tipo totalmente diferente de aquellos que nosotros vemos en la iglesia hoy. Simplemente no me puedo identificar con ellos y su andar. Yo sé que no soy totalmente de su clase. Y no conozco a un solo cristiano que lo sea.
Algo acerca de esto me inquieta. La Biblia dice que las proezas de los hombres del Antiguo Testamento fueron registradas como lecciones para nosotros: “Estas cosas les acontecieron como ejemplo y están escritas para amonestarnos a nosotros a quienes han alcanzado los fines del siglo” (1Corintios 10:11). Sus historias son como ejemplos, para mostrarnos como mover el corazón de Dios, o como llevar a un pueblo corrupto al arrepentimiento.
Así que, ¿Fueron estos santos una raza especial? ¿Eran superhombres, con un destino predeterminado, dotados con poderes sobrenaturales desconocidos para nuestra generación? De ninguna manera. La Biblia declara enfáticamente que nuestros piadosos ancestros eran personas como tú y yo; sujetas a las mismas pasiones de la carne (vea Santiago 5:17). El hecho es que, sus ejemplos nos revelan un patrón a seguir. Estos hombres poseían algo en sus caracteres que causaba que Dios pusiera su mano sobre ellos. Por eso Dios los escogió para cumplir sus propósitos. Y él nos insta a buscar la misma calidad de carácter hoy.
Estoy inquieto por otra diferencia entre estos hombres del pasado y la mayoría de los cristianos de hoy. Vivimos en la época más perversa de la historia. Nuestra presente generación es muchas veces peor que aquélla de Ninive o Sodoma. Nosotros tenemos la cerviz mas endurecida que el antiguo Israel, más violentos que en los días de Noe. Si hubo un tiempo cuando el mundo necesita santos de una fe intensa, es ahora. Y creo que Dios esta buscando la misma clase de siervos devotos hoy. Él esta buscando hombres y mujeres quienes se esforzarán por conocer su corazón, hacer proezas poderosas en su nombre, y traer sociedades enteras de vuelta a él.
Piénsalo: ¿Por qué Dios levantaría hombres de profundo quebrantamiento y búsquedas santas en tiempos pasados, y sin embargo descuidar de hacer lo mismo hoy? ¿Por qué el arbitrariamente dejaría a la generación mas necesitada en la historia, sin voces santas? Sabemos que Dios no ha cambiado. El es el mismo, ayer, hoy, y por todos los siglos (vea Hebreos 13:8). Y servimos al mismo Señor como aquellas generaciones pasadas. Así que, ¿donde están los siervos intensos hoy quienes llevaran su carga y hablaran por su causa?
Finalmente, lo que más me inquieta es que nosotros poseemos algo que aquellos hombres santos no poseyeron. En estos últimos días, el Señor ha derramado sobre nosotros el don del Espíritu Santo. Por lo tanto, nuestra generación tiene acceso a más poder ayudador y dones celestiales que nunca. En resumen, nos ha dado todo lo que necesitamos para levantarnos como hombres de otra clase. Y Dios esta llamando a tales siervos a salir y ser apartados.
La pregunta para nosotros es, ¿Por qué Dios tocó y ungió a estos hombres en particular tan poderosamente? ¿Por qué sus ministerios fueron capaces de cambiar los destinos de naciones enteras? La Biblia revela como estos “hombres de otra clase” se hicieron tan embelesados con el Señor y con su causa. Y esto expone como sus sendas pueden ser seguidas por cualquier siervo de Dios.
La Escritura dice que Esdras fue un hombre que tenía la mano de Dios sobre él. Esdras testifico, “…Y yo, fortalecido por la mano de mi Dios sobre mí,” (Esdras 7:28). En otras palabras, Dios extendió su mano, envolviendo a Esdras y lo hizo un hombre diferente.
¿Por qué Dios haría esto con Esdras? Había cientos de escribas en Israel en ese tiempo. Todos ellos tenían el mismo llamado a estudiar y a exponer la palabra de Dios al pueblo. ¿Qué separo a Esdras de los otros? ¿Qué hizo que el Señor pusiera su mano en este hombre, y le diera cargo sobre 50,000 personas para reedificar la ciudad caída de Jerusalén?
La Escritura nos da la respuesta “Esdras había preparado su corazón para inquirir la ley de Jehová y para cumplirla” (Esdras 7:10). Es simple: Esdras hizo una decisión consciente. Él determina por encima de todo escudriñar la Palabra de Dios y obedecerla. Y el no se desvió de esa decisión. El se dijo a sí mismo, “Voy a ser un estudiante de la Palabra. Y voy a aplicar todo lo que lea.”
Esdras no tuvo alguna experiencia sobrenatural que le dio un amor por las Escrituras. El no fue movido por el Espíritu de Dios en la noche ni le fue dicho, “Tú vas a guiar a 50,000 al arrepentimiento y hacer mi obra. Y para hacer eso, vas a necesitar poder, fuerza, pureza, y autoridad espiritual. Sin embargo, esto solo viene conociendo y obedeciendo mi Palabra. Así que para cumplir mi plan para ti, voy a dotarte con amor por las Escrituras. Mañana, tú despertarás con un hambre insaciable para estudiar y obedecer y mi Palabra.”
Esa fue la forma en que ocurrió eso, de ninguna manera. Mucho antes que Dios pusiera su mano sobre Esdras, este hombre era diligente en escudriñar las Escrituras. Él permitió ser examinado, lavado por ella y limpiado de toda inmundicia de cuerpo y de espíritu. Como resultado, Dios vio en Esdras a un hombre que estaba saturado de la Palabra. Esdras tenía hambre de las Escrituras y se regocijaba en ellas. En resumen, él permitió que las Escrituras prepararan su corazón para cualquier obra de Dios para él. Esta es la razón por la cual Dios puso su mano sobre Esdras y lo ungió.
Como Esdras, David era un “hombre de otra clase” que cambio el curso de su nación. Y como Esdras, David saturó su corazón en la Palabra Dios. Él escribió el Salmo 119, el cual contiene 176 versos, casi cada uno de ellos exaltando la gloria de la palabra de Dios: “En mi corazón he guardado tus dichos para no pecar contra ti… Me regocijaré en tus estatutos; no me olvidare de tus palabras… ¡Oh, cuanto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación… Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino… sumamente pura es tu palabra, y la ama tu siervo” (119:11, 16, 97, 105, 140).
“Y publique ayuno… para afligirnos (humillarnos) delante de nuestro Dios, para solicitar delante del camino derecho para nosotros, y para nuestros niños, y para todos nuestros bienes” (Esdras 8:21).
A estas alturas, Esdras estaba guiando a la congregación de vuelta a Jerusalén. El camino iba a ser peligroso, lleno de ladrones, rateros, y asesinos. Así que el rey de Persia ofreció enviar una tropa para que fueran con ellos. Pero Esdras no aceptó su oferta. En cambio, él testificó al rey, “La mano de nuestro Dios es para bien sobre todos los que le buscan: Más su poder y su furor contra todos los que le abandonan.” (8:22).
La respuesta de Esdras nos dice varias cosas sobre la forma de pensar de un “hombre de otra clase.” Primero, Esdras confirma otra vez que la mano de Dios no solo esta sobre unos pocos destinados. El Señor extiende su toque a todos los que determinan buscarle: “la mano de nuestro Dios es para bien sobre todos los que le buscan.” (Cursivas mías).
Segundo, Esdras le dice al rey, ‘El furor (de Dios) contra todos los que le abandonan.” Él estaba diciendo, en esencia, “Gracias por su oferta, rey, pero nosotros servimos a un Dios poderoso. Él es capaz de preservarnos a través de cada aspecto de la obra a la cual nos ha llamado a cumplir.” Esdras tenia un sentir tan fuerte acerca de esto, que la Escritura dice que el estaba realmente “avergonzado de pedir al rey tropa de gente a caballo que os defendiesen del enemigo en el camino” (8:22).
Finalmente, Esdras mandó al pueblo a ayunar. Esto nos dice que el no estaba diciéndole a la gente que aceptara las promesas de Dios por fe. El no solo dijo, “Tenemos que confiar en la Palabra Dios que él nos protegerá. Mientras tanto, sigamos adelante.”
No, según Esdras, había algo más que hacer. Él estaba diciendo, “Si, creemos en la Palabra de Dios para nosotros. Pero ahora tenemos que ayunar y orar hasta que veamos que la palabra se cumpla. Y no vamos a dar un paso adelante hasta que esto ocurra.” Así que, la Escritura dice, “Ayunamos, pues, y pedimos a nuestro Dios sobre esto, y el nos fue propicio… y la mano de nuestro Dios estaba sobre nosotros, y nos libro de la mano del enemigo, del acechador en el camino” (8:23,31).
Esta misma calidad de carácter es encontrada a través del Antiguo Testamento. Moisés, Josué, los ancianos y profetas todos ayunaron y oraron. Ellos no solamente aceptaron la Palabra de Dios por fe. Ellos actuaron en ella en fe. Y eso no significa solo ir al azar, sino ayunar y orar primero, en total confianza para ver la Palabra de Dios cumplirse.
Este mismo patrón bíblico es destinado para nosotros hoy. El Ejército de Salvación fue fundado por el General Booth por medio de oración y ayuno. De la misma manera, nuestro propio Desafió Juvenil nació hace más de cuarenta años de la oración y ayuno. Lo mismo es cierto de un sinnúmero de ministerios que están prosperando hasta este día. El Señor llama a ayuno y oración a cualquiera que dispone su corazón a la causa de Dios.
Esdras y aquellos de su tipo lloraron y se regocijaron bajo la mano de Dios. Sin embargo, ¿Cómo fue que estos devotos hombres llegaron a esta condición? ¿Cómo llegaron a compartir el corazón quebrantado de Dios por lo pecados de su generación?
Hallamos la respuesta en el ministerio de Esdras. Una vez que el pueblo llego a Jerusalén, Esdras fue usado por Dios para traer un arrepentimiento profundo y radical. “Bendijo entonces Esdras a Jehová, Dios grande. Y todo el pueblo respondió: ¡Amen! ¡Amén¡ Alzando sus manos” (Nehemías 8:6).
Esdras luego leyó la Palabra de Dios al pueblo y “Todo el pueblo lloraba oyendo las palabras de la ley” (8:9). Sin embargo, tan pronto como el pueblo se había arrepentido, Esdras, les insto a regocijarse. “Dijeron a todo el pueblo… no os entristezcáis ni lloréis… no os entristezcáis; porque el gozo de Jehová es nuestra fortaleza” (8:9-10). Así que “todo el pueblo fue a comer y a beber, y a obsequiar porciones, a gozar de grande alegría, porque habían entendido las palabras que le habían enseñado” (8:12).
Yo te pregunto, ¿Por qué había allí regocijo? Fue porque un hombre ya había tomado la carga de compartir el acongojado corazón de Dios por el pecado de su pueblo. Esdras ya sabia de sus transgresiones, como se habían mezclado con paganos y habían tolerado sus abominaciones. ¿Cuál fue la reacción de Esdras a esto?
“Cuando oí esto, rasgue mi vestido y mi manto, y arranque el pelo de mi cabeza y de mi barba, y me senté angustiado en extremo… Me postre de rodillas, extendí mis manos a Jehová mi Dios, y dije: Dios mío, confuso y avergonzado estoy para levantar oh Dios mío, mi rostro a ti, porque nuestras iniquidades se han multiplicado sobre nuestra cabeza, nuestros delitos han crecido hasta el cielo… Porque no es posible estar en tu presencia a causa de esto.” (Esdras 9:3, 5-6,15).
Esdras fue sacudido hasta lo mas profundo de su ser una vez que vio la profundidad del pecado del pueblo. Sin embargo, ¿Cómo supieron cuan profundamente ellos habían herido el corazón de Dios? Era porque Esdras tenía una clara visión de la ira de Dios. La palabra de Dios era un martillo a su alma, haciéndole llorar, “Estoy avergonzado, tengo que ruborizarme en tu presencia por nuestros pecados.” Nadie puede experimentar esta clase de quebrantamiento que Esdras tuvo a no ser que haya sido martillado por la Palabra.
Lo mismo es cierto para cada amante de Jesús hoy. Si estamos saturados en su Palabra, conocemos personalmente el efecto de su martillo. Este cae y rompe cada roca de orgullo y mancha en nosotros. Y nuestros corazones terminan quebrantados por como nuestros pecados lo han herido. “¿No es mi palabra… como martillo que quebranta la piedra?” (Jeremías 23:29). Luego viene el verdadero gozo.
Hallamos estos mismos patrones bíblicos en la vida de Jeremías. Este hombre también dispuso su corazón para buscar al Señor, y la Palabra de Dios vino a él. Una y otra vez leemos del profeta, “Palabra de Jehová vino a Jeremías.”
Muchos comentaristas llaman a Jeremías el profeta llorón, y eso es ciertamente verdad de él. Pero este hombre también nos trajo el evangelio más feliz y digno de alabanza en todo el Antiguo Testamento. Después de todo, él predijo la gloria venidera del nuevo pacto: “Haré con ellos pacto eterno, que no me volveré atrás de hacerles bien” (Jeremías 32:40). “Y el alma del sacerdote satisfaré con abundancia, y mi pueblo será saciado de mi bien, dice Jehová.” (31:14). “Los limpiare de toda su maldad” (33:8).
Ahora, esas son buenas noticias. El Nuevo Pacto esta lleno de misericordia, gracia, gozo, paz y bondad. Pero, como puedes ver, hay una historia detrás de cada palabra de Jeremías aquí. Y esa historia incluye un quebrantamiento que va mucho más allá de la capacidad de un ser humano.
Jeremías escribió, “¡Mis entrañas, mis entrañas¡ Me duelen las fibras de mi corazón; Mi corazón se agita dentro de mí, no callare; Porque sonido de trompeta has oído, oh alma mía pregón de guerra” (4:19). “¡Oh alma, si mi cabeza se hiciere aguas, y mis ojos fuente de lágrimas, para que llore día y noche los muertos de la hija de mi pueblo!” (9:1).
Jeremías estaba llorando con lágrimas santas, que no eran suyas. En realidad, este profeta verdaderamente oyó a Dios hablar de su propio lloro y corazón quebrantado. Primero, el Señor advirtió a Jeremías que iba a enviar juicio sobre Israel. Luego él dijo al profeta: “Por los montes levantare lloro y lamentación, y llanto por los pastizales del desierto” (9:10). La palabra griega para lamentación aquí significa lloro. Dios mismo estaba llorando por el juicio que vendría sobre su pueblo.
Cuando Jeremías oyó esto, él compartió la carga del lloro de Dios por su pueblo. Y también he conocido santos piadosos que han tomado esta carga. La hermana Basílea Schlink, la fundadora de la Iglesia Evangélica de la Hermandad de Maria en Alemania, fue una devota sierva de Cristo. Nos hicimos amigos a través de los años, y esta devota mujer parecía conocer de primera mano el llanto de la carga del corazón de Dios.
A menudo cuando yo visite el centro de ministerio de las hermanas y fui a la capilla y las encontré llorando. Ellas lloraban por muchas cosas, incluyendo el papel de su país en la matanza de Hitler a los judíos. Ellas lloraban por horas por tales transgresiones. Al principio, no podía comprender porque los creyentes escogieran llorar por horas en una sesión. Después comencé a aprender de la hermana las profundidades de la herida que Dios siente por nuestros pecados. Sus muchos escritos son conmovedoras expresiones de aquellas profundidades.
Yo también sentí algo de esta carga de llanto del Señor mismo durante un viaje de predicación reciente a las islas británicas. Mientras hablaba de la condición caída de la iglesia, un reportero británico me pregunto, “¿No tienes nada bueno que decir sobre la religión?”
Su pregunta me hizo pensar de la terrible condición de tanta gente joven de allí. Ellos están viviendo en las calles embriagándose en jaranas, drogándose, totalmente fuera de sí. Mientras tanto, la iglesia de Inglaterra esta “di-Santificando” iglesia tras iglesia; esto es, cerrando las puertas de las casas de adoración que estuvieron abiertas por siglos.
Cuando hable en la capilla Westminster, la iglesia del gran predicador E. Stanley Jones, la gente joven llenaba los balcones. Ellos estaban hambrientos de oír algo, cualquier cosa, que hable de la esperanza en Dios. Cuando yo di la invitación al final ellos fueron en torrente a las habitaciones de oración, llorando y lamentando por sus vidas quebrantadas y desesperadas. Una muchacha de dieciocho años tenía la mirada vidriosa mientras estaba en la línea de oración. Ella me dijo, Señor Wilkerson, no puedo llorar. La iglesia se ha llevado mi fe. No siento nada ahora.”
En esta escena y muchas otras como esta, yo fui vencido por un quebrantamiento, más allá de mi propio adolorido corazón. Era el llanto del corazón de Dios, diciéndome “David, si alguna vez yo necesite un profeta que llore por mi casa, es aquí y ahora.”
Así qué, ¿Qué ocurre cuando compartimos la carga de lloro del corazón de Dios? El Señor comparte con nosotros a cambio su misma mente y pensamientos; Jeremías testifica de esto. A él fue dado un conocimiento discernidor de sus tiempos que lo capacitaron para ver lo que se avecinaba. “Porque Jehová de los ejércitos que te planto ha pronunciado mal contra ti… y Jehová me lo hizo saber, y lo conocí; entonces me hiciste ver tus obras.” (Jeremías 11:17-18).
Cualquier santo quebrantado y saturado con la Palabra le será dado un sentido para discernir los tiempos. De hecho, muchos en la iglesia no fueron sorprendidos por los ataques del 11 de septiembre del 2001. Durante meses antes del desastre, la iglesia Times Square tuvo servicios de intercesión donde el llanto prevaleció, sin saber de donde venia el juicio. Pero nosotros fuimos conscientes de que el juicio venia. De la misma manera, yo creo que cada ministro piadoso que conoce el corazón lloroso de Dios también tuvo conciencia del juicio inminente.
Daniel fue también “un hombre de otra clase” que habla de ser quebrantado: Y volví mi rostro hacia Dios el Señor, buscándole en oración y ruego, en ayuno, cilicio y ceniza. Y ore a Jehová mi Dios e hice confesión” (Daniel 9:3-4). A cambio, Daniel fue capaz de discernir los tiempos, porque conocía el corazón de Dios. “…yo Daniel mire atentamente en los libros el número de los años de que hablo Jehová al profeta Jeremías” (Daniel 9:2). Además fue Daniel quien interpretó la visión de la roca cayendo de la montaña para aplastar todos los reinos del mundo.
¿Cómo llegó Daniel a este sendero de quebrantamiento, conocimiento y discernimiento? Esto comenzó con su estudio de la Palabra de Dios. Daniel permitió que las Escrituras se afirmarán completamente en él. Y él las cita a menudo y detalladamente, porque las había guardado en su corazón: “Como esta escrito en la ley…” (9:13).
En el capítulo 10, a este santo profeta le fue dada una visión de Cristo. “Y alce mis ojos y mire y he aquí un varón vestido de lino, y ceñido sus lomos de oro de Ufaz… y su rostro parecía como un relámpago, y sus ojos como antorchas de fuego… y el sonido de sus palabras como el estruendo de una multitud.” (10:5-6).
Ahora, había otros hombres con Daniel cuando él vio la visión. Y estos hombres tenían que ser creyentes. En su cautividad, Daniel había establecido una norma para si mismo de no asociarse con los malvados. Sin embargo estos creyentes que estaban con el ahora no eran “hombres de otra clase,” como Daniel. Así que cuando vino la visión aquellos hombres huyeron. “Y solo yo, Daniel, vi aquella visión, y no la vieron los hombres que estaban conmigo, sino que se apodero de ellos un gran temor, y huyeron y se escondieron.” (10-7).
La presencia santa de Dios había enviado a estos hombres a correr en temor. Y sabemos que solamente corazones llenos de pecados ocultos pueden causar tal temor de la presencia del Señor.
Esto me lleva a una palabra final sobre el asunto de ser un creyente “de otra clase.” He estado pensando mucho últimamente sobre el día cuando compareceremos delante del Señor, en el juicio. En ese día, vamos a estar de pie delante de Cristo ambos hombre y Dios. Como nosotros, Jesús camino en la tierra, hablo con otros hombres y fue tocado por todos los sentimientos humanos. Y ahora, mientras cada uno comparecerá delante de él, veremos inmediatamente, un brillo en su ojo o una mirada herida.
Pienso en las palabras de Samuel a Saúl: “Locamente has hecho; no guardaste el mandamiento de Jehová tu Dios que el te había ordenado, pues ahora Jehová hubiera confirmado tu reino sobre Israel para siempre. Mas ahora tu reino no será duradero. Jehová se ha buscado un varón conforme a su corazón,” (1Samuel 13:13-14).
Saúl estará allí aquel día, junto a nosotros. Me pregunto que le dirá el Señor en aquel entonces. ¿Será algo como lo siguiente?
“Saúl, déjame mostrarte lo que yo tenia en mente para ti. Tú hubieras sido un padre tierno para David. Y la nación que gobernaste hubiera estado sobre sus rodillas en humildad delante de mí. Tú hubieras ganado para Israel el respeto de las naciones a su alrededor. Y mi pueblo hubiera gozado de paz como un rió. Yo te hubiera dado honor y un nombre que hubiera tenido el mismo sello de Dios sobre él.
“Pero todo resulto diferente. Tú abortaste mis planes para ti, porque no tomaste mi Palabra seriamente. En cambio, permitiste que los celos, la amargura, y la falta de perdón te robaran todo. Saúl, mira lo que perdiste.”
“Pero todo resulto diferente. Tú abortaste mis planes para ti, porque no tomaste mi Palabra seriamente. En cambio, permitiste que los celos, la amargura, y la falta de perdón te robaran todo. Saúl, mira lo que perdiste.”
Querido santo, estamos viviendo en tiempos de vida y muerte ahora mismo. Y es tiempo de escoger entre el camino a la vida espiritual y la obediencia, o el camino de la muerte espiritual e hipocresía. Considera las palabras de Moisés: “A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición, escoge pues la vida, para que vivas tu y tu descendencia.” (Deuteronomio 30:19).
Te insto, dispón tu corazón hoy a buscar a Dios con toda diligencia y determinación. Luego ve a la Palabra con un amor y deseo siempre creciente. Ora con ayuno para quebrantamiento, para recibir su carga. Finalmente, confiesa y abandona todo lo que impide que el Espíritu Santo abra las bendiciones del cielo para ti. El camino de los “hombres de otra clase” esta abierto a todos; ¿Caminaras por él?