Huye de Una Comunidad Corrupta

Hay una frase popular utilizada por los pastores hoy en día. Un domingo cualquiera en las iglesias de los Estados Unidos, un predicador dice: “Los invito a comprometerse con la comunidad.” Hay libros sobre el tema de conectarse con la comunidad. Hay programas en Internet y sermones. Y suenan bien por que parece que estuvieran hablando de comunión y profundización de los lazos entre los seguidores de Cristo.

Sin embargo, a menudo lo que está detrás de la frase “comprometerse con la comunidad” es algo distinto. Como un autor dijo a los pastores: “A menos que la gente que entre por sus puertas se conecte con seis amigos más en seis meses, estarán fuera de la puerta.” Esto no es motivación para el evangelismo, sino más bien es solo para mantener el flujo de gente en aumento. Es muy distinto a los propósitos de Dios para la comunidad.

Los pastores piensan en la comunidad de otra forma. Ellos dicen que es el “pegamento” que une a la gente. Eso suena bien, después de todo, una iglesia desconectada no puede ser muy efectiva en la obra del reino de Dios. Pero cuando algunos pastores utilizan la palabra “pegamento,” ellos están preocupados de otra cosa. Les han dicho que el número de miembros de sus iglesias nunca crecerá si ellos no mantienen el número que tienen actualmente. Entonces, para mantener a la gente viniendo, ellos tienen que unirlos a través de “compromiso.”

Una vez más, el motivo no es la comunión como es referida en la Palabra de Dios. En lugar de ello, es “hacer crecer” una iglesia — para atraer más gente, es construir una mayor audiencia y mantener un flujo de fondos para mantener edificios y expandir programas.

No todos los pastores tienen estas motivaciones. Pero son severas tentaciones para cualquier ministro, especialmente hoy en día cuando las iglesias están disminuyendo. La mentalidad de crecimiento es una consecuencia del movimiento de “crecimiento de la iglesia” también llamado “igle-crecimiento” que comenzó en la década del 1980. Supuestamente ese movimiento había terminado, pero su influencia sigue reverberando.

No puedo imaginar a Pedro o Juan discutiendo este tipo de conceptos. Pedro predicaba con el poder del Espíritu Santo de tal modo que 3.000 personas fueron salvas en un solo día. No creo que haya pasado por su mente la pregunta: “¿Cómo podemos mantener estas personas a bordo?” Todos los presentes aquel día estaban conscientes de que habían experimentado un movimiento divino, santo y sobrenatural. Los ojos de la gente fueron abiertos a su necesidad de Jesús, se dieron cuenta de su pecaminosidad y buscaron a Dios con toda su alma. Y cuando el Señor los recibió, sus corazones fueron llenos de pasión, pues él puso su propio corazón dentro de ellos.

Amigo, cuando ves que el mundo ha enloquecido de pecado, tú quieres conocer los caminos de Dios, y quieres estar con otros que conozcan sus caminos. Esa es la verdadera comunidad — personas que se aman con la convicción y con el corazón de su verdadero Pastor.

Pero nada de esto puede ocurrir si estás envuelto en una comunidad corrupta.

Como predicador del evangelio de Cristo, les urjo a huir de cualquier comunidad que haya corrompido los estándares bíblicos.

Se cuidadoso con aquellos a quienes te unes. No te apresures a unirte a un estudio bíblico. Discierne los libros que leen y se inteligente respecto de tus amistades.

Tú puedes estar pensando “¿Hey, de donde viene esto Gary? ¿De pronto te has vuelto paranoico?” Entiendo que te hagas estas preguntas. Este no es el mensaje estándar que se recibe de la mayoría de los púlpitos evangélicos. De hecho, probablemente se diga lo contrario: que no seas tan rápido para juzgar a los demás. Pero no estoy diciendo que juzgues a los demás, sino que tú seas juicioso y te daré algunas importantes razones de por qué.

1°Reyes contiene una historia reveladora sobre un joven identificado solamente como “un varón de Dios.” Sin saber su nombre, aprendemos todo lo que necesitamos en un solo vers ículo: “He aquí que un varón de Dios por palabra de Jehová vino de Judá a Bet-el” (1°Reyes 13:1).

Este versículo hace que mi corazón lata fuerte. Aquí alguien estuvo seguro de una palabra de Dios — algo puro y sin adornos, real y confiable — y estaba destinado a atravesar el corazón de un pueblo que había caído en una condición tibia y relajada.

¿Cuántos de nosotros podríamos identificarnos con este hombre — como simplemente “un varón de Dios”? ¿Nuestros vecinos podrían mirarnos y decir “Allí va alguien distinto, que no está atrapado en las cosas como el resto de nosotros. Cuando hablo con él (o ella) hay consistencia entre lo que dice y lo que hace. Se puede decir que ella (o él) conocen algo de Dios.”

El rey Jeroboam acababa de cometer un horrible sacrilegio: “... y estando Jeroboam junto al altar para quemar incienso” (1°Reyes 13:1). Superficialmente esto suena como algo bueno. El rey de una nación viene a la iglesia para adorar a Dios y para presentar ofrendas. Pero el joven hombre de Dios sabía que esto era distinto. Él respondió así:

“Aquél clamó contra el altar por palabra de Jehová y dijo: Altar, altar, así ha dicho Jehová: He aquí que a la casa de David nacerá un hijo llamado Josías, el cual sacrificará sobre ti a los sacerdotes de los lugares altos que queman sobre ti incienso, y sobre ti quemarán huesos de hombres. Y aquel mismo día dio una señal, diciendo: Esta es la señal de que Jehová ha hablado: he aquí que el altar se quebrará, y la ceniza que sobre él está se derramará” (13:2-3).

Esta es una profecía misteriosa, pero claramente horrible. Y no le gustó al rey. A continuación leemos que Jeroboam: “...oyó la palabra del varón de Dios, que había clamado contra el altar de Bet-el, extendiendo su mano desde el altar, dijo: ¡Prendedle! Mas la mano que había extendido contra él, se le secó, y no la pudo enderezar. Y el altar se rompió, y se derramó la ceniza del altar, conforme a la señal que el varón de Dios había dado por palabra de Jehová” (13:4-5).

Cuando el rey fue tras el hombre que había profetizado, su mano se secó. Eso fue sobrenatural, pero la escena contiene una verdad poderosa: El Señor secará la mano de cualquiera que la mueva en su propia autoridad llamándolo como obra de Dios. Eso es señal de una comunidad corrupta y tal obra se secará tal como la mano de Jeroboam.

El rey se dio cuenta que era Dios quien había intervenido, y se estremeció por completo. En estado de shock, “Entonces respondiendo el rey, dijo al varón de Dios: Te pido que ruegues ante la presencia de Jehová tu Dios, y ores por mí, para que mi mano me sea restaurada. Y el varón de Dios oró a Jehová, y la mano del rey se le restauró, y quedó como era antes” (13:6). Jeroboam estuvo tan agradecido que invitó al varón de Dios a su casa con él. Pero el joven hombre de Dios respondió: “...Aunque me dieras la mitad de tu casa, no iría contigo, ni comería pan ni bebería agua en este lugar. Porque así me está ordenado por palabra de Jehová, diciendo: No comas pan, ni bebas agua, ni regreses por el camino que fueres” (13:8-9).

Amo la obediencia de este hombre. Él no escogió un camino que podría haberle hecho la vida más confortable. Él es un ejemplo de alguien que elige el camino de Dios por sobre el falso atractivo de una comunidad corrupta.

Los falsos maestros nos prometen que podemos seguir los caminos del mundo y además vivir una vida de fidelidad a Cristo.

Es fácil identificar los caminos corruptos del mundo. Es mucho más difícil identificar la corrupción en lugares espirituales donde no esperas encontrarla. Ahí es donde es más peligrosa.

El joven varón de Dios había hecho todo de acuerdo a la palabra de Dios hasta ese momento. Pero de camino a casa — en el camino que Dios le mandó tomar — él encontró a un profeta más viejo.

“Entonces (el profeta viejo) le dijo: Ven conmigo a casa, y come pan. Mas él respondió: No podré volver contigo, ni iré contigo, ni tampoco comeré pan ni beberé agua contigo en este lugar. Porque por palabra de Dios me ha sido dicho: No comas pan ni bebas agua allí, ni regreses por el camino por donde fueres. Y el otro le dijo, mintiéndole: Yo también soy profeta como tú, y un ángel me ha hablado por palabra de Jehová, diciendo: Tráele contigo a tu casa, para que coma pan y beba agua. Entonces volvió con él, y comió pan en su casa, y bebió agua” (13:15-19).

Aquí hay una circunstancia diferente a la invitación del rey Jeroboam. Este joven profeta se sintió inclinado a oír al viejo profeta, que era un hombre con un ministerio y algunos seguidores que habían estado junto a él por algún tiempo. Esto hizo la tentación mucho más sutil, y en este caso, él desobedeció a Dios.

Nota la frase que utilizó el viejo profeta para tentarlo: “Un ángel me dijo por palabra del Señor...” ¿Te recuerda esto cierto pasaje de la Biblia? Pablo advierte: “Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema” (Gálatas 1:8).

Las palabras de los líderes cristianos llevan mucho peso y así la oyó el joven profeta de Dios. El viejo profeta le aseguró: “No tienes que seguir tu camino teniendo hambre. Ya hiciste tu trabajo. Sería legalista permanecer en ese rígido estilo de obediencia. Es hora de relajarse un poco.” Esto es actualmente el tenor de muchos predicadores. Escuchamos muy pocos sermones relacionados con una vida en santidad. Dime ¿cuándo cambió Dios el camino que su pueblo debe andar?

el camino del mundo: “No podéis beber la copa del Señor, y la copa de los demonios; no podéis participar de la mesa del Señor, y de la mesa de los demonios” (1°Corintios 10:21).

No fue el mundo caído el que enredó a este joven piadoso en el pecado. Fue una iglesia corrupta — un falso profeta que se había desviado del camino de Dios. Que tragedia: el joven profeta tenía tal autoridad espiritual que sus palabras hicieron que la mano del rey se secara. Pero fue descarriado por las suaves palabras de un supuesto líder piadoso.

La siguiente escena es trágica: “Y yéndose, le topó un león en el camino, y le mató...” (1°Reyes 13:24). A través de las Escrituras, desde Ezequiel hasta el Nuevo Testamento, los falsos maestros son descritos como lobos rapaces listos para matar y devorar. Este joven murió de forma literal pero la lección para nosotros es espiritual: El engaño de una comunidad espiritual corrupta lleva a la destrucción.

No escuches a falsos maestros que te hagan creer que Dios puede ser usado como un genio para concederte deseos. No pongas ni un centavo en una iglesia que te ofrezca la esperanza de obtener más dinero por ello. Dios está afligido por esa clase de enseñanza maligna y por los feligreses que la abrazan. Nuestra oración no debe ser: “Señor, bendiceme” sino más bien, “Señor, alineame, vuelve justo mi corazón, endereza mi camino. Entonces ningún león podrá cazarme y tendré autoridad para hacer la obra de tu reino.”

Siempre es mejor huir de la corrupción antes que llegue a suceder. Una y otra vez en la Biblia vemos a Dios sacando a su pueblo de situaciones corruptas. Cuando ordenó a Noé que entrara en el arca, estaba sacando a su siervo de un mundo corrupto. Cuando llevó a Israel a la tierra prometida, estaba sacándolos de la servidumbre opresora de Egipto.

Sin embargo, no solo un mundo caído o falsos líderes religiosos se corrompen. Finalmente, está el tema de nuestros propios corazones pecaminosos. Cuando los predicadores populares nos dicen: “Ustedes pueden tener una vida próspera hoy mismo,” algo dentro de nosotros quiere creerlo — especialmente si sentimos que nuestra vida ha sido decepcionante. Pero nuestro motivo para acercarnos a Dios no puede ser: “¿Puedo obtener algo de él?” Si esto es así, entonces estamos siguiendo al dios equivocado.

Yo no predico mensajes como este muy a menudo. Pero no puedo dar pie atrás de nada de lo que he escrito aquí. Amigo, huye de los estudios bíblicos que se hacen solo para hacerte sentir bien. Escapa de las relaciones que te llevan a profundizar en la búsqueda del placer y te alejan de la búsqueda de Cristo. Encuentra una comunidad de fe diferente si es que el trabajo de donde estás consiste en construir un edificio en vez de enseñarte a llevar a Jesús a todas partes. Corre y ten en cuenta que Dios estará complacido con tu obediencia. ¡Amen!

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