IGNORANTES DEL PODER DEL ESPÍRITU DE DIOS

David Wilkerson (1931-2011)

A menudo podemos poseer algo valioso sin apreciar plenamente su valor o importancia. Se cuenta la historia de un granjero que trabajó en su pequeña granja toda su vida, labrando el suelo rocoso año tras año. A su muerte, la granja pasó a su hijo, quien continuó arando el suelo, pero el hijo encontró una pepita con rayas doradas en el suelo. La tierra estaba llena de oro y al instante se convirtió en un hombre rico. Sin embargo, esa riqueza estaba perdida para su padre, aunque estuvo en la tierra toda su vida.

Así es con el Espíritu Santo. Muchos de nosotros vivimos en ignorancia de lo que tenemos, del poder que mora en nosotros. Algunos cristianos viven toda su vida pensando que tienen el Espíritu Santo, pero no lo han recibido verdaderamente en plenitud y poder. Él no está logrando en ellos la obra eterna para la cual fue enviado.

Algunos creyentes buscan al Espíritu Santo sólo cuando están en problemas y quieren que él manifieste su poder. Ellos esperan que él baje y arrase con sus problemas. Pero Pedro dice que eso no es verdad sobre el Espíritu. Según él, tenemos el tesoro dentro de nosotros: “Todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder” (2 Pedro 1:3).

En el río Jordán, Juan el Bautista les dijo a los fariseos: “Yo bautizo con agua; mas en medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis” (Juan 1:26). Esos líderes religiosos vieron a Jesús en la carne, y lo escucharon hablar, pero no entendían quién era él. Ellos no sabían acerca de su poder y gloria. Del mismo modo, Jesús le preguntó a su propio discípulo, Felipe: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe?” (Juan 14:9).

¿Cuánto tiempo has testificado que has sido lleno del Espíritu Santo? ¿Ha estado contigo muchos años y, sin embargo, realmente no lo conoces? Él es el aquél que nos lleva a través de los tiempos difíciles con un testimonio de gozosa resistencia. Nuestro mayor testimonio para el mundo es ser un cristiano que ha echado todas sus cargas sobre el Espíritu Santo.