Jesús Anhela Estar Cerca a Nosotros
“¿Quién de vosotros, teniendo un siervo que ara o apacienta ganado, al volver él del campo, luego le dice: Pasa, siéntate a la mesa? ¿No le dice más bien: Prepárame la cena, cíñete, y sírveme hasta que haya comido y bebido; y después de esto, come y bebe tú? ¿Acaso da gracias al siervo porque hizo lo que se le había mandado? Pienso que no. Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos” (Lucas 17:7-10).
Sabemos que el amo es Jesús y el siervo aquí representa a cada creyente. El sirviente trabaja duro todo el día y cuando termina, necesita alimento. Él espera oír a su amo elogiarlo por su arduo trabajo y ofrecerle comida para refrescarlo. Pero en cambio, el amo ordena: “Ponte el delantal y sírveme primero. Entonces puedes comer”.
A primera vista, este mandato parece duro y exigente, pero nada más lejos de la realidad. Lo que en realidad se está diciendo es: “Pon el reino de Dios primero y luego todo te será dado”. Ya les había dicho a sus discípulos: “Os he llamado amigos” (Juan 15:15). Y ahora él dice: “Ustedes son mis sirvientes, pero los llamo amigos. Y hay una necesidad en mí que sólo su amistad puede satisfacer. Sí, sé que has estado trabajando todo el día en el campo, pero quiero que te sientes a mi mesa. Hay muchas cosas en mi corazón que quiero decirte”. Esto debería cambiar tu forma de ver la comunión y revolucionar tu vida de oración.
Claramente, esta parábola trata sobre alimentar a Cristo y, evidentemente, nuestro Señor ve este acto como nuestro llamado más alto. Tú podrás objetar: “Pensé que nuestro mayor llamado era ir a los campos de cosecha a trabajar”. Ciertamente ese es un llamado alto, pero Jesús dice que no es el más alto. El “supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”, como Pablo lo menciona en Filipenses 3:14, es tener comunión e intimidad con Cristo.
Jesús dice: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo” (Apocalipsis 3:20). Debería sentirnos profundamente honrados de que Jesús quiera estar cerca de nosotros y hablar con nosotros.