JESÚS, NUESTRO MODELO A SEGUIR EN LA ORACIÓN
“Y saliendo, se fue, como solía, al monte de los Olivos; y sus discípulos también le siguieron. Cuando llegó a aquel lugar, les dijo: Orad que no entréis en tentación. Y él se apartó de ellos a distancia como de un tiro de piedra; y puesto de rodillas oró, diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Y se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle. Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra. Cuando se levantó de la oración, y vino a sus discípulos, los halló durmiendo a causa de la tristeza; y les dijo: ¿Por qué dormís? Levantaos, y orad para que no entréis en tentación” (Lucas 22:39-46).
Todos sabemos que Jesús entregó su vida a la oración. Del mismo modo, nosotros podemos estar seguros, como seguidores suyos, de que es su deseo hacer que cada uno de nosotros tenga la misma pasión por la oración.
El evento registrado en Lucas 22 ocurrió justo antes del último día de la vida de Jesús. Él podría haber estado encargándose de mil problemas, enseñando en lugares vitales o reuniéndose con los futuros líderes de la iglesia, pero no fue así. En lugar de ello, Jesús estuvo dando su tiempo, pasión y energía a la oración.
Tendemos a pensar que la oración es un adjunto a nuestras muchas demandas y agendas, pero para Jesús la oración era su agenda. Nada atraía su corazón como la comunión con el Padre y él quería que sus discípulos siguieran su ejemplo.
Jesús sabía que su tiempo era corto y quería modelar la oración a unos pocos discípulos suyos. Quería mostrarles cómo orar con seriedad, no sólo ocasionalmente. Quería que supieran realmente cómo buscar el reino de Dios, cómo interceder y cómo caminar seriamente con él.
Si eres un discípulo de Jesucristo, querrás que él sea tu modelo a seguir en la oración.