La Fe Nacida en Aflicción
La Biblia deja en claro que nuestras pruebas son orquestadas por Dios. Fue él quien permitió a los israelitas tener hambre y sed, a pesar de que siempre fue fiel a su Palabra y proveía milagrosamente a su pueblo. “Pidieron, e hizo venir codornices; Y los sació de pan del cielo. Abrió la peña, y fluyeron aguas... Porque se acordó de su santa palabra” (Salmos 105:40-42).
El Padre condujo a los hijos de Israel a pruebas terribles con un propósito específico: prepararlos para confiar en su santa palabra, ¿por qué? Porque estaba a punto de llevarlos a una tierra donde necesitarían absoluta confianza en sus promesas.
¿Cuántos cristianos han experimentado la liberación de Dios, sólo para luego, ser llevados rápidamente a un lugar de severas pruebas? El hecho es que toda verdadera fe nace en la aflicción y no puede ser obtenida de nosotros de ninguna otra manera. Cuando estamos en medio de una prueba y nos volvemos a la palabra de Dios, eligiendo vivir o morir por sus promesas, ¡el resultado es la fe! La fe crece de prueba en prueba, hasta que el Señor tiene un pueblo cuyo testimonio es: “Nuestro Dios es fiel”.
Sin fe, es simplemente imposible agradar a Dios. Tú podrás objetar: “Pero todo lo que estás hablando hasta ahora es el Antiguo Testamento. Vivimos en los días de la gracia”. Recuerda la Palabra de Dios en Hebreos: “¿Y a quiénes juró que no entrarían en su reposo, sino a aquellos que desobedecieron? Y vemos que no pudieron entrar a causa de incredulidad… Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo” (Hebreos 3:18-19, 12).
Cada vez que nos desanimamos en nuestra fe, tenemos que disciplinarnos para recordar todo lo que hemos atravesado de la mano de Dios. Debemos recordar los milagros que él ha provisto en nuestros tiempos difíciles y alegrarnos, sabiendo que él está complacido con lo que ha hecho.
“Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas” (Josué 1:9). ¡Elige hoy confiar en tu Padre celestial!