LA FORMA DE ESCAPAR
“Para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos” (2 Corintios 1:9). El apóstol Pablo escribió esas palabras cuando había tocado fondo. Él estaba diciendo, en esencia: “El Señor me trajo hasta el límite de toda ayuda humana. ¡Era un lugar de tal falta de esperanza que sólo el Dios del poder de la resurrección podía rescatarme!
A veces Dios permite que seas conducido hasta el límite de tus fuerzas, hacia un profundo sufrimiento, de modo que pierdas toda confianza en tu capacidad para salvarte a ti mismo. ¡Qué maravilloso lugar donde estar, al límite de tus fuerzas! Pero no suena tan maravilloso, ¿verdad? Especialmente en una cultura que ha sido alimentada a cucharadas con el concepto de autosuficiencia. Tenemos innumerables volúmenes escritos sobre cómo manejar los problemas, la soledad, el dolor y la tentación. Pero todo está enfocado en nuestra carne, en nuestra capacidad para salir de nuestras dificultades por nuestros propios medios.
Amado, ¿cuántas veces has tratado de resolver todos tus problemas por ti mismo? Tal vez has sido inundado con tentaciones que te abrumaron hasta el punto en el cual gritaste: “Oh, Dios, sabes que te amo con todo mi corazón pero estoy siendo muy tentado. Detesto esto, Señor. ¡Simplemente no entiendo!”
Aprendí una preciosa lección a través de todas mis pruebas: ¡Encontré la forma de escapar! “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar” (1 Corintios 10:13).
¿Cuál es esta forma de escapar? Es llegar al final de tu propia fuerza y tornarte absolutamente a Dios. Es decir: “Ya no confío en mí mismo. Dios, he puesto todo sobre ti y confío plenamente en ti. ¡Sé que acabarás con mi sufrimiento en tu tiempo y a tu manera!”