La Fuerza Prometida Por Dios Para Ti
A menudo, la gente se pone en contacto con nuestro ministerio y dice: “No tengo a nadie con quien hablar, nadie con quien compartir mi carga, nadie que tenga tiempo para escuchar mi clamor. Necesito a alguien a quien pueda abrirle mi corazón”.
El rey David estaba constantemente rodeado de gente. Estaba casado y tenía muchos compañeros a su lado. Sin embargo, escuchamos el mismo clamor por parte de él: “¿A quién iré?” Está en nuestra naturaleza querer que otro ser humano, con rostro, ojos y oídos, nos oiga y nos aconseje.
Cuando Job se sintió abrumado por sus pruebas, él clamó de dolor: “¡Quién me diera quien me oyese!” (Job 31:35). Él lanzó este grito mientras estaba sentado ante sus supuestos amigos. Esos amigos no se compadecían de sus problemas; de hecho, eran mensajeros de la desesperación.
Job se dirigió únicamente al Señor: “Mas he aquí que en los cielos está mi testigo, y mi testimonio en las alturas… ante Dios derramaré mis lágrimas” (Job 16:19-20).
David instó al pueblo de Dios a hacer lo mismo: “Esperad en él en todo tiempo, oh pueblos; Derramad delante de él vuestro corazón; Dios es nuestro refugio” (Salmos 62:8).
Con el tiempo, el sufrimiento nos llega a todos; y ahora mismo multitud de santos están encadenados por aflicciones. Sus circunstancias han cambiado su gozo en sentimientos de impotencia e inutilidad. Muchos se preguntan en su dolor: “¿Por qué me está pasando esto? ¿Dios está enojado conmigo? ¿Qué hice mal? ¿Por qué no responde él, a mis oraciones?”
Yo creo en mi corazón que esta palabra es una invitación del Espíritu Santo para que encuentres un lugar privado donde frecuentemente puedas derramar tu alma al Señor. David “derramó su queja”, y tú también lo puedes hacer. Puedes hablarle a Jesús acerca de todo: tus problemas, tu prueba actual, tus finanzas, tu salud y decirle lo abrumado que estás, incluso lo desanimado que estás. Él te oirá con amor y simpatía; y no despreciará tu clamor.
Dios respondió a David. Respondió a Job. Y durante siglos ha respondido al clamor del corazón de todos los que han confiado en sus promesas. Él ha prometido escucharte y guiarte. Él se ha comprometido bajo juramento a ser tu fortaleza, para que puedas acudir a él y salir renovado.