La Hora que para el Hombre es de Oscuridad es la Hora del Poder de Dios

En Juan 2, Jesús y sus discípulos fueron invitados a una cena de bodas en Caná. Evidentemente, la familia del Señor también recibió la invitación, porque la madre de Jesús estaba ahí. María vino a él con una petición: “A los anfitriones se les ha acabado el vino.”

 

La respuesta de Jesús a su madre parece un poco extraña. Él le dijo a ella, “Mi hora aún no ha llegado.”  

 

¿Cuál era esta “hora” a la cual Jesús se estaba refiriendo? No estaba hablando acerca del momento de oscuridad que enfrentaría tres años después, antes de su crucifixión. En ese momento Jesús ciertamente dijo, “Mi hora ha llegado.”

 

Pero aquí en Caná estaba hablando de una hora diferente. El hecho es, el ministerio de Cristo apenas estaba comenzando. A esto es a lo que se estaba refiriendo cuando le dijo a su madre que su hora aún no había llegado. Efectivamente, poco después realizó un milagro; convirtió seis grandes tinajas de agua en vino.

 

Déjame preguntarte: ¿Alguna vez te has preguntado por qué Jesús se esperó para hacer este milagro? Esperó hasta que cada botella estuviera seca, cada vaso vacío, aún hasta que el anfitrión preocupado se retorciera las manos.

 

Te comenté que Jesús, intencionalmente esperó en la boda hasta que todos los recursos humanos se agotaron. Esperó hasta que nada pudiera solucionar el problema excepto un milagro. Solo entonces fue la hora que Jesús llamó "mi hora" en este pasaje.

 

Aquí hay una verdad importante para cada creyente: La hora del poder de Cristo es manifestada en el punto mismo de nuestra impotencia.

 

Yo creo que Jesús les estaba dando a sus discípulos — y a la Iglesia que iba a venir — un sermón ilustrado. Nuestro Señor nunca hizo algo o dijo alguna palabra que no tuviera un significado eterno. Todo lo que la Escritura registra acerca de Él apunta a la naturaleza inmutable y las obras de Dios. Y hay un principio divino que se nos quiere decir en esta escena en Caná.

 

La “hora” de Jesús tuvo que ver con algo que estaba sucediendo en el banquete. Esto es, su hora de poder viene cuando no queda nada de vino en nuestras botellas — cuando no tenemos soluciones, cuando todos nuestros esfuerzos humanos son en vano — y solamente un milagro puede resolver nuestro problema.

 

Encontramos este principio en acción a través de la Biblia: En la hora más oscura del hombre, el Señor tiene una historia de manifestación de su poder. Cuando llegamos a los límites de nuestra inteligencia, Dios ya tiene preparada una gran obra de liberación en nuestro beneficio.

 

La Escritura nos da abundantes ejemplos de este principio. Encontramos dos ejemplos en Jueces, un libro que contiene algunos de los periodos más oscuros de la historia del Israel antiguo.

 

En una hora oscura, Dios tuvo una maravillosa liberación preparada para su pueblo a través del humilde Gedeón.

 

Jueces 6 encuentra a Israel en un periodo de terrible empobrecimiento. Año tras año el pueblo de Dios fue entregado indefenso a un enemigo merodeador que los mantuvo en pobreza. Cuando los crueles madianitas arribaron, el pueblo de Dios huyó a los montes buscando seguridad, escondiéndose en cuevas. Mientras tanto su enemigo robó sus cosechas y rebaños y destruyó todo lo que ellos habían construido. Dejaron a Israel absolutamente sin sustento.

 

Qué hora de oscuridad! Y la condición de empobrecimiento de Israel continuó año tras año. Esto habla de su muerte espiritual. Su clamor era, “Ah, señor mío, si Jehová está con nosotros, ¿por qué nos ha sobrevenido todo esto? ¿Y dónde están todas sus maravillas…?” (Jueces 6:13).

 

Pero era en esta hora oscura que Dios manifestó su poder en beneficio de su pueblo. Es un hecho que el Señor realizó su liberación escogiendo al hombre más pobre de la familia más pobre de la tribu más pobre en Israel: Gedeón.

 

Probablemente estás familiarizado con el resto de la historia. Dios mandó un ángel a Gedeón. Junto con otros trescientos hombres, usando únicamente trompetas y antorchas, rompieron el poder de los madianitas. ¡Israel fue liberado maravillosamente!

Su hora de oscuridad se convirtió en la hora del poder de Dios.

 

 Encontramos el mismo principio en acción en la historia de Débora.

 

Jueces 4 nos dice, “Y Jehová los vendió (a Israel) en mano de Jabín (el) rey de Canaán” (Jueces 4:2). Por el pecado sin control, Israel cayó en oscuridad por veinte años. Durante ese tiempo el pueblo de Dios fue oprimido con fuerza. Sin embargo la misma hora de oscuridad para ellos se convirtió en la hora del poder manifiesto Dios.  

 

Cuando Israel hubo llegado al final de toda esperanza, Dios avivó a una profetisa llamada Débora. Esta mujer vio claramente a través de la oscuridad de esa hora. Todos en Israel se quejaban con miedo excepto esta mujer de Dios. La Escritura dice que ella “acostumbraba sentarse bajo la palmera… en el monte de Efraín” (4:5), donde ella realizaba reuniones al aire libre para animar al pueblo.

 

Débora proclamaba. “Levántate, porque este es el día en que Jehová ha entregado a [el enemigo] Sísara en tus manos. ¿No ha salido Jehová delante de ti?… Y la mano de los hijos de Israel fue endureciéndose más y más” (4:14, 24).

 

Débora rechazó dejar que la oscuridad la abrumara. Ella sabía que Dios nunca es sorprendido por la oscuridad de los tiempos. Así que ella habló fe al pueblo de Dios, llamando a esa hora oscura en la historia la hora misma de la liberación de Dios.

 

Otro ejemplo ocurre sucede con el rey Josafat cuando el pueblo de Dios estaba bajo un severo ataque.

 

 

En Segunda de Crónicas leemos que Josafat recibió un mensaje atemorizante “Contra ti viene una gran multitud del otro lado del mar, y de Siria… Entonces él tuvo temor; y Josafat humilló su rostro para consultar a Jehová, e hizo pregonar ayuno” (2 Crónicas 20:2–3).

 

Aterrorizado, el rey de Israel convocó a una gran reunión de oración: “Y se reunieron los de Judá para pedir socorro a Jehová” (20:4). A medida que la gente se congregaba para buscar a Dios, Josafat oró, “Señor, no sabemos qué hacer. ¡Pero nuestros ojos están en ti!”

 

Aquí fue quizá la hora más oscura de Israel. Estaban enfrentando la aniquilación, sin modo de parar al enemigo invasor. ¿Cuál fue la respuesta de Dios a su pueblo en esa hora? “No temáis ni os amedrentéis delante de esta multitud tan grande; porque no es vuestra la guerra, sino de Dios” (20:15).

 

Cuando el pueblo escuchó esto, algo se movió dentro de ellos. Ellos habían oído una palabra del Señor. Ahora, durante la hora más oscura, fe se levantó en sus corazones ­— y ellos empezaron a alabar.

 

El Espíritu del Señor apareció en medio de la congregación. Y mientras las alabanzas del pueblo ascendieron al cielo, el Señor mandó a un poderoso ángel a emboscar al ejército entrante. ¡Un ángel de Dios sacó de su curso a un ejército entero!

 

En un solo momento, la victoria era de ellos. Lo que para el pueblo de Dios parecía una hora oscura, se convirtió en la hora de la liberación de Dios.

 
Isaías dirige este principio hacia el blanco cuando profetiza la aparición de Jesús en la tierra en los últimos días.

 

 

Isaías profetizó, “Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad las naciones; mas sobre ti amanecerá Jehová, y sobre ti será vista su gloria. Y andarán las naciones a tu luz, y los reyes al resplandor de tu nacimiento” (Isaías 60:2-3)

 

Esta profecía habla de los últimos días, un tiempo que comenzó cuando la luz — Jesucristo el Señor — entró en la densa oscuridad. Isaías estaba hablando de un resplandor ampliamente generalizado de la gloria de Cristo. Multitudes de todas partes del mundo pagano vendrían a esta luz.

 

Piensa en ello. No había un tiempo más oscuro en la historia que en el nacimiento de Jesús. El gran Imperio Romano se había convertido en una sociedad materialista, codiciosa e insaciable. Las perversiones sexuales abundaban, y la embriaguez y la glotonería eran la norma. Se han escrito libros acerca de los pecados vulgares que derribaron al Imperio Romano. De hecho, el mundo entero de ese tiempo estaba cubierto de oscuridad.

 

Durante aquel tiempo unas horribles tinieblas habían caído también sobre Israel. La hipocresía gobernaba. Los sacerdotes les quitaban con violencia sus casas a las viudas, y los menospreciados y sin educación despreciaban a sus supuestos líderes espirituales. En términos sencillos, los ciegos estaban guiando a los ciegos.

 

Fue en esta densa oscuridad que Jesús apareció como una luz brillante. Y nosotros sabemos que desde ese glorioso día, multitudes han venido a su luz. 

 

Puedes decir, “Pero mira alrededor hoy. Densa oscuridad aún cubre la tierra.” Sí — y en mi opinión, la presente hora es la peor en la historia de la humanidad. La oscuridad que se cierne sobre todas las naciones y pueblos, puede sentirse y es muy real. Amenaza nuclear, genocidio, el extendido tráfico sexual  — todo ello causa estragos en el corazón. ¿Puede haber alguna otra nube más oscura que la que está cubriendo ahora a la tierra?

 

Jesús es aún la luz del mundo. ¡Y mientras más densas son las tinieblas, más brillante es Su luz! Mientras Isaías veía la oscuridad de nuestro día, él clamó como Débora: “Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti” (Isaías 60:1).

 

Una vez más, en la hora más oscura del mundo, el Señor va a manifestar su poder. Y yo creo que Él va a cumplir esto sacando una importante cosecha de almas perdidas en los días por venir. Déjame darte tres razones de por qué veo esto pasar. 

 

Primero, hay un creciente testimonio del Espíritu Santo.

 

El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios” (Romanos 8:16). “Testificando Dios juntamente con ellos, con señales y prodigios y diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad (Hebreos 2:4). “Y nos atestigua lo mismo el Espíritu” (Hebreos 10:15).

 

Tú puedes preguntar, “¿Qué es lo que el Espíritu Santo da testimonio? El siguiente versículo nos lo dice: “Este es el pacto que haré con ellos después de aquellos días, dice el Señor: pondré mis leyes en sus corazones, y en sus mentes las escribiré (Hebreos 10:16). En términos sencillos, el Espíritu Santo es testigo de un derrame de misericordia sobre esta generación de estos últimos días.

 

“Y el Espíritu es el que da testimonio; porque el Espíritu es la verdad… El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo” (1 Juan 5:6, 10). El Espíritu Santo da testimonio de todas las obras y movimientos de Dios, para prepararnos para lo que está por hacer. En este momento la Iglesia está despertando de nuevo, mostrándonos que un soberano movimiento de Espíritu Santo debe venir. De entre estas tinieblas, el Espíritu va a levantar a Cristo y atraer multitudes hacia él.

 

También estamos experimentando un tiempo de oscuridad en la Iglesia. Algunas denominaciones están de acuerdo con matrimonios entre personad del mismo sexo y una generación entera de jóvenes se está apartando de Dios. Aún en estas horas tan oscuras, el Espíritu Santo está despertando a todo aquél que le busca. Si estás caminando en el Espíritu, escuchas el mismo testimonio del Espíritu que yo. Esto es: La hora que es de oscuridad para el hombre es la hora del derramamiento del Espíritu Santo. Siempre ha sido de esta manera, y así será ahora.

 

En esta hora de malas noticias, el Espíritu está dando testimonio de buenas noticias: “¡He reservado el mejor vino para el final! 

 

Segundo, un espíritu de oración se está apoderando del pueblo de Dios.

 

Justo ahora reuniones de oración están resurgiendo en iglesias a través de la ciudad de Nueva York. ¿Quién podría haber creído que esto pasaría en “La Ciudad del Pecado”? En Agosto de 2009, más de 50,000 creyentes se reunieron en Times Square para orar. Y conferencias cristianas en todo el mundo se están convirtiendo en reuniones de oración improvisadas.  

 

Cuando el Espíritu se mueve —cuando los pecadores están viniendo a Cristo, cuando el Espíritu da testimonio de que ahora es el tiempo de orar, cuando Dios hace una promesa y se empieza a mover — no puedes recostarte solamente y decir, “Dios lo ha prometido. Solamente lo voy a tomar por fe. Me recostaré y veré cómo Dios cumple con todo lo que dice.” ¡No! Cuando el Espíritu se mueve, es un tiempo para presionar con fervor y fe.

 

Cuando Daniel leyó la profecía de Jeremías, calculó que los setenta años de cautiverio de Israel habían llegado a su fin. Comprendió que Israel estaba a punto de ser liberado de Babilonia. ¡El pueblo de Dios estaba a punto de ser liberado!

 

Así que, ¿qué hizo Daniel? ¿Se sentó a esperar a que Dios se moviera, “tomándolo todo por fe”? ¡No! Daniel declaró, “Y volví mi rostro a Dios el Señor, buscándole en oración y ruego, en ayuno, cilicio y ceniza” (Daniel 9:3). Por supuesto él oró con abundante fe.

 

Esto es lo que el Espíritu Santo hace antes de cada gran mover del Señor: Nos llama a la oración ferviente. Y cada gran mover del Espíritu que sigue es sustentado por oración.

 

En la epístola de Judas, leemos de una generación de los últimos días entregada a la fornicación y a la sensualidad. Era un tiempo cuando el pueblo de Dios murmuró y se quejó. Judas profetizó de todo ello, “He aquí, vino el Señor con sus santas decenas de millares, para hacer juicio” (Judas 14-15).

 

Pero, ¿cómo estaba el pueblo de Dios preparado para esto? De acuerdo con Judas, “Pero vosotros, amados, edificándoos sobre vuestra santísima fe, orando en el Espíritu Santo” (20). En la hora más oscura, el pueblo de Dios debe siempre velar y orar.

 

Tercero, a esta generación se le ha acabado el vino y necesita un milagro.

 

El vino en la Biblia representa gozo y regocijo. “Y el vino que alegra el corazón del hombre” (Salmo 104:15). En el Nuevo Testamento, “vino nuevo” es figura del Espíritu Santo.

 

Mientras veo a la Iglesia hoy, veo vasijas de vino que están vacías. ¿Por qué? Como casi todo profeta bíblico ha dicho, " El pecado se lleva la alegría y la felicidad."

 

Ahora tengo una palabra para cada madre, padre y abuelo que ha orado mucho por su joven perdido: persiste. Jesús está mirando y esperando. Su hora en beneficio de tu hijo está por venir.

 

El hecho es, tu muchacho o muchacha pueden aún estar tomando del viejo vino de este mundo. Ellos no pueden dejar a sus viejos amigos. Ellos todavía abrigan daños de la iglesia, alimentando rencores y teniendo persistentes dudas. Pero las vasijas que contienen ese viejo vino están a punto de secarse. Sus amigos les fallarán y ellos serán vencidos por el vacío.

 

Cuando el momento venga — cuando todos sus esfuerzos hayan fallado — verás la hora del poder de Dios. Únicamente un milagro de su gracia puede traer verdadera liberación. ¡Dios mantendrá su palabra en ti!

 

A la luz de todo esto, ¿qué vamos a hacer?

 

María, la madre de Jesús, nos da la respuesta. En Cana, les dijo a sus discípulos, “Haced todo lo que os dijere.” Amados, el Señor te va a decir qué hacer. Él es el vino nuevo, la fuente de todo gozo y felicidad.  Y él te dirá lo que tienes que. ¡Lee su Palabra - y luego solamente hazlo!

 

Jesús nos dijo que trabajáramos cuando es aún de día. ¿Por qué? Porque la “noche viene, cuando nadie puede trabajar” (Juan 9:4).

 

En Apocalipsis 7, Juan describe a una multitud parada frente al trono de Dios, una multitud tan inmensa que nadie podía contarla. Esta multitud representa al pueblo de todas las lenguas y naciones, vestidas con túnicas blancas y todos alabando al Señor. Cuando Juan pregunta, “¿Quiénes son estas personas? ¿De dónde han venido?” se le dijo, “Estos son los que han salido de la gran tribulación.”

 

Amado santo, yo creo que somos la generación a la que se refiere Apocalipsis 7. Estamos viviendo en las horas más oscuras y todo lo que está alrededor de nosotros son grandes tribulaciones. Pero la luz aún está alumbrando con gran resplandor. De hecho, ¡mientras más oscura es la noche, más grande es Su luz!

 

Así como tú te esfuerzas en oración por tus seres queridos, y por un mundo cubierto de tinieblas, te quiero hacer recordar tu propia historia. Recuerda, en tu tiempo de adversidad alguien estaba ganando almas. Alguien dentro de la luz estaba orando por los perdidos. Alguien se estaba levantando sobre la oscuridad y proclamando a Cristo. Alguien creyó que Jesús derramaría el vino nuevo. Y esto ocurrió. ¡Tú viniste a la luz! Seguramente otros saldrán de las tinieblas a la luz.

 

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