La Luz de Dios lo Cambia Todo
“Por la mañana volvió al templo, y todo el pueblo vino a él; y sentado él, les enseñaba” (Juan 8:2).
La reputación de Jesús se había extendido por todas partes porque él pronunciaba palabras profundas y realizaba poderosas obras de Dios. Sin embargo, tan pronto como se reunió esta multitud de plebeyos, aparecieron los líderes religiosos.
“Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio; y poniéndola en medio, le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio.Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices?” (8:3-5). Estos líderes vieron a Jesús como una amenaza a su autoridad porque él exponía sus prácticas rígidas y auto justificadas e intentaban tenderle una trampa. (ver 8:6).
La escena se desarrolló dramáticamente. Jesús se agachó y escribió en el polvo con el dedo y, mientras ellos continuaban exigiendo una respuesta, él se puso en pie y dijo: “Muy bien, ¡que el que nunca ha pecado arroje la primera piedra!” Luego se agachó de nuevo y escribió en el polvo; y los acusadores se fueron escapando uno por uno.
“Enderezándose Jesús… le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más” (8:10-11).
Mientras Jesús desactivaba una situación altamente cargada, él aprovechó el momento para dar una de sus enseñanzas más famosas: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (8:12). ¡La luz de Dios en ese momento alteró todo!
Jesus transformed every heart present — what an amazing moment. The powerful love behind Jesús transformó cada corazón presente, ¡qué momento tan asombroso! El poderoso amor detrás de la gracia de Dios se reveló y, a los ojos de la multitud, fue un milagro que los transformó de inmediato. Jesús usó ese momento asombroso para enseñar sobre la cruz: “Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces conoceréis que yo soy, y que nada hago por mí mismo, sino que según me enseñó el Padre, así hablo… Hablando él estas cosas, muchos creyeron en él” (8:28-30).
Cada vez que actúas como lo hizo Jesús, extendiendo gracia a los marginados por el pecado, participas en una gran transformación. ¡Todo a través de la asombrosa gracia de nuestro Salvador!