La Medida de la Gloria de Dios

“Les dijo también: …con la medida que medís, os será medido, y aun se os añadirá a vosotros los que oís. Porque al que tiene, se le dará; y al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará.” (Marcos 4:24-25)

Jesús sabia que estas palabras podían sonar extrañas a oídos que no eran espirituales. Así que precedió su mensaje diciendo, “Si alguno tiene oídos para oír, oiga.” (Marcos 4:23). Él estaba diciéndonos, en esencia, “si tu corazón está abierto al Espíritu de Dios, entenderás lo que yo tengo que decirte.”

¿Qué, exactamente, está Jesús diciendo en este mensaje? El está hablando de la gloria de Dios en nuestras vidas – esto es, la presencia de Cristo manifestada. En pocas palabras, el Señor da de su gloriosa presencia en cantidades variadas tanto a iglesias como a individuos. Algunos no reciben nada de su gloria. Sin embargo, otros reciben una medida que va en aumento y que emana de sus vidas e iglesias en mayores y mayores cantidades.

Por ejemplo: ¿Has estado alguna vez en una iglesia donde percibiste una pequeña porción de la gloria de Dios? A lo mejor, experimentaste un destello durante la adoración o el sermón. Entonces fuiste a otra iglesia – y tan pronto entraste, fuiste abrumado por la gloria de Dios en ese lugar. Sentiste la presencia de Dios plenamente. Y sentiste convicción motivándote a remediar la falta de la gloria de Dios en tu vida.

Dios ha prometido derramar de su Espíritu en su pueblo en estos últimos días. Desde luego, que las escrituras señalan una iglesia triunfante llena de gloria al cierre de los tiempos. Jesús mismo dijo que las puertas del infierno no prevalecerán contra su iglesia. Así, que no importa cuán ferozmente Satanás enseñe sus dientes, él no podrá detener la obra de Dios. Jesús le ha quitado la mordida.

No estaremos cojeando hacia el cielo – golpeados, deprimidos, lloriqueando, derrotados y desanimados. No – nuestro Señor va a traer un poder mayor a su iglesia. Sin embargo, este poder no se manifestará solo en señales y prodigios. Más bien, será revelado en su pueblo – en la gloriosa transformación de los corazones tocados por el Espíritu de Dios.

El Señor ha repartido – o asignado – a cada uno de nosotros una medida de su Espíritu. Pablo escribe: “Pero a cada uno de nosotros ha dado la gracia conforme a la medida del don de Cristo” (Efesios 4:7). Solo a Jesús le fue dado el Espíritu Santo sin medida. “Porque el que Dios envió las palabras de Dios habla; pues Dios no da el Espíritu por medida.” (Juan 3:34). Sencillamente, Cristo tenía la llenura del Espíritu de Dios sin limites.

Por contraste, a nosotros se nos ha dado una medida del Espíritu de Dios, de acuerdo a su divina asignación. Pablo escribe: “Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que esta entre vosotros, que no tenga mas alto concepto de sí que el debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno.” (Romanos 12:3).

¿Cuál es la meta de Dios en medir su Espíritu –su gloria y presencia – a nosotros en distintas cantidades? Lo hace para un propósito: “hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida y estatura de la plenitud de Cristo”(Efesios 4:13).

Pablo esta diciendo dos cosas: Primero, si hemos de vivir a la manera de Dios – sobrios y con intensidad – nuestra meta debe ser tener una medida de su gloria que siempre este aumentando, hasta que entremos a la completa madurez en Cristo. Segundo, la medida de fe que se nos ha dado es para que sirvamos y suplamos al resto del cuerpo de Cristo. “De quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.” (Efesios 4:16).

Pablo esta haciendo aquí una declaración profunda. Esta diciendo que cada uno de nosotros es un miembro que funciona en el cuerpo de Cristo—una coyuntura aquí, un músculo allá. Siendo seres que dan vida, debemos suplir una medida de salud a otros miembros. Fuimos diseñados para ser la fuente de fe, amor, misericordia, gracia, gloria – todos destinados a producir un cuerpo mas fuerte y saludable.

Obviamente, la salud del cuerpo depende de la salud que cada uno tenga. Si uno de nosotros es bendecido, todo el cuerpo es bendecido. Así también, si un miembro peca, el cuerpo completo es afectado. Así que, cada uno de nosotros necesita la medida de la gloria de Cristo en aumento.

Déjame preguntarte: ¿cuánta salud – o sea, cuánta gloria y fe – estas supliendo al cuerpo de Cristo? ¿Estas aumentando el amor de Cristo en ti diariamente? Y, a la vez, estas supliendo fortaleza a otros miembros? ¿Tu estado de salud esta fortaleciendo al sistema inmune del cuerpo? ¿O has sido infectado por alguna enfermedad – algún deseo mundano que ha tomado posesión de ti y estás afectando al resto del cuerpo?

El Señor se esta preparando para derramar de su Espíritu en su pueblo en estos últimos días – para hacer cosas que nunca hemos visto, oído, o imaginado. Y yo quiero tener parte en eso. Quiero una medida mayor de su gloria en mi vida que jamás haya tenido. Y quiero ver la gloria de Dios llenar su iglesia con tanta intensidad que no se pueda contener.

Si tu mides con pereza y flojera – no tomando en cuenta su gran obra – tu recibirás un espíritu de sueño. “La pereza hace caer en profundo sueño y el alma negligente padecerá hambre.”(Proverbios 19:15). Como resultado, tu alma estará hambrienta e incapaz de ser saciada. “Un poco de sueño, cabeceando otro poco, poniendo mano sobre mano otro poco para dormir; así vendrá como caminante tu necesidad y tu pobreza como hombre armado.” (Prov. 24:33-34).

Isaías advirtió de “atalayas…soñolientos, echados, aman el dormir” (Isaías 56:10). Isaías no esta hablando aquí de sueño natural pero una falta de interés en las cosas de Dios. Esta describiendo a gente que no eran atentos al trabajo de Dios. Israel daba menos y menos de su tiempo al Señor, dándole solo pequeños momentos de devoción.

¿Por qué no quisieron una medida mayor de la gloria de Dios? Estaban escondiendo su pecado. Y ellos sabían que lo primero que hace la presencia de Dios es exponer la iniquidad. Así que le dijeron a Isaías: “No nos profeticéis lo recto, decidnos cosas halagüeñas, profetizad mentiras” (Isaías 30:10).

Lo que sucedió en Israel está sucediendo a la casa de Dios hoy en día. La mayor causa por la pérdida de la gloria de Dios en su iglesia no son las drogas, el alcohol o el sexo – es el espíritu de pereza. Multitudes de cristianos usan su tiempo para recrearse en deportes, teatros, compras y placeres de toda clase. Sin embargo, dedican a Dios una porción de su tiempo que se hace cada vez más pequeño.

Como los israelitas, este pueblo no quiere escuchar la palabra aguda de profecía. Están adictos a la prosperidad y a lo suave. Y su entusiasmo por las cosas de Dios está disminuyendo. Pasan horas al frente de su televisor dejando que sus mentes sean saturadas con suciedad – porque se han hecho perezosos en espíritu.

Algunos de estos cristianos son los mismos que se quejan: “La gloria de Dios no está presente en nuestra iglesia como antes.” La verdad es que su gloria no está siendo medida en sus vidas individuales – porque ellos no han medido ni han proporcionado tiempo de calidad a él.

No me mal interpreten – no estoy sugiriendo que podemos dar una medida a Dios de algo bueno en nosotros, haciendo que él reparta su gloria en nosotros. No – jamás podemos ganar su presencia con cualquier cantidad de obras, pasión o bondad humana. Tenemos que recordar que nuestro Señor nos encontró en nuestros pecados – amándonos en nuestras incapacidades cuando no teníamos nada que ofrecerle a él. “Fui hallado de los que no me buscaban.” (Romanos 10:20).

Desde luego, el amor de Dios, su misericordia y gracia hacia nosotros no tienen limites. Sin embargo, el asunto aquí no es obtener su amor, misericordia o gracia – sino tener la bendición de su gloria en nuestras vidas.

Jesús indica claramente que él reparte su gloria a nosotros en diferentes cantidades o porciones, de acuerdo a como nosotros entregamos nuestros corazones a él. Nuestra parte es sencillamente acercarnos más a él –en nuestra adoración, obediencia y diligencia.

Vemos esta verdad repetida a través de los dos testamentos: “Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros.” (Santiago 4:8). “Mas si desde allí buscares a Jehová tu Dios, lo hallarás, si lo buscares de todo tu corazón y de toda tu alma.” (Deuteronomio 4:29) “Claman los justos y Jehová oye y los libra de todas sus angustias.” (Salmo 34:17).

Esta declaración de Jesús es un reto directo a nosotros: ¿Cuán desesperadamente deseas mi presencia en tu vida? Si quieres más, va a requerir algo de ti. No obstante, te prometo – si haces un esfuerzo por acercarte a mí, dándome una medida aun mayor de ti, yo te daré mayores cantidades de mi gloria. Yo seguiré volviendo a ti con más, más y más.

Ahora mismo, la iglesia de Jesucristo en América está en problemas. Nuestra nación se jacta de tener miles de iglesias que exaltan a Dios. No obstante, en muchas iglesias, nadie está siendo salvo. La gente entra a la iglesia como si fuera para un funeral. Otros se van en manadas. Los jóvenes ni siquiera quieren entrar por las puertas. Como resultado, hoy, una generación entera no conoce a Dios. Nunca han experimentado la presencia de Dios o su unción – nunca.

Algo está horriblemente mal cuando el pueblo de Dios puede gritar, cantar, danzar y exaltar a Dios en la iglesia y nunca ser liberado de las cadenas de lujuria y pecados que le asedian. Es preocupante cuando los pastores de Dios están satisfechos si su iglesia está aparentemente en orden, su presupuesto está al día y reciben un cheque regularmente.

Las únicas iglesias que son visitadas hoy en día con una medida en aumento de la gloria de Dios son aquellas que gimen a él en desesperación. Están convencidas que “La hora es tarde –tenemos que despertar. Tenemos que estar en los negocios de Dios en esta hora final.”

Jesús asegura a esos creyentes, “y aun se os añadirá a vosotros los que oís” (Marcos 4:24). ¿Qué es “eso” que Cristo promete dar? ¿Y qué quiere decir que nosotros oigamos? La palabra griega de oír es entender. Jesús está diciendo, en otras palabras, “Tú debes comprender lo que el Espíritu está diciendo.”

Cristianos que están motivados oyen el Espíritu de Dios insistiéndole “Denme un corazón que está decidido a buscar de mí. Déjenme ver algo de interés, conmovedor, de quebrantamiento. Giman a mí como nunca han gemido. Entonces escucharé y repartiré a ustedes mi más creciente poder y liberación.”

Estos creyentes oyen al Espíritu Santo diciéndoles que la condición de su corazón debe cambiar. Ellos saben que han estado abusando de las cosas de Dios – meramente haciendo las mociones sin ninguna convicción profunda. Así que han comenzado a hacer cambios. Están dedicando más tiempo de comunión a Dios. Y están tomando inventario de las actitudes de su corazón hacia la casa de Dios y su obra. Están orando: “Señor, quiero más de ti. No me dejes retroceder en mi diligencia hacia ti y hacia tus intereses santos.”

Ahora están viendo resultados. Un nuevo gozo está fluyendo de sus almas. Perciben más de la presencia de Dios en sus vidas y tienen paz como un río. Están recibiendo lo que el Señor les prometió--una medida mayor de gloria, bendición, unción – porque han entregado una mayor porción de sí mismos.

Jesús nos asegura, “Mas buscad primero el reino de Dios y su justicia y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33). El está diciendo: “Sigue dándome más de ti y yo derramaré más de mi gloria en ti. Todos tus asuntos mundanos pueden esperar. Búscame a mi primero y yo me encargaré de tus asuntos. Yo puedo hacer más por ti en una hora que lo que tu puedes hacer en años de esfuerzo.”

Ahora que la gloria de Dios ha vuelto a tu vida, Jesús promete: “Aun se os añadirá a vosotros” (Marcos 4:24). Él dice: “No has vista nada todavía. Yo veo tu diligencia en entregarme más de ti. Y yo voy a hacer más por ti.”

Dios siempre desea derramar más de su gloria sobre su pueblo. Él desea hacer por nosotros “mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos” (Efesios 3:20). Por eso es que él desea que su pueblo tenga un apetito insaciable por más de él. El desea llenarlos con su asombrosa presencia, más allá de lo que han experimentado en su vida.

Jesús dijo: “Yo he venido para que tengan vida y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10). Sin embargo, para obtener esta vida abundante, debemos abundar más y más en agradar al Señor. Pablo escribe: “…os…exhortamos en el Señor Jesús, que de la manera que aprendisteis de nosotros como os conviene conduciros y agradar a Dios, así abundéis más y más.” (1 Tesalonicenses 4:1). “Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre,…” (1 Corintios 15:58).

La palabra griega para abundar es exceder, aventajar, superar, superabundar – tener suficiente y tener de sobra, demás y sobre, excesivo, excediendo, sobreabundantemente, sobrepasando la medida. Pablo está diciendo: “La gloria de Dios en tu vida va a exceder los pequeños momentos que has recibido hasta ahora. Pero tus oraciones deben ser más que solo pedir una bendición en tus comidas. Ahora vas a orar por la mañana, al mediodía y en la noche sin cesar.”

“Así que camina con él: arraigado y sobreedificado en él, confirmado en la fe, así como habéis sido enseñados, abundando en acciones de gracias.”(Colosenses 2:6-7). Pablo está instruyéndonos, “Para tener esta vida abundante de la gloria de Dios y su presencia, debes servirle sobre medida – con un amor y compromiso que se excedan a los siervos perezosos y flojos.”

“Que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia” (Efesios 1:8). Dios quiere repartir a ti su gloria y revelación sobrepasando cualquier medida anterior. “Dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo” (Efesios 1:9). El Señor está diciendo: “Voy a abrirte una comprensión más profunda de mi palabra. Deseo darte revelaciones de sus misterios.”

El Señor desea suplirte en todas las cosas, para que puedas servirle a él sin medida. “Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra” (2 Corintios 9:8).

“Porque al que tiene, se le dará; y al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará” (Marcos 4:25) Cada vez que Dios oye a su pueblo gemir a él, él viene a ellos fielmente. Si embargo, en ocasiones de apatía y de pereza, Dios puede hacerse a un lado y quitar su presencia completamente.

Esto es de lo que se trata el aviso de Jesús. Antes que Dios quite su presencia de una persona o una iglesia, él siempre trae un aviso. ¿Cómo lo hace? Él dirige a su Espíritu Santo a conmover cada persona que está en la junta de la iglesia. Él pone mensaje tras mensaje en el corazón del pastor llamando a todos en la iglesia a deshacerse de toda pereza, a quebrantarse y a tratar con toda raíz de pecado. (El Señor ha hecho esto en varias ocasiones en la Iglesia de Times Square a través de sus trece años de existencia.)

De súbito, la gente cae bajo convicción. Se dan cuenta que han oído la verdad de Dios predicada semana tras semana y sin embargo, no la han tomado seriamente. Habían levantado manos impuras en adoración. Y habían echado mano de la amargura y el resentimiento. Simplemente no habían permitido que la palabra de Dios los redarguya. Al contrario, habían dejado que cayera sin hacerle caso o darle importancia.

Ahora Dios le ha dado a la iglesia un aviso. Les dice: “Toda esta tibieza y apatía que veo –es suficiente. Voy a terminar con esto.” Esto no es una amenaza – y no es pronunciada en ira. Es solo la manera de Dios decir: “Puse a esta iglesia en esta vecindad, en esta comunidad, en este pueblo por una razón. Quiero que abunde con gloria desmedida. Quiero que los perdidos sepan cuando ellos entren aquí que algo poderoso está sucediendo. Quiero que se den cuenta “Esto es lo que he estado buscando toda mi vida.”

Si nos quedamos en un estado de pereza, sin permitirle al Espíritu Santo que nos posea y nos limpie, podemos perder lo que Dios desea darnos. “Al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará.” (Marcos 4:25).

Recordarán la parábola de los talentos en la que el siervo perezoso fue dado un talento y lo enterró. Este siervo estaba satisfecho con su condición. El no iba a dar mas de la medida que él tenía. ¿Cómo reaccionó su amo? Le quitó el talento y se lo dio a otro sirviente que ya tenía diez.

Vemos este tipo de pereza en la historia de Israel. Los israelitas tuvieron la presencia de Dios en un tiempo. Pero a través de los años ellos permitieron que la idolatría y la lujuria entrará, corrompiéndolos completamente. Eventualmente, perdieron su deseo por las cosas de Dios. Continuaron asistiendo a su casa pero solo por tradición y temor carnal.

Dios le dijo a Israel: “Andad ahora a mi lugar en Silo… y ved lo que le hice por la maldad de mi pueblo Israel.” (Jeremías 7:12). El Salmista testifica: “Dejó por tanto el tabernáculo de Silo, la tienda en que habitó entre los hombres” (Salmo 78:60). “Y Jehová volvió a aparecer en Silo; porque Jehová se manifestó a Samuel en Silo por la palabra de Jehová” (1 Samuel 3:21).

Silo había sido la casa de Dios. Una palabra clara fue predicada allí por el profeta Samuel y el Espíritu de Dios estaba presente con poder. A través del tiempo, Silo cayó en corrupción bajo el sumo sacerdote, Elí, y sus hijos malvados. Ahora Dios apareció en Silo una vez más, ansioso por edificar su casa y traer al sacerdocio impio a arrepentimiento.

Pero Elí y sus hijos permanecieron perezosos. Elí se puso gordo y vago, viviendo cómodamente, mientras que sus hijos continuaban burlándose de Dios, aun mientras ministraban en su casa. Eventualmente, Dios dijo: “No permitiré que mi gloria esté en un lugar donde la corrupción está presente.”

Así que el Señor abandonó a Silo. El quitó su gloria de Israel y una muerte espiritual cayó sobre la nación. Primero, el arca fue robada. Entonces Elí cayó por su propio peso y se rompió el cuello. Finalmente, la nuera del sacerdote dio a luz a un niño, llamándolo Icabod – queriendo decir, “Traspasada es la gloria de Israel” (1 Samuel 4:21).

Si tu crees que esto es estrictamente un juicio del Antiguo Testamento dirigido solo por la pereza y la corrupción, lee los avisos a las iglesias en el Nuevo Testamento en Apocalipsis.

  • A la iglesia de Efesios: “Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de donde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras, pues si no, vendré pronto a ti, y quitare tu candelero de su lugar, si no te hubieras arrepentido. (Apoc. 2:4-5).

  • A la iglesia de Pérgamo: “Y también tienes a los que retienen la doctrina de los nicolaítas, la que yo aborrezco. Por tanto, arrepiéntete, pues si no, vendré a ti pronto y pelearé contra ellos con la espada de mi boca.” (Apoc. 2:15-16).

  • A la iglesia de Laodicea: “Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente, ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo.” (Apoc. 3:15-17).

En cada ocasión, Dios da un aviso literal “o si no” a su iglesia. ¿Por qué? El está preparando a una novia pura y sin mancha para su hijo. El está despertando a las vírgenes dormidas, su Espíritu está gritándoles, “He aquí viene el novio. Prepárate para encontrarte con él.”

Hoy, un espíritu de iniquidad y de mofa de las cosas sagradas todavía se manifiesta en muchos púlpitos. Aun así, la palabra pura de Dios también está saliendo a la luz, así como salía a través de Samuel. El Señor está advirtiendo: “Si tú insistes en agarrarte a tus pecados, yo te quitaré aun lo que crees tener. Quitaré mi presencia de tu vida y tu iglesia, así como hice con Silo.”

Esto ya ha sucedido a iglesias por todo el mundo. La gloria que estas congregaciones una vez tuvieron se ha desvanecido totalmente – porque rehusaron entregarle algo a Dios.

De igual manera, si tú rehúsas avivarte a buscar al Señor con todo tu corazón – si tú estás midiendo una porción bien pequeña de tu tiempo, devoción y obediencia a él – tu convicción y conocimiento se desvanecerán.

Te pregunto –¿No son contestadas tus oraciones debido a lo poco que le has entregado a Dios de tí mismo? Él no desea quitar su presencia de ti. Al contrario, él desea derramar sobre ti una gran medida de sus bendiciones. Ahora mismo, él está listo para despertarte de tu pereza y tu sueño – para acercarte a él y llenarte con su gloria.

No importa lo débil que sea tu llama. Simplemente clama a él, “O, Jesús –Yo no quiero perderme lo que tú pronto vas a hacer.” Él es fiel para venir a ti –y el te dará más. Así que, dale a él una mayor medida de ti mismo – y verás evidencia por doquiera de su presencia, su gloria y su amor por ti.

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