LA MISIÓN DE CRISTO
Una iglesia que es aceptada y aprobada por el mundo es una contradicción porque es un imposible. Según Jesús, cualquier iglesia que es amada por el mundo es del mundo, y no de Cristo:
“Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece” (Juan 15:19).
Mi vida ha sido grandemente influenciada por los escritos de George Bowen, un misionero Presbiteriano quien trabajó en India desde 1848 hasta 1888. Bowen renunció a todo su apoyo misionero para mudarse a un barrio pobre y vivir como los nativos. Él llevó una existencia muy modesta, cercana a la pobreza. Pero a causa de esa elección, dejó tras suyo un testimonio del verdadero poder de vivir en Cristo.
Este hombre piadoso advirtió acerca de un espíritu del anticristo que se aproximaba, que él identificó como “el espíritu de la sociedad moderna.” Según Bowen, este espíritu se infiltraría en la iglesia Protestante con la mentalidad, métodos y morales de la mayor parte de sociedad.
El espíritu del anticristo continuaría su influencia hasta que la sociedad y la iglesia no se pudieran diferenciar. Con el tiempo, el mundo perdería su odio por la iglesia de Cristo y los verdaderos creyentes. Detendría su persecución, y la iglesia seria amada y aceptada por el mundo. Una vez que eso suceda, Bowen escribió, este espíritu del anticristo habría tomado el trono.
Varios meses atrás, mientras se abrían las puertas de Irak a organizaciones humanitarias cristianas, el diario The New York Times escribió un artículo despectivo. Eso se puede esperar de la prensa liberal y secular. Puede que ellos aplaudan la distribución de alimentos en Irak, pero ciertamente no la predicación de Cristo.
El artículo citaba a un erudito evangélico, quien criticaba todo el esfuerzo. Él lo condenaba completamente, diciendo que la iglesia debía meterse en sus propios asuntos, y de hecho parecía estar avergonzado de que la iglesia estuviera evangelizando. ¡Eso es una mentalidad mundana!
Mientras más nos acercamos a la misión de Cristo—predicando el evangelio que Él ha ordenado—más seremos odiados y despreciados por el mundo.