LA MISIÓN DE JESÚS
La conocida Escritura que describe el propósito de Jesús en la tierra se encuentra en Lucas 4:18-19: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor”.
Dondequiera que Jesús iba, su corazón era conmovido por las necesidades de las personas. Cada vez que veía a alguien que necesitaba sanidad, se detenía y lo sanaba. De hecho, se desviaba de su camino, si era necesario, para encontrar a los necesitados. Cuando la gente tenía hambre, Jesús los alimentaba. Él tenía una gran compasión por los adoloridos, los lisiados, los ciegos, los que eran como ovejas sin pastor.
Jesús no era un sanador ambulante, aunque sanaba dondequiera que fuera. Él no era un defensor social itinerante, aunque mostraba compasión. ¡Primordialmente Jesús era un predicador! “Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios” (Marcos 1:14). Vino para liberar a los cautivos, para predicar las buenas nuevas de su poder salvador, para comunicar el evangelio.
Si cada uno de nosotros pudiera capturar la misma visión que Jesús tenía, su misión principal en la faz de la tierra también se convertiría en nuestra misión principal. Estaríamos tan llenos del amor de Cristo que nada podría impedirnos proclamarlo. Las personas que nos rodean no podrían escapar al nombre de Jesús que se les mencionara. ¡Y créanme, las palabras son necesarias! Las acciones son buenas, pero no hay una verdadera proclamación del Evangelio sin palabras.
No te avergüences de hablar de Jesús. Deja que el Espíritu Santo te dé poder, de tal manera que las palabras fluyan a través de ti, de manera natural. Jesús quiere que usemos el evangelio para comunicar la verdad y la vida a los demás.