LA ORACIÓN DE PETICIÓN
En Isaías 37 vemos la historia de un rey llamado Ezequías.
Ezequías era un buen rey. Él siguió los caminos del Señor, dice la Biblia; y Dios lo honró y lo bendijo. Pero él se metió en una situación difícil. Se vio a sí mismo en un desacuerdo con el rey de Asiria, que restaba rodeando Jerusalén para que no pudiera entrar comida alguna.
En medio de eso, el Rey de Asiria dice, en Isaías 37:10, en una carta a Ezequías:
“No te engañe tu Dios en quien tú confías, diciendo: Jerusalén no será entregada en mano del rey de Asiria”.
Ese es exactamente el tipo de cosas que el diablo, el acusador de los creyentes, nos dice una y otra vez.
Así que, Ezequías tomó esta carta y se inclinó delante del Señor. Él puso la carta de acusación en el suelo y dijo: “Por favor, Señor, ¿oyes las acusaciones contra Tu pueblo? ¿Oyes sus insultos y delirios contra Ti, un Dios santo?”
Ezequías continuó clamando: “Dios, ¿podrías venir por favor? ¿Podrías, por favor, glorificar Tu nombre una vez más? ¿Podrías darnos la victoria contra los poderes del enemigo, que son demasiado fuertes para nosotros?”
Esa es una oración de petición que todos necesitamos en nuestras vidas. Cada uno de nosotros necesita clamar: “Oh, Dios, ¿sanarías mi cuerpo? Oh, Dios, ¿libertarías a mi familia de estos patrones de adicciones? ¿Liberarías mi mente del miedo, de la duda y de la incredulidad?”
Cuando oramos así, estamos haciendo una petición al Señor. “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego [petición], con acción de gracias” (Filipenses 4:6, énfasis añadido). ¡El Señor ama el corazón de petición de sus hijos!