LA ORACIÓN RADICAL Y PERTURBADORA

Gary Wilkerson

En el Sermón del Monte (Lucas 6:20-22), Jesús da una lista de características o actividades por las cuales uno será bendecido. Él habla de bendecir a los que son mansos, a los que son pobres de espíritu y a los pacificadores. Esta lista ha llegado a conocerse como “las bienaventuranzas”. Sin embargo, las bienaventuranzas no incluían: “Bienaventurados los perturbadores, porque ellos no estarán paralizados”.

Ser “perturbador” es una actitud que Jesús alienta en nosotros y una que él mismo practicó; él no sólo era manso y humilde, sino que también era radical y salvaje. En más de una ocasión, Jesús fue perturbador para las normas de los religiosos. Él también fue perturbador para el reino de las tinieblas.

La poderosa vida de oración de Jesús fue una espina constante y efectiva contra el mal. Cuando él oraba, los reinos eran conmovidos, los poderes de las tinieblas huían y una gran obra de Dios se llevaba a cabo en la tierra. Él fue perturbador, inclusive para aquellos que decidieron seguirlo, constantemente incomodando su zona de confort. Cuando carecían de este espíritu perturbador, él venía y los despertaba a su necesidad de una oración vigilante y agresiva, preguntándoles: “¿No pudieron luchar en oración siquiera por una hora?”. Él trastornó su mundo de forma perturbadora.

Hay momentos en nuestras vidas en los que las batallas que enfrentamos, las tareas al alcance y las misiones que se nos encargan, necesitan más que oraciones ocasionales y cómodas. La comodidad y la tranquilidad en la dulce hora de la oración puede estar bien para los devocionales matutinos, pero cuando se nos encarga una misión santa que parece estar totalmente obstaculizada por el adversario, nuestra verdadera esperanza se encuentra en la oración radical y perturbadora. En lugar de una dulce hora de oración, a menudo necesitamos horas de oración.

Muchos cristianos están tan paralizados que la gente mira sus vidas y no ve nada atípico ni peculiar en ellos. Pero somos llamados a ser un pueblo peculiar y cuando somos perturbadores para el reino de Dios, nos veremos peculiares, de hecho.