LA PLENITUD DE SU GRACIA Y GLORIA
“Y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:14). La palabra griega para gloria aquí es “doxa” y es el origen del Himno Doxología (En español “A Dios el Padre”), que tantas iglesias cantan para ensalzar la inmensa gloria de Dios.
“Doxa” es de hecho la traducción de Juan de una palabra hebrea “kavod”, que significa: de peso, real, intenso, denso. Esto es lo que habita en cada seguidor de Cristo: La gloria de Dios real, significativa y apasionada. Su gloria te diferencia de la ligereza, el interés propio y la creencia superficial. Así es como el mundo sabe que existes para Dios. No sirves a un Jesús que sólo quiere hacerte feliz, sino que sirves al verdadero Jesús, el que tiene poder para transformar una vida y hacerla significativa, útil y satisfactoria.
Todo esto se opone a la gloria de uno mismo. “Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria [doxa] de ellos,” (Mateo 4:8). Hay muchas glorias en el mundo que nos llaman: la reputación, la riqueza, la influencia, pero cuanto más buscamos y recibimos de esas glorias, menos recibimos de la verdadera gloria de Dios y su gloria se va opacando en nuestras vidas.
Esta influencia se ha colado en la iglesia. A veces nuestra adoración puede inclinarse más hacia una actuación ostentosa y una experiencia emocional en lugar de ensalzar la gloria de Dios y conocer Su presencia plena y de peso. Juan justamente coloca la gloria de Dios incluso antes de Su gracia: “Y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad”. Juan señala que la gracia y la verdad están contenidas dentro de la gloria de Cristo; de hecho, proceden de ella.
Sin embargo, muchos cristianos viven como si la gracia y la verdad fueran puntos de parada, el máximo de nuestro caminar con Jesús. Frenan al conocer “verdades posicionales” y descuidan el entrar en Su plenitud. Pero nuestras vidas están destinadas a expresar a Jesús en toda su gloria, y eso requiere de Su transformación en nosotros.
Si creemos que comprendemos todo plenamente, es decir, que hemos entendido la gracia de Dios totalmente y ya nada más es necesario, entonces nos estamos privando de conocer Su gloria. No dejes que eso suceda en tu vida. ¡Busca al Jesús real en Su plenitud, y recibe la plenitud de Su gracia y gloria!