LA PRESENCIA DE DIOS EN EL DESIERTO
Cuando falta la presencia de Dios, todo se desajusta, sin ley, sin dirección y sin enseñanza piadosa. Cada uno vive en su propia ley, haciendo como le parece. Esta es una imagen de muchos hogares cristianos en la actualidad: todo está fuera de orden, sin paz y sin descanso, cada uno hace lo que le place. El Señor en su misericordia se duele al ver tal desorden.
Sin embargo, no tiene porqué ser así. Las promesas de Dios no cambian y su palabra promete: “Si continúas buscándome, por el resto de tu vida yo estaré contigo. Cada vez que clames a mí, siempre seré hallado por ti” (Ver Jeremías 29:13)
Esta no es una teología complicada. Cualquiera puede tener la presencia del Señor, si sencillamente le busca en fe. Se nos promete que: “…Jehová estará con vosotros, si vosotros estuviereis con él….” (2 Crónicas 15:2). La palabra hebrea para “estar” o buscar aquí significa, “su presencia que viene a capacitar, a bendecir”. En otras palabras: “Busca al Señor con todo tu corazón, y él manifestará su presencia. Será un poder que te capacitará para estar firme y ser valiente”. Solamente cuando la presencia de Dios está sobre nosotros podemos contemplar y comprender su gloria.
Cuando Israel estaba en el desierto, Dios manifestaba su presencia a través de una nube. Esta nube era una manifestación física de la promesa de Dios de estar con su pueblo. Cubría el tabernáculo día y noche, y actuaba como guía en cada misión. Cuando la nube se movía, ellos se movían, y cuando se quedaba, ellos se quedaban. El pueblo no necesitaba descifrar su dirección o futuro. Ellos ponían su confianza en la nube visible de la presencia de Dios.