La Presencia de Dios en una Hora Oscura
“[Dios] dijo: Mi presencia irá contigo, y te daré descanso. Y Moisés respondió: Si tu presencia no ha de ir conmigo, no nos saques de aquí” (Éxodo 33:14-15).
Moisés sabía que era la presencia de Dios entre ellos lo que los separaba de todas las demás naciones. Lo mismo ocurre con el pueblo de Dios hoy. Lo único que nos distingue de los no creyentes es la presencia de Dios “con nosotros”, guiándonos, conduciéndonos, obrando su voluntad en y a través de nosotros. Su presencia echa fuera el temor y la confusión.
La actitud de Moisés fue esencialmente: “Operamos con un sólo principio. La única forma en que podemos ser guiados y sobrevivir en estos tiempos es tener la presencia de Dios con nosotros. Cuando su presencia está en medio de nosotros, nadie puede destruirnos. Pero sin él estamos indefensos, reducidos a nada. Que todas las naciones del mundo confíen en sus poderosos ejércitos, carros de hierro y soldados hábiles. Nosotros confiaremos en la presencia del Señor”.
Considera al rey Asa, el hombre que condujo al pueblo de Dios a una victoria milagrosa sobre el ejército de un millón de hombres de Etiopía. Él testificó que era la presencia de Dios lo que había dispersado al enemigo: “Clamó Asa a Jehová su Dios, y dijo: ¡Oh Jehová, para ti no hay diferencia alguna en dar ayuda al poderoso o al que no tiene fuerzas! Ayúdanos… porque en ti nos apoyamos, y en tu nombre venimos contra este ejército… Y Jehová deshizo a los etíopes delante de Asa” (2 Crónicas 14:11-12).
Mientras Asa conducía a su ejército triunfante de regreso a Jerusalén, el profeta Azarías lo recibió en la puerta de la ciudad con este mensaje: “Oídme, Asa… Jehová estará con vosotros, si vosotros estuviereis con él; y si le buscareis, será hallado de vosotros; mas si le dejareis, él también os dejará… pero cuando en su tribulación [los israelitas] se convirtieron a Jehová Dios… y lo buscó, fue encontrado por ellos” (2 Crónicas 15:2-4). El Señor le recordó a Asa en términos inequívocos: “Asa, fue mi presencia lo que te dio esta victoria y nunca lo olvides”.
No puedo imaginar cómo los incrédulos pueden conocer la paz en estos tiempos peligrosos sin la presencia y la seguridad de Jesús. El miedo y la angustia ahora se ciernen sobre la humanidad como una nube negra. Gracias a Dios por la cercanía e intimidad de Jesús en esta terrible hora. Él se regocija por ti y caminará contigo en todo.