LA PRIMERA DE SUS SEÑALES
La Escritura nos cuenta que en las bodas de Caná estaban allí "seis tinajas de piedra para agua, conforme al rito de la purificación de los judíos, en cada una de las cuales cabían dos o tres cántaros" (Juan 2:6). En obediencia a Jesús, los sirvientes llenaron las grandes tinajas con agua, que milagrosamente se convirtió en un sabroso y delicioso vino tinto.
Aquel vino representa la sangre redentora de Cristo. En el Antiguo Testamento, Dios usó a Moisés para convertir un río de agua en sangre, como señal de Su juicio. Ahora, en contraste, Jesús convirtió el agua en vino, presentando así, el Nuevo Pacto de Dios. A través de este acto milagroso, Él estaba indicando: "Sus ritos de purificación sólo los limpiarán por fuera, no lo más profundo de sus corazones. Para que puedas lograr eso en ti, se requiere Mi sangre limpiadora".
En pocas palabras, el camino antiguo estaba pasando a la historia, mientras Jesús nos conducía al nuevo. El maestresala de la boda, literalmente probó el vino nuevo elaborado por un milagro de Jesús. Él se maravilló: "Todo hombre sirve primero el buen vino, y cuando ya han bebido mucho, entonces el inferior; mas tú has reservado el buen vino hasta ahora" (2:10).
Sin embargo, no fue solamente el maestresala quien fue bendecido. Todos los presentes se beneficiaron de esta asombrosa obra, incluyendo los discípulos que acompañaban a Jesús: "Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en él" (Juan 2:11). Si los discípulos de Jesús necesitaban una prueba final de que Él era el Mesías, este acto milagroso lo era. Los convenció de seguirle con todo su ser.
¡Qué cuadro tan hermoso de nuestro servicio al mundo en el nombre de Cristo! El mundo está en una desesperante necesidad de que Su sangre redentora sea derramada sobre nosotros y fluya libremente en nuestras vidas a través Su sacrificio. Y a cambio, este regalo debe ser derramado sobre otros, bendiciendo al mundo como nosotros hemos sido bendecidos.
Hoy en día, muchos cristianos de han contentado sólo con recibir las bendiciones de Dios, limitando su devoción a los servicios dominicales. Otros están tan ávidos por experimentar Sus bendiciones que viajan de un avivamiento al otro, clamando: "¡Derrámalas en mí, Señor!" Toda su energía, enfoque y recursos son gastados en recibir las bendiciones de Dios, no en derramarlas sobre los demás. Es no es el punto de las bendiciones. No lo malinterpretes, es correcto y bueno ser continuamente llenos del Espíritu Santo, pero como cuerpo viviente de Cristo, somos llamados a más que sólo probar, tenemos un mandato de servir Su rica bendición a otros.