LA PROMESA DE PODER EN CRISTO
Cuando Jesús pasó sus últimas horas con sus discípulos, él les dijo: “De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará” (Juan 16:23). Luego les dijo: “Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido” (16:24).
¡Qué increíble declaración! Cuando se produjo esta escena, Cristo estaba advirtiendo a sus seguidores que él se iba y no los vería por un tiempo. Sin embargo, en el mismo aliento, él les aseguró que ellos tenían acceso a todas las bendiciones del cielo. Todo lo que ellos tenían que hacer era pedir en su nombre.
Teniendo en cuenta todo el poder y los recursos que tenemos en Cristo, la mayoría de creyentes no ha pedido casi nada en su nombre. Las palabras de Cristo a sus discípulos me traen convicción: “Hasta ahora no han pedido nada en mi nombre”. Esto es lo que creo que aflige al corazón de Dios más que todos los pecados de la carne juntos. Nuestro Señor está afligido por la creciente falta de fe en sus promesas, por el constante aumento de la duda respecto a que él responde las oraciones y por un pueblo que clama cada vez menos por el poder que está en Cristo.
El mundo nunca ha conocido un tiempo de mayor necesidad. Sin embargo, hay menos peticiones que nunca en el nombre de Jesús y, a medida que pasan los días, los cristianos piden cada vez menos al Señor. Tienen miedo de avanzar, a menudo por incredulidad.
Es asombroso cuán fielmente la Iglesia se refiere al nombre de Cristo. Lo alabamos, lo bendecimos, cantamos sobre el “poder que hace maravillas en el bendito nombre del Señor”. Pero no nos apropiamos del poder que está en su nombre.
Amados, debemos tomar nuestra posición en Cristo y apoderarnos de la Palabra de Dios. Sus promesas son las armas de nuestra guerra y se volverán poderosas en nuestras manos cuando echemos mano de ellas.