LA ROCA ERA CRISTO
Cuando los hijos de Israel estuvieron en el desierto, fueron atormentados por la sed y comenzaron a discutir con Moisés: “¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para matarnos?… Entonces clamó Moisés a Jehová, diciendo: ¿Qué haré con este pueblo? De aquí a un poco me apedrearán. Y Jehová dijo a Moisés: Pasa delante del pueblo, y toma contigo de los ancianos de Israel; y toma también en tu mano tu vara con que golpeaste el río, y ve. He aquí que yo estaré delante de ti allí sobre la peña en Horeb; y golpearás la peña, y saldrán de ella aguas, y beberá el pueblo.
Y Moisés lo hizo así en presencia de los ancianos de Israel” (Éxodo 17:3-6).
Los detalles de esta escena; y de la compasión de Dios por el pueblo, se repiten a través del sacrificio de Jesús. Cristo es la Roca que fue golpeada por nuestras transgresiones cuando estábamos perdidos y vagando. Y Él es el Agua Viva que nos sostiene. Pablo nos dice: “Porque no quiero, hermanos, que ignoréis que nuestros padres todos estuvieron bajo la nube…porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo” (1 Corintios 10:1-4).
La escena en el desierto demuestra lo que Jesús hace con las personas que murmuran: Él lleva el castigo que ellos merecen. Él declara: “Yo seré condenado por ellos, seré azotado, seré clavado en una cruz en su lugar; todo esto, para que ellos puedan recibir vida abundante”. Algunos cristianos pierden este maravilloso regalo al retener la amargura. Pablo continúa, diciendo: “Pero de los más de ellos no se agradó Dios; por lo cual quedaron postrados en el desierto. Mas estas cosas sucedieron como ejemplos para nosotros” (10:5-6).
Nuestras vidas pueden marchitarse en amargura o pueden ser vivificadas por la preciosa gracia que Dios nos ofrece: Es nuestra decisión.