La Sensibilidad de Dios Hacia Un Corazón Sin Esperanza
Un precioso misionero escribió a nuestro ministerio sobre dejar su puesto. Él explicó: “Sentí que Dios me había traído a un desierto y luego me dejó ahí, retorciéndome en el viento. Dejé el ministerio completamente consternado y me amargué. Ahora veo cuál era mi problema. No puse raíces de confianza durante mi tiempo de prueba. Cuando llegaron las pruebas, yo no me apoyé en lo que sabía de la Palabra de Dios y su fidelidad. Olvidé su promesa de que él nunca me fallaría”.
En Jeremías 20:14 y 18, el profeta se desató con un discurso que suena casi suicida: “Maldito el día en que nací… ¿Para qué salí del vientre? ¿Para ver trabajo y dolor, y que mis días se gastasen en afrenta?”
Quizás en este momento te sientas como todo ellos se sintieron. Has sido torcido y retorcido por el enemigo y piensas: “He clamado día y noche, pero mis oraciones no han sido respondidas. No puedo seguir más”. Algunos cristianos pueden decir que esto es hablar en contra del Señor y merece una reprimenda severa, pero la verdad es que nosotros sólo podemos considerar al hombre exterior. ¡Dios ve el corazón! Él conocía las partes internas de Jeremías y decidió no reprender al desesperado profeta.
Fue como si Dios dijera: “¡Jeremías no renunciará! Sí, se desahogará mientras expresa su confusión, pero él aún cree en mi Palabra. Está ardiendo en su alma y va a salir de este fuego con una fe que no podrá ser sacudida. Sus mejores días están por delante de él”.
“Había en mi corazón como un fuego ardiente metido en mis huesos; traté de sufrirlo, y no pude [renunciar]”(Jeremías 20:9).
Jeremías obtuvo un segundo aire y de pronto se llenó de vida nueva. Se levantó como para decir: “¡Espera, Satanás! Tú no me puedes engañar. El Señor me llamó y yo sé que su Palabra es segura”. “Esforzaos y cobrad ánimo; no temáis, ni tengáis miedo de ellos, porque Jehová tu Dios es el que va contigo; no te dejará, ni te desamparará” (Deuteronomio 31:6).
¡Ese querido misionero se apoderó de esta verdad y tú también puedes! Cualquiera sea tu batalla específica, deja que la Palabra de Dios hable hoy a tu corazón y te traiga sanidad y valentía.