LA SILENCIOSA OBRA DEL ESPÍRITU SANTO

David Wilkerson (1931-2011)

Algunos cristianos están siempre en crisis y pareciera que quieren contarte todos sus problemas. Sienten una necesidad de describir sus preocupaciones a otros, pero son renuentes a llevarlas a Jesús, como si él no tuviese nada que ofrecer.

No lo malinterpretes: No me estoy refiriendo a aquellos cristianos que están pasando por problemas verdaderos, legítimos. Sino más bien, a que una señal importante de madurez, es el hecho de no desafiar a Dios a manifestarse a tu vida con una evidencia visible o con una fuerte voz interior. El Señor dice que sus ovejas conocen su voz, pero frecuentemente, la voz que Dios usa hoy, para con su pueblo, es su Palabra revelada. Leemos: “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo” (Hebreos 1:1-2).

Cuando el Espíritu Santo nos habla, es para recordarnos las palabras de Jesús: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Juan 14:26).

En una ocasión, hablé frente a un grupo de ministros, y me sentí dirigido por el Espíritu Santo a pedirle a las esposas de los pastores que oraran unas por otras. Mientras estas mujeres se tomaban de la mano y oraban unas por otras, la dulce presencia del Señor cayó sobre ellas y comenzaron a llorar y a compartir unas con otras. No hubo rayos y truenos, ni alguna evidencia sobrenatural, tan sólo se estaba llevando a cabo una obra preciosa, silenciosa del Espíritu Santo. Luego, oímos testimonios de mujeres cuyas vidas habían sido transformadas durante ese precioso tiempo con el Señor.

No caigas en la trampa de buscar señales y prodigios; ¡simplemente obedece al Señor, confía en su Palabra y déjale a él los resultados!