La Victoria de la Cruz de Cristo

Era la noche anterior a la crucifixión de Cristo. Jesús había reunido a sus discípulos en un aposento alto para prepararlos para su partida de la tierra. Después que ellos compartieron una comida juntos, el Señor tomó una toalla y procedió a lavar los pies de los hombres.

Esa tarde, Jesús les dijo a estos fieles seguidores que el iba a ser “levantado” (significando: crucificado) por las manos de hombres malvados. Cuando Él les dijo esto, les estaba advirtiendo acerca de lo que estaba por venir.

Jesús terminó su mensaje hacia ellos diciendo: “Salí del Padre,… otra vez dejo el mundo, y voy al Padre” (Juan 16:28).

A esto, los discípulos respondieron, “He aquí ahora hablas claramente, y ninguna alegoría dices. Ahora entendemos que sabes todas las cosas… por esto creemos que has salido de Dios (16:29-30).

Los discípulos estaban dejando que Jesús supiera que ellos entendieron claramente lo que les había diciendo. Aún, más importante, toma nota de sus palabras en el último versículo: “Ahora entendemos… creemos…”

Parecía que una gran fe había poseído sus almas. Estos hombres estaban declarándole a Jesús, “Ahora vemos, Jesús. Ahora sabemos. ¡Ahora creemos!”

Todo esto parece sugerir que los discípulos estaban preparados para los días terribles, sangrientos por venir.

Jesús les respondió a sus discípulos con una pregunta: “¿Ahora creéis?” (Juan 16:31).

Cuando Cristo planteó esta interrogación, les estaba preguntando a sus discípulos, en otras palabras:

¿Entienden lo que lo que tendrá lugar en adelante? ¿Serán capaces de beber de la copa que voy a beber? ¿Están listos para creer, cuando mañana me verán colgando como desvalido en la cruz?

“¿Aún creerán cuando parezca que Yo no tengo poder sobre los hombres y los demonios? ¿Se mantendrá su fe cuando vean que mi Padre me haya dejado en las manos de enemigos por un período? ¿Resistirá firme su convicción entonces?

¿Durará su fe cuando ustedes vean mi rostro estropeado más allá del reconocimiento? ¿Qué pasará con su convicción en esa hora, cuándo parezca que su Salvador no tiene poder para salvarse aún así mismo?

“Díganme, ¿ustedes creen ahora? ¿Realmente creen?”

He aquí la hora viene, y ha venido ya, en que seréis esparcidos cada uno por su lado, y me dejaréis solo” (Juan 16:32).

La hora de prueba había llegado.

Esta hora de prueba inmediatamente siguió por los talones a muchas horas dulces de amorosa comunión. Piensa acerca de esto: Solamente unas horas antes, Jesús había lavado tiernamente los pies de los discípulos. Fue solo unas pocas horas antes que les había advertido acerca del sufrimiento y pena que iban a pasar con su crucifixión.

Aún durante la hora de prueba, rápidamente se hizo claro que los discípulos no comprendieron todo lo que Jesús les había enseñado. Qué regocijo debe haber habido en el infierno cuando esa hora pasaba. En una cantidad de tiempo tan corta, Pedro fue de jactarse de su fe a negar a Cristo y maldecir. Todos los discípulos abandonaron a Jesús, tal como él lo había predicho, "cada uno por su lado" (John 16:32), corriendo por refugio.

Antes que juzguemos a estos hombres, en cambio, vamos a imaginarnos que nosotros también hubiéramos estado cerca de la cruz ese día. ¿Qué ocurriría si hubieras oído el clamor de Jesús, “Padre, por qué me has desamparado?” ¿Qué pensamientos hubieran pasado por tu mente? Supongo que hubieras tenido los mismos pensamientos que los discípulos tuvieron. Como ellos, tú también pudieras haberte preguntado:

“¿Dónde está la mano de Dios en toda esta pena y sufrimiento? ¿Dónde está el Padre ahora mismo? ¿Por qué permitiría él que una cosa tan horrible sucediera, después de todo lo que Jesús prometió acerca de su reino?

Estas eran las clases de pensamientos que llevaron directamente a los discípulos a un pozo de desesperación. Ellos deben de haber temblado, pensando, “Pensamos que Él era muestra esperanza.” Ahora ellos vieron su esperanza siendo desbaratada ante ellos.

Es en esta misma hora de aparente pérdida de esperanza que captamos un vislumbre de la victoria de la cruz

Satanás probablemente sintió una satisfacción oculta en esta hora. Él podría haber pensado que veía un modelo entre la gente del Dios, uno que era para su beneficio. Me lo imagino pensando, " Esto es una imagen de lo que debe venir. Los seguidores de Cristo van a doblarse a medida que padezcan dolor y sufrimiento. Ellos se debilitarán tan pronto como el problema golpee. Una vez que ellos tomen su propia cruz, ellos se deshacerían de su fe. "

De hecho, la escena en el Calvario no se veía como una victoria. Pero algo esta trabajando en ese día que Satanás no sabía. Era algo que el diablo nunca comprendería acerca de nuestro bendito Salvador. ¡Estoy hablando acerca de la inescrutable misericordia de Dios en Cristo!

Algo increíble ocurre una vez que una persona recibe a Jesús como Señor. Una vez que le dan la espalda al mundo y lo siguen a Él, ellos sin amarrados por siempre con inquebrantables cuerdas de amor. Considera la descripción de Pablo de su inescrutable misericordia:

¿Quién nos separará del amor de Cristo?... ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 8:35, 38-39).

A pesar de del avergonzante fracaso de los discípulos, la misericordia de Dios estaba trabajando plenamente a través del Espíritu Santo. Y esa misericordia determinó la victoria después del oscuro día de la cruz. Una semilla de fe se había implantado en los seguidores de Jesús, y sus casas habían sido construidas sobre la roca. Sus casas fueron sacudidas, por supuesto, mientras tormentas satánicas golpeaban sobre las paredes y poderosas olas golpeaban duramente los cimientos. Pero cuando la tormenta pasó, esas casas estaban de pie.

La semilla de fe no estaba muerta. ¡Estaba completamente viva! Las oraciones de Jesús habían prevalecido, ¡La fe de sus seguidores no falló!

Me quiero enfocar en una de las muchas victorias de la cruz

Nadie puede enumerar todas las amorosas misericordias y las múltiples bendiciones de su sangre derramada. Pero quiero gloriarme en una victoria en particular: el perdón de todos los pecados pasados.

“Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado… Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:7, 9).

Es de gran importancia que cada seguidor de Jesús se agarre firmemente de esta gloriosa verdad. Apropiarse de ello es todo lo que tenemos que hacer ya que mantendremos una fe victoriosa en medio de terribles aflicciones. De hecho, en días de incertidumbre, este asunto de descansar en el perdón de Cristo es crucial.

Muchos de los que hemos servido a Jesús fielmente durante los años nos hemos vuelto más y más seguros de que nuestra fe puede resistir cualquier horno ardiente. Como los discípulos, damos testimonio, " Ahora veo, Señor. Ahora creo". Agradecemos a Dios que Cristo ha abierto nuestros ojos a sus propósitos eternos.

Entonces, de pronto estamos enfrentándonos a una crisis abrumante, enorme. Nos damos cuenta de que hemos entrado en un horno siete veces más caliente que cualquier otro que nunca habíamos conocido. Nos hemos encontrado cara a cara con una batalla tan dolorosa, una lucha tan agotadora, nuestra casa comienza a temblar. Y pronto está siendo inundada con cargas y miedos.

Considera el testimonio de un santo y puritano predicador de la historia.

Este predicador había enfrentado él mismo grandes sufrimientos en vida. Él habló por multitudes de cristianos cuando escribió, “La primer cosa que muchos preguntan es, ¿Qué he hecho? ¿Dios, te fallé?

Esta es una carta que ilustra, la recibí de una querida hermana en Cristo. Ella escribió lo siguiente de su gran sufrimiento:

“Parece que las duras pruebas no cesarán, ni aún por período de tiempo para descansar. No sé si esto es un castigo del Señor.

“Me he cuestionado si los problemas de mi familia se deben a mi vida antes de que fuera salva. Le he preguntado al Padre una y otra vez si ese era el caso, porque simplemente no lo sé.

“A veces siento que eso es, entonces mi castigo es más de lo que puedo aguantar al mismo tiempo. Preferiría llevar el castigo yo misma que por mis familiares para sufrir por mis anteriores pecados.

“Yo amo al Señor, y volverle la espalda a Él no es una opción para mí. Él es mi vida. Pero recientemente he sentido que habría sido mejor si yo nunca hubiera nacido. Entonces mis hijos no estarían aquí sufriendo.

“También he sentido en momentos que solamente quiero ir a casa para estar con Jesús. Pero esto es egoísta porque mis hijos me necesitan.

“Por favor, si usted tiene cualquier comentario acerca de esto que pueda poner en orden mi mente, lo apreciaría tanto.”

Yo te digo lo mismo que le diría a esta mujer: Oye las palabras del apóstol Pablo. Él escribe: “Siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados(Romanos 3:24-25, mis itálicas).

A través de la fe en el derramamiento de la sangre de Cristo, todos los pecados pasados son cubiertos.

Somos limpiados a los ojos de Dios por su inmerecido perdón. Toda culpabilidad, temor y condenación son disipados. ¡Todos los cargos pasados son borrados!

En resumen, Dios no mantiene más esos pecados en tu contra. Él te ha reconciliado para con Él mismo sin enajenación de su parte. Increíblemente, el Señor hizo la provisión para esta reconciliación mientras tú estabas todavía en el pecado. ¿Te pregunto, cuánto más se aplica esta reconciliación ahora que has confiado en la victoria de la cruz?

Según Pablo, “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira. Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida” (Romanos 5:8-10).

Finalmente Pablo nos dice, “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (8:1). El pecado ha perdido todo su poder para condenar. Y esto ocurrió en la cruz de Cristo.

A pesar de todo hay consecuencias de pecar

Algunas consecuencias del pecado pueden ser causadas por hábitos pasados. Asimismo, los castigos del Señor a menudo acompañan al pecado. No obstante como un hijo de Dios debes colocar una cosa en tu mente, de una vez por todas: Dios nunca castiga a sus hijos en ira.

“Porque el Señor al que ama, disciplina, Y azota a todo el que recibe por hijo.

Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina?” (Hebreos 12: 6-7).

Nunca eres más amado que cuando eres castigado o corregido por el Señor. De hecho, el proceso entero del castigo tiene que ver completamente con el deseo de Dios para ti. Todo esto significa el llevarte al conocimiento y gloria de Él mismo.

Con todo y eso no te equivoques: La Biblia les llama dolorosos a esos tiempos: no son de ninguna manera de gozo: “Ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo” (12:11). No obstante, se nos dijo “pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados [sido entrenados por ella]” (mismo versículo).

A través de los años he tenido que sofocar muchos de los dardos y mentiras de Satanás. Hoy proclamo con seguridad, “Dios no está enojado conmigo, Y, querido seguidor de Jesús, Él no está enojado contigo. ¡Por lo tanto apaga todo lo distinto que el diablo dice!”

Ésta es la Victoria de la cruz, paz con Dios y la misma paz de Dios.

En la cruz, la misericordia y la paz tomaron un rostro. Era el rostro de un humano — Jesucristo. A lo largo de la historia, cada vez que un hijo de Dios ha confiado plenamente en el poder limpiador y sanador de la sangre de Cristo, paz ha sido prometida. Es la paz de Dios, la misma paz que gobierna al paraíso.

Las palabras de Pablo en este tema son para que cada creyente las aplique en su propia caminata:

Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos” (Colosenses 3:15, mis itálicas).

Querido santo, esta es nuestra esperanza en todas nuestras batallas: Deja que la paz de Dios gobierne tu corazón descansando en las promesas de Dios. “Y el mismo Señor de paz os dé siempre paz en toda manera” (2 Tesalonicenses 3:16).

Puede, la siguiente oración de Pablo convertirse también en nuestra, en estos días de incertidumbre:

“Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo” (Romanos 15:13).

¡Agradece a Dios por su gozo y paz! Amén.

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