LA VID VERDADERA

Gary Wilkerson

Era la última noche de Jesús con los discípulos y Él sabía que Su tiempo era corto. Acababan de terminar la cena y Cristo quiso impartir a Sus amigos una última enseñanza, mientras estaba en la tierra. Él los llamó: "Levantaos, vamos de aquí" (Juan 14:31) y los llevó a dar una caminata. En el camino, Él les dio esta analogía:

“Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto. Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer” (15:1-5).

¡Qué linda imagen que resume nuestra relación con el Hijo y el Padre! Jesús es la vid y nosotros somos las ramas que se extienden a partir de Él; Él es la fuente de toda vida que fluye en nosotros. Supervisando todo este flujo de vida está nuestro Padre celestial, el jardinero que busca nuestro crecimiento. ¿Podría haber alguna imagen más serena de nuestra vida en Cristo?

Hay mucho para desenvolver en este pasaje y les puedo asegurar, que todo es bueno. Me viene a la mente la imagen de una pala, el instrumento de un jardinero experto, nuestro Señor misericordioso, compasivo, amoroso. Hay belleza profunda contenida en este mensaje de despedida que Él dio a Su iglesia y la primera clave para entender este pasaje es la frase de Jesús: "Vid verdadera".

Cristo nos está diciendo que Él es más que una mera fuente de vida para con nosotros; Él es LA fuente de vida. Otras "vides" pueden aparentar que prometen vida pero ninguna contiene la vida verdadera como Él lo hace. Algunos cristianos buscan vida en otras vides, fuentes que destruyen la vida y no son legítimas para ningún cristiano. Otros buscan vida en fuentes que se ven buenas y legítimas: ambición, empuje, éxito y comodidad, pero estas vides en sí mismas no tienen vida. Éstas no pueden producir vida verdadera. Jesús nos quiere injertados firmemente en Él, para que podamos beber profundamente de Su vida abundante todos los días.