Llevando un Fruto que Permanece
Jesús dijo: “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto… El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden” (Juan 15:1-2, 6).
Los verdaderos discípulos de Jesucristo no pueden ignorar esta gran responsabilidad de dar fruto. Dios cuida su vid y a todas las ramas injertadas con gran preocupación. También se pone de pie al lado con un cuchillo de poda en la mano, observando con cariño la más mínima evidencia de corrupción, tizón o enfermedad que pueda dificultar su crecimiento. Dios espera que cada rama dé fruto; de hecho, es imposible honrar y glorificar a Dios, o ser un verdadero discípulo, sin fruto. Jesús dijo: “En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos” (15:8).
Dar fruto tiene todo que ver con agradar a Dios, volverse más como él. Dar fruto da gloria al Padre a través de lo que nos estamos convirtiendo en lugar de simplemente lo que estamos haciendo. La Biblia deja muy claro que muchos tendrán grandes resultados: echando fuera demonios, sanando a los enfermos, haciendo grandes obras en su nombre, pero Dios sabe si hay esterilidad de espíritu.
Un creyente que permanece es aquel que ama y teme a Dios, que teme sus juicios justos y que tiene hambre de la Palabra. Se deleita en que la Palabra pode todos los impedimentos, permitiendo que la vida y semejanza de Cristo vayan en aumento en él. ¡Es imposible llevar el fruto de justicia sin que su Palabra permanezca en ti!
Cuanto más permitas que se te revele la plenitud de Cristo, más de la vida de Dios tocará a todos con quienes estés conectado. La Palabra dice: “Para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca” (15:16). ¡Que permanezcas en el fluir de la vida de Cristo y sigas dando mucho fruto que lo glorifique!