LOS BRAZOS ETERNOS
¡Dios nunca rechazará un corazón sincero que vuelve a Él para reconstruir un área de su vida espiritual que se ha destruido! Quiero compartir una promesa contigo. Créelo. Medita en ello. Aférrate a ella y mantenla muy cerca de tu corazón. Las promesas son cartas de amor de Dios, dirigidas a ti, y escritas pensando en ti en las páginas de Su fidelidad con la tinta de Su sangre ofrecida por ti.
“No hay como…Dios…Quien cabalga sobre los cielos para tu ayuda, y sobre las nubes con su grandeza. El eterno Dios es tu refugio, y acá abajo los brazos eternos” (Deuteronomio 33:26-27).
Cuando has cometido tus peores errores y las tormentas de la vida arrecian; cuando estás tan avergonzado de tí mismo que quieres desaparecer; cuando has caído tan bajo y miras hacia el fondo, allí siempre encontrarás los brazos eternos. Cuando te rindes y tus amigos más cercanos no pueden creer lo que has hecho; cuando todos te han dejado y ni siquiera puedes levantar la mirada, bajo todo el desastre encontrarás Sus brazos eternos. Cuando te toma las últimas fuerzas que te quedan tan solo para recoger la primera y más pequeña piedra para reconstruir tu altar, y tu intento de regresar a Dios y a Su llamado en tu vida parece tan inútil, ridículo e imposible, siempre escucharás Su voz diciendo estas palabras a ti y para ti: “No quebrará la caña cascada, ni apagará el pábilo que humeare; por medio de la verdad traerá justicia. No se cansará ni desmayará, hasta que establezca en la tierra justicia” (Isaías 42:3-4).
Cuando nuestra fe es sólida y nuestro altar está en orden, y estamos firmes delante de Dios con toda la pasión de nuestro compromiso, y con nuestros ojos mirando al cielo, en esos momentos no es difícil creer que Sus brazos pueden llevarnos. Experimentamos momentos de gracia y respuestas asombrosas a la oración, y Su presencia es tan cercana y tan real. Logramos proezas que nos sorprenden y nos llenan de admiración y adoración apasionada. Su rostro está tan cerca que sentimos que podríamos tocarlo; Su palabra es dulce y nos mueve.
Claude Houde es el pastor principal de la Iglesia de la Nueva Vida (Eglise Nouvelle Vie) en Montreal, Canadá. Bajo su liderazgo la Iglesia de la Nueva Vida se ha incrementado de ser un puñado de personas, a más de 3500 miembros, en una parte de Canadá donde pocas iglesias protestantes han alcanzado éxito.