Manteniéndose Puro en una Sociedad Perversa
La Palabra de Dios nos dice que es posible permanecer puro en medio de una sociedad corrompida. Y El Señor le da Su Unción a aquellos siervos que permanecen puros delante de Él. Vemos esto ilustrado en la vida de Daniel, quien vivió en medio de una de las más perversas e inmorales sociedades de toda la historia.
Babilonia era el poder gobernante en los días de Daniel, una ciudad-estado que representaba todo lo impío en el mundo. Los babilónicos eran bastante conocidos por su sensualidad e impurezas, y ellos habían tomado cautivo a Israel en ese tiempo. Mientras estaban en cautividad, Israel cayó en la perversidad de aquella sociedad. Los hombres Israelitas eran seducidos a las casas de prostitución de Baal. Los sodomitas atraían a otros a cometer pecados sexuales. Incluso los sacerdotes que una vez tuvieron temor de Dios se vieron envueltos por la sensualidad, corrompiendo el liderazgo sobre el pueblo de Dios.
A su alrededor, Daniel veía como el pueblo de Dios caía en las fosos de inmundicia y degradación. Pero aún en medio de tal depravación, Daniel determinó estar cerca del Señor. Conforme los días pasaban y la perversidad aumentaba, este hombre crecía aún más en devoción a Su Dios y con un corazón quebrantado por el pecado de Israel. ¿Cómo pudo Daniel mantener un caminar verdaderamente santo en tiempos de tal impiedad? Creo que si podemos descubrir la senda de santidad que Daniel anduvo, encontraremos la llave que nos ayudara a seguir el mismo camino hoy.
Un santo temor llevó a Daniel a postrarse rostro en tierra.
Daniel testificó, “Y he aquí una mano me tocó, e hizo que me pusiese sobre mis rodillas y sobre las palmas de mis manos. Y me dijo: Daniel, varón muy amado, está atento a las palabras que te hablaré, y ponte en pie; porque a ti he sido enviado ahora. Mientras hablaba esto conmigo, me puse en pie temblando. Entonces me dijo: Daniel, no temas; porque desde el primer día que dispusiste tu corazón a entender y a humillarte en la presencia de tu Dios, fueron oídas tus palabras; y a causa de tus palabras yo he venido” (Daniel 10:10-12).
Proverbios nos da este poderoso verso acerca de este tema: “Con misericordia y verdad se corrige el pecado, y con el temor del Señor los hombres se apartan del mal” (Proverbios 16:6). Fíjate en la primera parte de este verso: la misericordia y la verdad trabajan en conjunto para remover la iniquidad. A pesar de ello en nuestros días, la iglesia le ha puesto un excesivo énfasis a la misericordia que usualmente dejamos de lado el otro elemento que es vital en el proceso de remover la iniquidad de nuestras vidas: la verdad. ¿Qué es esta verdad? Es el hecho de que Dios odia el pecado. Si Su pueblo desea separarse de los pecados habituales, entonces debemos caminar en la verdad acerca de la actitud de Dios hacia el pecado.
En una parte, la misericordia de Dios nos guarda de no caer en desesperación, recordándonos que tenemos un Padre amoroso que está siempre listo para perdonar nuestros pecados. Al mismo tiempo, la verdad de la Santidad de Dios trabaja para producir en nosotros un temor reverente, santo. Hacer un énfasis inclinándose hacia cualquiera de estos elementos, ya sea hacia la misericordia o hacia la verdad, lleva a un caminar distorsionado con Jesús.
La misericordia sin la verdad lleva al libertinaje y eventualmente a la muerte espiritual. De igual forma, la verdad sin la misericordia lleva a la desesperación y finalmente a la muerte.
El temor de Dios no es solamente un concepto del Antiguo Testamento.
Mientras el Antiguo Testamento nos dice, “Teme al Señor, y apártate del mal” (Proverbios 3:7), el Nuevo Testamento nos habla también de esa clase de temor, “Limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios” (2 Corintios7:1).
La Biblia deja muy en claro que hay un temor de Dios que cada creyente debe cultivar. Este verdadero temor incluye reverencia y un respeto, aunque es mucho más que eso. El temor Santo nos da un poder legal para mantener la victoria en tiempos de perversidad. Las profecías de Jeremías referentes al Pacto de Dios prometen: “Y les daré un corazón, y un camino, para que Me teman perpetuamente, para que tengan bien ellos, y sus hijos después de ellos. Y haré con ellos pacto eterno, que no Me volveré atrás de hacerles bien, y pondré Mi temor en el corazón de ellos, para que no se aparten de Mí” (Jeremías 32:39-40).
Aquí encontramos una maravillosa promesa del Pacto de Dios, asegurándonos que Él nos proveerá con Su temor Santo. A pesar de que El Señor no sólo haga caer este temor en nuestros corazones por una manifestación sobrenatural- Él lo siembra en nosotros a través de Su Palabra. Con todo, ello no se da con sólo leer las Escrituras. Obtenemos un temor santo cuando conscientemente decidimos que vamos a obedecer todo lo que leemos en Su Palabra. Leemos de un profeta conocido, “Esdras había preparado su corazón para buscar la ley del Señor, y para ponerla en práctica” (Esdras 7:10, mi énfasis).
Pablo escribe: "Ni tentemos al Señor, como algunos de ellos lo tentaron, y perecieron por las serpientes" (1°Corintios 10:9). Este versículo es importante para todos los Cristianos que se enfrentan a la tentación. Pablo se refiere a los Israelitas que fornicaron con las mujeres de Moab.
Un Israelita que tentaba a Dios gravemente en este sentido fue un hombre llamado Zimri. Mientras el remanente en Israel lloraba y se arrepentía del pecado de la nación, Zimri estaba viendo a una prostituta madianita. De hecho, era tan descarado en esto que paseó a la mujer a traves del campamento a la vista de todos, incluyendo a Moisés, mientras la llevaba a fornicar a su tienda. Dios actuó rápido en este asunto. La Escritura dice que un hombre justo llamado Finees siguió a la pareja a la tienda y mató a Zimri y a la madianita.
Tú puedes preguntarte lo que Pablo quiso decir exactamente cuando habla de "tentar a Cristo". En pocas palabras, tentar al Señor significa ponerlo a prueba. Lo tentamos cada vez que preguntamos "Hasta cuándo podré permitirme mi lujuria antes que se caiga la ira de Dios? Vivimos en una era de la gracia, sin ninguna condenación para los pecadores. ¿Cómo podría juzgarme a mí, su hijo?"
Multitudes de Cristianos hacen con cierta frecuencia la misma pregunta hoy en día, como si jugaran con una malvada tentación. Pero están tentando a Cristo, cada vez que ellos sacan la convicción de la Palabra de Dios fuera de sus mentes. En cualquier momento que nos encontramos yendo en contra de lo que el Espíritu de Dios ha hecho claro para nosotros, estamos sacando fuera la advertencia de Pablo: "El que piensa estar firme, mire que no caiga... ni forniquemos, como algunos de ellos fornicaron y cayeron en un día veintitrés mil" (1°Corintios 10:12 y 8).
Pregúntate a ti mismo: "¿Estoy poniendo a prueba los límites del precioso don de la gracia de Dios? ¿Estás tentando a Cristo para darte el gusto de tu pecado, de cara a una abierta rebelión? ¿Te has convencido a ti mismo: "soy un creyente del Nuevo Pacto, cubierto por la sangre de Jesús. Por tanto, Dios no va a juzgarme"?"
¡Cuidado! Al continuar en tu pecado, estás crucificando a Cristo de nuevo, como advierte el libro de Hebreos (ver Hebreos 6:6). ¿Cómo? Cuando tratas el enorme sacrificio de Jesús con total indiferencia, estás exponiéndolo deliberadamente a vituperio público, no solo ante los ojos del mundo, sino ante el cielo y el infierno (ver 6:6). Pablo nos da una exhortación y advertencia: "Estas cosas sucedieron como ejemplos para nosotros, para que no codiciemos cosas malas, como ellos codiciaron" (1°Corintios 10:6).
Después, Pablo describe una fórmula para evitar la tentación, una ruta de escape que Dios ha puesto a disposición de todos sus hijos: " No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar." (10:13). Cuál es esta vía de escape? Es un desarrollado conocimiento y experiencia del santo temor de Dios.
¿Por qué este mensaje sobre el santo temor de Dios es tan importante para la iglesia hoy en día?
La Biblia nos dice en términos bien claros: "Seguid... la santidad, sin la cual nadie verá al Señor" (Hebreos 12:14). Aquí está la verdad, así de simple: sin la santidad impartida por Cristo solo por fe - un don precioso que honramos llevando una vida devota de obediencia a cada una de sus palabras - ninguno de nosotros verá al Señor. Esto no solo se refiere al cielo, sino también a la vida presente. Sin santidad, no podemos ver la presencia de Dios en nuestro caminar diario, en nuestra familia, nuestras relaciones, nuestro testimonio, en nuestro ministerio.
No importa a cuántas conferencias cristianas asistamos, cuántas grabaciones de sermones escuchemos, a cuántos estudios bíblicos hayamos asistido. Si nos negamos a creerle a Dios para librarnos de un canceroso pecado - si el Señor tiene una controversia con nosotros por nuestra iniquidad - entonces ninguno de nuestros esfuerzos producirán fruto divino. Al contrario, nuestro pecado solo crecerá y se hará contagioso, infectando a todos a nuestro alrededor. Por supuesto, este problema va más allá que los deseos de la carne, también corrompe el espíritu. Pablo describe el mismo pecado destructivo en este pasaje cuando dice: "Ni murmuréis, como algunos de ellos murmuraron, y perecieron por el destructor." (1°Corintios 10:10).
Entonces, querido Santo, ¿dejarás que el Espíritu Santo te sostenga frente a todas las tentaciones para que puedas soportar? ¿Buscarás en serio el escape que Dios ha provisto para ti? Te exhorto: Cultiva un santo temor al Señor en estos días. Éste te guardará de arruinar tu espíritu, no importa qué tan fuerte sea la maldad al rededor. Y te permitirá caminar en la santidad de Dios, manteniendo la promesa de su presencia permanente.
Todo es una cuestión de fe. Cristo ha prometido guardarnos de caer y darnos poder para resistir al pecado - si es que creerás lo que él ha dicho. Créele por este santo temor. Ora por él y dale la bienvenida, pues sabes que Dios cumplirá su Palabra para ti. Tú no puedes librarte de los lazos de pecado de la muerte por tu poder, ni por promesas ni por ningún esfuerzo humano. "No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho El Señor" (Zacarías 4:6). ¡Amen!