Ministerio a tiempo completo

Hubo una gran persecución en los primeros años de la iglesia. Durante ese terrible periodo, el apóstol Juan fue apresado y enviado a Roma. El emperador romano en ese tiempo (Nerón o Diocesano) desterró a Juan a la Isla de Patmos. Esta isla era pequeña; un lugar desierto y deshabitado. Estaba poblada solamente por unos pocos prisioneros que habían sido desterrados allí para vivir el resto de sus vidas. Como ellos, Juan fue enviado a Patmos para morir.

El apóstol al que me estoy refiriendo fue el mismo "amado Juan" a quien Cristo tanto amó. Él fue quien se recostó en el pecho de Cristo en la última cena. Él también fue hermano de Santiago e hijo de Zebedeo. Y fue el autor del cuarto evangelio, así como de otras tres epístolas bíblicas que llevan su nombre.

Trata de visualizar esta escena mientras Juan desembarca en Patmos. Baja del bote a una isla desierta. No hay árboles, solamente arena. Ante él está parado un grupo de prisioneros andrajosos, endurecidos y maldicientes. Todos tienen una mirada de fatalidad. Ellos saben que van a morir allí.

Detrás de Juan, los marineros bajan una pocas cajas de abastos de alimentos - probablemente arroz, harina, las cosas esenciales - y las tiran en la playa. Vuelven al barco y levantan la pasarela. Y lentamente, el barco se aleja.

Juan ve al barco alejarse hacia el horizonte. Él no sabe si lo volverá a ver otra vez. Le han abandonado, exiliado, desamparado, para que pasara sus últimos días aislado. Más tarde él escribiría: "Estoy desterrado en la isla llamada Patmos, por causa de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo." (Apocalipsis 1:9).

¿Por qué se le dio esa sentencia a Juan, un humilde discípulo de Jesús? ¿Por qué Roma, el gobierno con el poder mundial, estaba desesperada por aislarle de la civilización? Fácilmente pudieron haber encarcelado a Juan en el país. ¿Por qué el emperador lo quería silenciar? Claramente Roma consideraba a Juan una amenaza. Obviamente Juan era de renombre tanto entre judíos como entre los gentiles. Qué influencia poderosa, qué ministerio efectivo debía de haber tenido.

Ahora, mientras Juan veía el barco prisión desaparecer, le debieron haber llegado sus mismas palabras. Él fue el que una vez citó a Jesús diciendo: "Y aun viene la hora cuando cualquiera que os mate, pensará que rinde servicio a Dios. Y harán esto… Mas os he dicho estas cosas, para que cuando llegue la hora, os acordéis de que ya os lo había dicho." (Juan 16:2-4).

¿Cuántas noches frías, húmedas, escalofriantes pasó Juan en Patmos? ¿Con cuánta frecuencia se mojó hasta los huesos por las viciosas tormentas del Mediterráneo? ¿Tuvo dónde refugiarse o una muda de ropa? ¿Con cuántos resfriados o enfermedades tuvo que batallar? ¿Y qué tipo de dieta tuvo? ¿A lo mejor unos paquetes de arroz? ¿Los tuvo que racionar, sabiendo que le tenía que durar hasta el próximo viaje del bote prisión? ¿Tuvo que atrapar serpientes o lagartos para suplir sus escasos alimentos?

De acuerdo al criterio de cualquiera, Juan era un fracaso. Muchos cristianos de hoy le hubiesen mirado y hubiesen dicho: "Qué desperdicio. ¿Por qué Dios permitiría que uno de los hombres más ungidos de todos los tiempos estuviera aislado de esta manera? ¿Por qué Dios permitiría que un devoto discípulo estuviera expuesto a los elementos del clima y casi muera de hambre? No entiendo por qué Juan no le pidió a Dios que le liberara. Después de todo, él escribió que Jesús dijo: 'Todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará… pedid, y recibiréis'. (Juan 16:23-24) ¿Dónde estaba la fe de Juan?

Ahora imagínate la reacción de los líderes de hoy. Tristemente, hubiesen medido a Juan por los criterios actuales de éxito: no tenía congregación, no tenía edificio para la iglesia, no tenía dinero para rentar o comprar una estructura. No tenía vehículo para viajar, casa, ni un traje decente para predicar. No tenía agenda para el ministerio, no tenía programas para alcanzar la comunidad, no tenía plan para ganar las naciones. Los líderes lo hubiesen descartado, diciendo: "Este hombre no tiene nada. Está acabado. En primer lugar, ¿por qué fue llamado al ministerio?"

Cuán equivocados hubiesen estado. En ese primer sábado en Patmos, Juan comenzó una iglesia. Le llamó LA IGLESIA DE "YO, JUAN". Él escribió: "Yo Juan, vuestro hermano, y copartícipe vuestro en la tribulación, en el reino y en la paciencia de Jesucristo… Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor." (Apocalipsis 1:9-10). En otras palabras, Juan estaba diciendo: "Sí, fui aislado de la civilización. Pero tengo una iglesia. Y ministro al Señor aquí. No tengo hermano o hermana que se una a mí. Pero estoy en el Espíritu." Te aseguro que la alabanza que Juan ofreció desde esa remota isla fue tan gloriosa para Dios como mil voces adorándole en mil diferentes idiomas.

Algo increíble le pasó a Juan a los pocos días de haber llegado a Patmos. Él tomó una decisión que impactó a todo el mundo de la iglesia por toda la eternidad. Simplemente, Juan murió a todos sus propios planes y pensamientos del ministerio.

Hasta donde Juan sabía, su exilio en Patmos iba a ser su suerte final. Probablemente pensó: "Me han abandonado aquí para el resto de mi vida. Pero no voy a perder el fuego de Dios. Aún cuando sea el único aquí, voy a adorar al Señor. Puede ser que no tenga congregación, ni hermanos o hermanas con quienes tener compañerismo. Pero voy a caminar en el Espíritu. Y me voy a dedicar a buscar el rostro del Señor. Ahora tengo tiempo para conocerle a él como nunca antes lo había hecho."

Juan buscó al Señor completamente en medio de su aislamiento. Se movió en el Espíritu. Y se dio a sí mismo como un sacrificio vivo. Amados, este es el corazón de mi mensaje: Ahora Juan estaba en ministerio a tiempo completo. No me refiero a esto en términos de lo que generalmente pensamos como tal ministerio. Era a tiempo completo en el sentido de que Juan tenía a Dios todo para sí.

En Patmos no había necesidad de levantar fondos, lemas o hacer campañas publicitarias. No había necesidad de competir con otros ministros o construir edificios de iglesias más grandes. Y nadie estaba cerca para alabar a Juan, felicitarle, presumir de él. Su vida estaba limitada a un sólo enfoque, un sólo ministerio: a Jesucristo solamente. Eso era todo lo que Juan tenía. Y él dijo, en esencia: "Eso es todo lo que necesitaré: oración, adoración y comunión con el Señor."

El ministerio a tiempo completo no significa simplemente el pastorear a una iglesia. Ni es el viajar como evangelista o llevar a cabo campañas de avivamiento. El ministerio a tiempo completo no lo determina un diploma, un certificado de un colegio bíblico o la ordenación de parte de oficiales de la iglesia. De hecho, tú puedes pastorear a una iglesia grande y exitosa y no estar en el ministerio a tiempo completo. Puedes predicar cientos de mensajes y alcanzar multitudes de miles. Pero ninguna de estas cosas te hace un ministro a tiempo completo ante los ojos de Dios.

Frecuentemente la gente viene a mí pidiéndome que ore para que el Señor les envíe al ministerio a tiempo completo. Estas son en su mayoría personas laicas que tienen trabajos o profesiones. Algunos verdaderamente creen que Dios les ha llamado al ministerio a tiempo completo. Pero otros están simplemente insatisfechos o aburridos de sus trabajos. Les atrae la idea de recibir un salario soportable por hacer la obra de Dios.

Otros están tomando parte en la obra del Señor a tiempo parcial, pero tienen un deseo urgente de ministrar a tiempo completo. De hecho, en la mayor parte de los países, los ministros tienen que tener trabajos seculares porque sus congregaciones no los pueden sostener. Y los que reciben un salario, están mal pagados. Están convencidos de que serían más efectivos en el ministerio si tuvieran apoyo suficiente para hacerlo. Así que por años le han suplicado a Dios: "¿Cuándo se abrirá la puerta para mí?"

Creo que Dios desea que cada creyente tome parte en el ministerio a tiempo completo. La Escritura nos dice que todos somos llamados como sacerdotes delante del Señor. Sin embargo, primero tenemos que quitar de nuestras mentes que el ministerio a tiempo completo es una posición o profesión. A los ojos del Señor, el ministerio a tiempo completo es ministrarle a él mismo.

Dicho de manera simple, tú podrías estar como el apóstol Juan, abandonado en una isla, y puedes estar en el ministerio a tiempo completo. De hecho, considero a Juan uno de los ministros más exitosos en la Biblia. Así es como sabrás si estás listo para ser un ministro a tiempo completo:

Ya no necesitas más el aplauso humano. No necesitas una asignación, un plan o tomar parte en alguna obra grande. No necesitas el respaldo o credenciales. No necesitas una congregación o un edificio de iglesia. El único ministerio que satisface a tu alma es la oración y la adoración al Señor. Prefieres estar a solas con Jesús, alimentándole con tus alabanzas, que ser admirado como un gran ministro. Sabes que todo ministerio para otros fluye del ministerio a él. Así que te has dado por completo a una sola cosa: “Mi único llamado en la tierra es ministrarle al Señor.” Entonces, estarás listo para lo que Dios ve como ministerio a tiempo completo.

Sé de pastores que reciben un salario pero que no ministran al Señor. No tienen ninguna carga de él. No le buscan diligentemente en oración. Y no obtienen sus sermones de él. En vez de esto, ellos toman prestados sus sermones de otros predicadores. Tales ministros son meros asalariados, que reciben un cheque por hacer su trabajo. Están faltos de oración, sin una palabra fresca del cielo.

También sé de personas laicas que tienen un conocimiento mucho más profundo de Cristo que los hombres que le pastorean. Estas personas no reciben ni un centavo por ministrarle al Señor. Pero son conocidos en el cielo como ministros a tiempo completo. Son intercesores, con hambre por la verdad, sirviendo a Dios de todo corazón. Y son dados a la oración, encerrándose con Cristo. Estos son ministros verdaderos, que hace tiempo han crecido mucho más que su pastor. De hecho, su pastor puede ser un náufrago, no un ministro de Dios.

Volvamos a Juan en Patmos. No tenemos ninguna evidencia de que Juan tuvo contacto con nadie en la isla. (Creo que los pocos criminales que estaban allí no tenían deseos de estar cerca de un hombre santo.) Juan no tenía a nadie con quien tener compañerismo. No tenía consejo santo, ninguna voz que le escuchara. Todo lo que oía era el batir de las olas y el graznido de las gaviotas.

Cualquiera se hubiese vuelto loco en una situación como esa. Pero Juan no. En vez de eso, él aprendió a depender de la voz del Espíritu Santo. Él se aferró al Espíritu Santo para consuelo y protección. Cuando Juan testificó: "Yo estaba en el Espíritu." (Apocalipsis 1:10), él estaba diciendo, en esencia: "Me di por completo al Espíritu Santo. Confié en él. Y él me enseñó. Él fue quien me enseñó la corrupción en las iglesias de Asia, sobre lo que escribí en Apocalipsis. Y me enseñó todo lo que sobrevendría sobre la tierra."

De hecho, en su ministerio a tiempo completo, se le dio a Juan una revelación de la gloria del Cristo exaltado: "Después de esto miré, y he aquí una puerta abierta en el cielo; y la primera voz que oí, como de trompeta, hablando conmigo, dijo: Sube acá, y yo te mostraré las cosas que sucederán después de estas. Y al instante yo estaba en el Espíritu; y he aquí, un trono establecido en el cielo, y en el trono, uno sentado" (Apocalipsis 4:1-2).

Para nosotros hoy también se ha abierto una puerta a los cielos. Al igual que Juan, hemos sido llamados a "subir". La Escritura dice: "Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro." (Hebreos 4:16). Este llamado para venir al trono ha sido grandemente ignorado por pastores y laicos. Pocos creyentes conocen la voz de Dios de verdad. Y pocos ministros hablan como sus oráculos.

Creo que lo que más necesitamos en la iglesia hoy en día son hombres y mujeres que se impongan en sí mismos una experiencia de Patmos. Los cristianos hoy sacan tiempo para ver televisión, comprar o navegar en Internet, pero pocos suben al trono de Dios. Sin embargo, el Señor promete: "Si subes, te revelaré mi misericordia y mi gracia. Porque me buscas, te enseñaré cosas que nunca has visto antes."

Así que, ¿dónde están los ministros a tiempo completo que apagarán toda voz y programa carnal del hombre? ¿Quién se alejará de toda ambición personal para ser gobernado y dirigido tan sólo por el Espíritu Santo? ¿Quién permitirá que otros le sobrepasen según los criterios humanos, porque se han limitado a tan sólo una cosa en su ministerio: a vivir y a caminar en el Espíritu?

El aislamiento de Juan fue impuesto en él por personas impías. Pero el Señor se complace cada vez que nos sometemos voluntariamente a un "exilio" con él. Esto no significa que dejemos a un lado el ministerio externo. No significa que dejemos nuestro trabajo, nuestra familia, nuestro testimonio. De hecho, es posible ser una persona ocupada y tener una experiencia de Patmos. Lo que importa es que apaguemos toda voz, actividad y cosa que nos impida escuchar la voz del Señor. Y que nos preocupemos por una sola cosa: ¿estoy escuchando a los hombres o al Espíritu Santo?

Una vez que Cristo se convierte en nuestro único enfoque, podemos recibir discernimiento y dirección de lo alto.

Jesús nos dice que en los últimos días los corazones de los hombres desfallecerán por temor (vea Lucas 21:26). Creo que esos tiempos se acercan. Preveo multitudes en América y alrededor del mundo con corazones y mentes paralizadas ante el terror que viene. Tratarán de engañarse a sí mismos para no tener que enfrentar más noticias aterradoras.

Ahora mismo, especialmente en la ciudad de Nueva York e Israel, muchas personas sufren por falta de sueño. Se han abierto clínicas a través de la ciudad porque miles no pueden dormir por el sentido de pavor. Y de acuerdo a la Escritura, lo peor está por venir. Los profetas del Antiguo Testamento se estremecían cada vez que echaban un vistazo a nuestro día.

Creo que la catástrofe económica ha comenzado. En los últimos dos años se han perdido más de $7 trillones en el mercado de valores. Puede que haya una tendencia ascendente por un rato, pero no durará. La fiebre de compra terminará. Muchos terminarán en bancarrota por las deudas de las tarjetas de crédito. Habrá lloro y lamento en todas partes por los gastos del pasado.

La burbuja de los bienes inmuebles también reventará. El mercado se llenará de vendedores pero no habrá compradores. Aún ahora, casas caras están siendo vendidas por sus dueños que están en bancarrota debido a la caída del mercado. Un constructor en Nueva Jersey me dijo acerca de casas recién construidas, valoradas en cerca de un millón de dólares, sin amueblar, porque sus dueños han sido impactados fuertemente en sus finanzas.

Más atemorizante todavía, veo que la guerra está por estallar. El mundo pronto se tambalea al borde de una amenaza de bomba de hidrógeno. Hará que líderes alrededor del mundo tiemblen.

No estoy tratando de atemorizar a nadie. Pero el cuerpo de Jesucristo debe escuchar la verdad sobres estos tiempos. Se desatará un espíritu diabólico sobre la tierra. Y según aumenten los eventos espantosos, los creyentes se insensibilizarán al terror. Algunos incluso se drogarán con alcohol y drogas, como los impíos. Otros se darán a toda clase de sensualidad. Satanás ya les ha provisto de un menú de suciedad, a través de la televisión y de Internet. Todo esto llevará que el pueblo de Dios se endurezca.

En Apocalipsis 16:9, Juan describe un terrible calor abrasador que viene sobre la tierra: "Y los hombres se quemaron con el gran calor, y blasfemaron el nombre de Dios… y no se arrepintieron para darle gloria." Estas personas en sufrimiento estarán tan insensibles que rehusarán ser liberados. Preferirán al infierno.

Algunos de estos blasfemadores serán cristianos. En los días venideros, se les cauterizará la conciencia a los creyentes tibios y pasivos. No será un endurecimiento hacia Dios: mantendrán una forma de santidad y creerán que están bien. Pero llegará el momento en que no tendrán sensibilidad alguna. En cambio, no tendrán temor, impacto o preocupación por la eternidad. Dejarán de crecer en Cristo. Y se convertirán en blancos fáciles para Satanás.

Pablo describe lo que le ocurre a los que rehúsan crecer en Cristo: "Teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón; los cuales, después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza." (Efesios 4:18-19). El significado literal de esto es: "Se han vuelto apáticos, sin emoción, sin convicción, muertos." En resumen, han descuidado las cosas de Dios. E ignoran todas las llamadas para que despierten y le busquen."

A estos mismos creyentes se les ha amonestado a crecer "en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo." (4:15). Pablo quiso que ellos tuvieran los recursos internos necesarios para mantenerse firmes contra el ataque final de Satanás a la iglesia. Pero no tenían flujo de vida en ellos. Y escogieron narcotizar sus mentes con lascivia. Prefiriendo caminar en ignorancia, ellos cegaron sus corazones a su peligrosa condición.

Y en su ceguera, no pudieron manejar ninguna noticia aterradora. No pudieron enfrentar los terrores que estaban cayendo sobre la tierra. Así que, en vez de recurrir a Jesús, ellos se dieron a todo tipo de placer sensual, avaricia y maldad. Simplemente, no se saciaban.

Como Pablo, insto a cada creyente joven: si te has vuelto tibio y apático con respecto a Jesús, ¡despierta! ¡No dejes que el fuego del Espíritu Santo se vaya de tu vida! ¡Escucha al llamado de la trompeta del Espíritu y busca al Señor! Conviértete en un ministro a tiempo completo, buscándole a él de todo corazón. Entonces tendrás el poder de Cristo para enfrentar los días que están por venir.

Pablo hace absolutamente claro: tienes que crecer en Cristo, dándole tu todo a él, o terminarás como los que Pablo describe. Si continuas en ignorancia, estarás más allá de toda sensibilidad. No tendrás ningún interés por las cosas de Dios. Y te convertirás en uno de los peores pecadores en la tierra, cometiendo maldades que nunca pensaste posible cometer.

Veo señales de este proceso de insensibilización en creyentes hoy. Algunos están comprando como locos con tarjetas de crédito. Algunos compran casas que no pueden pagar. Y muchos se endeudan más y más. Razonan como el mundo: "Si todo se va a venir abajo, todos nos iremos abajo juntos. Tengo que disfrutarlo mientras pueda."

No, nunca. No reconocen los tiempos. Ahora mismo, una tercera parte de América está experimentando sequía. Fuegos han abrasado grandes extensiones de tierra en varios estados. Las inundaciones han plagado vastos sectores, incluyendo ciudades importantes en Texas. Estamos viendo cambios sin precedentes en el clima. Aún así hay cristianos que todavía no entienden el mensaje.

Que Dios ayude a cada pastor que predica prosperidad, a cada predicador que ha transigido, que soborna a su congregación con un evangelio hueco, carente de arrepentimiento. Que Dios ayude a estos hombres cuando todo comience a estrellarse. La gente asaltará sus púlpitos, exigiendo una explicación: “¿Qué está pasando, pastor? Usted dijo que todo estaba bien. Usted nos llevó a descarriarnos.” Las iglesias se dividirán y los creyentes se dispersarán. Y esos ministros serán responsables ante Dios por cada alma desilusionada que se insensibiliza a sí mismo por sus falsas enseñanzas.

Muchas personas recurrieron a la iglesia después de los ataques terroristas. Pero no encontraron esperanza allí. No escucharon una palabra del cielo, ni recibieron bálsamo para sus almas heridas. Muchos de los pastores que le predicaron eran tan ignorantes de Dios como ellos mismos. La mayoría de ellos eran hombres que no oraban, pastores mundanos, que en nada eran ministros verdaderos.

Así que la gente se alejó. Y no volverá cuando impacte el próximo terror. Ellos concluirán que fueron engañados la primera vez. Así que, la próxima vez, cuando sus mentes estén espantadas por los desastres aterradores, no buscarán esperanza. En vez de esto, se pondrán insensibles. Recurrirán a la sensualidad salvaje para narcotizar sus mentes.

De hecho, los temerosos, preocupados y desesperados harán un pacto con la muerte misma. Encontramos este pacto en Isaías 28, cuando el profeta describe a un Efraín tembloroso, bajo juicio: "¡Ay de la corona de soberbia de los ebrios de Efraín, y de la flor caduca de la hermosura de su gloria… como turbión de granizo y como torbellino trastornador… [Dios] con fuerza derriba a tierra… El sacerdote y el profeta erraron con sidra, fueron trastornados por el vino… Porque toda mesa está llena de vómito y suciedad, hasta no haber lugar limpio… Por cuanto habéis dicho: Pacto tenemos hecho con la muerte, e hicimos convenio con el Seol." (Isaías 28:1-15).

Aquí está la insensibilidad de la que hablo. En breves palabras, estas personas estaban diciendo: "Nos hemos entregado al infierno. Ya nos estamos viendo como si estuviéramos allá." ¿Por qué dirían algo así? Se habían insensibilizado a cualquier noticia aterradora de juicio. Isaías les había advertido: "Y será ciertamente espanto el entender lo oído." (Isaías 28:19).

Los eventos aterradores que enfrentaremos estarán más allá de nuestra comprensión. ¿Qué hará la gente entonces? Como Efraín, se insensibilizarán, aceptando el infierno como su destino. Puedes preguntar: "¿Y qué pasará con los cristianos? Nota a quién Isaías está describiendo en este pasaje: estaba hablando de creyentes, seguidores de Jehová Todopoderoso. ¿Por qué esta gente haría un pacto con el infierno? Estaban descarriados, contaminados con la suciedad del mundo. Y debido a su sensualidad, se habían cegado espiritualmente. Así que, cuando vino el juicio, ellos estaban tan insensibles que aceptaron el infierno como su destino.

"Por tanto, Jehová el Señor dice así: He aquí que yo he puesto en Sion por fundamento una piedra, piedra probada, angular, preciosa, de cimiento estable; el que creyere, no se apresure." (Isaías 28:16). Mientras el mundo se aterra por el terror y la inseguridad, los adoradores de Dios a tiempo completo estarán en reposo. El Señor será su fortaleza en la tormenta, una roca inconmovible. Y todos los que se esconden en él estarán libres de peligro.

En ese día Cristo mismo demostrará ser todo para su pueblo: redentor precioso, protector, cuidador, esperanza en medio de la tormenta. Y mientras el mundo tiene su pacto con el infierno, nosotros tendremos un pacto con Jesús. Cuando los juicios caigan a nuestro alrededor, estaremos en paz porque nos veremos como estando ya en el cielo.

"El que creyere, no se apresure." (28:16). El significado en hebreo es: "No será avergonzado o confundido." Nada nos sacudirá, porque sabremos que nuestro Dios estará obrando. Sabremos que él estará cargándonos, como llevó a Israel por el desierto.

Déjame concluir con esta buena noticia: un día en Patmos, Juan vio el barco regresando a la isla. Cuando atracó, se le dijo a Juan que el emperador había muerto. Ahora al apóstol se le daba la libertad. Así que subió al barco, navegó lejos de su lugar de exilio y se estableció en Efeso. Desde allí, sus escritos se convirtieron en luz ungida para el mundo. Como ves, fue después de Patmos que Juan escribió sus tres epístolas a la iglesia con el tema del amor. Eso era lo que Dios le había enseñado a este siervo devoto a través de este tiempo difícil: a amar.

¿Sufrirán los cristianos en los días venideros? Sí, sufriremos. Pero tan cierto como Satanás no pudo destruir a Juan, Dios no permitirá que el enemigo destruya a su santo remanente. Él está levantando una iglesia de ministros a tiempo completo, que se mantendrán firmes él en medio de toda tormenta.

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