Misericordia, Paz y Alegría
“La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14:27).
En la cruz, la misericordia y la paz tomaron el rostro de Jesucristo. A lo largo de la historia, cada vez que un hijo de Dios ha confiado plenamente en el poder purificador y sanador de la sangre de Cristo, se le ha prometido la paz. Es la paz de Cristo, la mismísima paz que gobierna el paraíso.
Las palabras del apóstol Pablo sobre este tema están destinadas a ayudar a cada creyente a aplicar esta verdad en su propio andar:
“Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos.” (Colosenses 3:15, cursivas añadidas).
Querido santo, esta es nuestra esperanza en todas nuestras batallas: Que la paz de Dios gobierne en nuestros corazones al descansar en las promesas de Dios. “Y el mismo Señor de paz os dé siempre paz en toda manera. El Señor sea con todos vosotros” (2 Tesalonicenses 3:16).
Que la siguiente oración de Pablo se haga nuestra también en estos días de incertidumbre:
“Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo” (Romanos 15:13).
¡Gracias a Dios por su gozo y paz!