Nada Menos que Nuestro Todo
Abandonarte al cuidado de Dios, renunciando a todo lo demás, es un acto de fe. Es fácil para los cristianos decir de manera general: “Se hará la voluntad del Señor”, pero es otra cosa completamente distinta que nos abandonemos en las manos del Señor por una circunstancia específica. En la Biblia, cuando alguien se acercaba a este camino de abandono, lo hacía con gran seriedad de pensamiento.
Simplemente decir las palabras: “Yo confío completamente en el Señor”, no es suficiente para demostrar que confiamos totalmente en él. Debe ser una rendición libre y voluntaria. Considera el faraón de Egipto: sólo cuando no pudo resistir más las plagas de Dios, renunció para permitir que Israel emprendiera su viaje por el desierto hacia la Tierra Prometida (ver Éxodo 12:29-32).
Del mismo modo, muchas personas que viven hoy han dicho: “Me rindo, me comprometo, confío”, sólo después de que no han visto otra salida a su situación. Pero el verdadero tipo de renuncia que agrada a Dios, se hace de buena gana, antes de llegar a nuestro fin. Debemos actuar en pacto con el Señor, dándole un cheque en blanco y dejando que él lo llene..
Dios no aceptará nada menos que nuestro todo. Si renunciamos a nuestras vidas a él sólo a medias, con cualquier tipo de reserva, somos tan culpables como Ananías y Safira. Fingieron darle todo al Señor, pero en realidad retuvieron una parte y pagaron con sus vidas (ver Hechos 5:1-11). No puede haber acuerdos o restricciones impuestas a nuestro Señor.
“Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas” (Proverbios 3:5-6). “Esperad en él en todo tiempo, oh pueblos; derramad delante de él vuestro corazón” (Salmos 62:8).
Aunque el salmista dice que debemos confiar en Dios en todo momento, nuestro orgullo siempre nos hace querer mantener el control de nuestras vidas. Es sorprendente lo testarudos y obstinados que podemos ser. Nuestra rendición a él, en nuestros pensamientos, nuestras acciones, nuestros deseos, es por naturaleza un trabajo diario y continuo.
Se nos recuerda: “El justo por su fe vivirá” (Habacuc 2:4). ¡Qué tranquilizador saber que a medida que lleguemos a él con fe, nuestro Maestro nos llevará a través de todas las dificultades e imposibilidades naturales!