LAS DECEPCIONES PUEDEN SER PELIGROSAS

David Wilkerson (1931-2011)

Aferrándonos al nombre de Dios en nuestra angustia

Todo hijo de Dios sufre desilusiones. A veces podemos sentirnos totalmente derrotados, desesperados y muertos por dentro porque todas nuestras esperanzas, sueños y visiones han salido mal. Podemos esperar algo, buscar a Dios y esperar con expectación, pero nunca lo vemos suceder. Todas estas cosas traen desilusión y eso puede llevar a angustia. La angustia es una dolorosa sensación de pérdida y desanimo, una profunda sensación de desesperanza que nos hace sentir que por mucho que intentemos, nunca nada nos saldrá bien.

Quiero hablar directamente a los creyentes que se han visto abrumados por tal angustia. Te despiertas con una nube que se cierne sobre tu cabeza; mientras te acuestas a dormir por la noche, esa fea nube sigue ahí. Tu angustia puede deberse a un matrimonio difícil, un familiar, tu salud, tus condiciones de vida. Podría tener que ver con un pecado acosador, algo sobre lo que no puedes obtener la victoria, y tu batalla cada día termina en derrota.

Cualquiera que sea su angustiosa lucha, vas perdiendo toda esperanza de gozo. Terminas siguiendo moviéndote en tu caminar con Jesús como una máquina sin vida, sin descanso ni paz. Deseas huir, pero no tienes a dónde ir para escapar del dolor.

Nuestros tiempos de decepción pueden ser muy peligrosos.

Las decepciones pueden llevarnos a una encrucijada en la que tenemos dos opciones. Primero, podemos rendirnos ante la desesperanza. Si optamos por ceder a la angustia y la decepción, pasaremos nuestros días en una niebla de incredulidad. La alternativa es entregarnos en las manos bondadosas de nuestro Señor y decir: "Puede que no entienda por lo que estoy pasando en este momento, pero sé que sirvo a un Dios todopoderoso. Pase lo que pase, él tiene el control total".

He conocido hombres y mujeres devotos cuyas heridas eran muy profundas y que terminaron eligiendo la desesperación. Por lo que presencié en ellos, me di cuenta de que es posible estar tan encerrado en su angustia que ya uno no puede aceptar ninguna esperanza de la Palabra de Dios. Estas personas ya no confiaban en lo que les decían, ni siquiera en la Biblia. Quedaron tan atrapados en sus decepciones que nada pudo librarlos de la desesperación.

¿Y tú? ¿Continúas sintiendo dolor y decepción como si no tuvieras a Dios? ¿Todavía puedes reunir una pequeña medida de fe? El Señor constantemente nos está declarando quién es Él, prometiéndonos lo que Él obrará y esperando que vayamos a Él confiadamente.

Isaac le dio a su hijo Jacob una bendición inusual que lo ayudó a superar sus profundas desilusiones.

Cuando Isaac envió a su hijo Jacob a Padan-aram, no le dio nada para el viaje, ni ganado, ni cabras ni burros, ni siquiera un sirviente. Esto era muy inusual porque en aquellos días se pensaba que las cosas materiales representaban la bendición de Dios. Nadie en esa familia sabía las atroces pruebas que Jacob iba a enfrentar. Sin embargo, Isaac le dio a su hijo algo que le permitiría afrontar cualquier crisis, un tesoro mayor que todas las riquezas del mundo. Le dio una bendición específica.

“Entonces Isaac llamó a Jacob, lo bendijo y le mandó diciendo: —No tomes esposa de entre las mujeres de Canaán. Que el Dios Todopoderoso te bendiga, te haga fecundo y te multiplique hasta que llegues a ser multitud de pueblos. Que él te dé la bendición de Abraham, lo mismo que a tu descendencia, para que poseas la tierra en que habitas, la cual Dios ha dado a Abraham.” (Génesis 28: 1, 3-4).

Años antes, Dios se había revelado al padre de Isaac, Abraham, como el Señor todopoderoso. Dios sabía que Abraham enfrentaría muchos desafíos y decepciones, así que le dijo: “Después de estas cosas vino la palabra del SEÑOR a Abram en visión, diciendo: —No temas, Abram. Yo soy tu escudo, y tu galardón será muy grande.” (Génesis 15: 1). El Señor estaba diciendo, en esencia, “Soy todo lo que necesitarás. Seré tu guardián, fiel para protegerte, para que no te ocurra ningún daño. Yo también seré tu gran recompensa. Simplemente cree que soy todopoderoso y estoy a favor tuyo”.

Abraham creyó a Dios, y el Señor cumplió su palabra. Abraham se convirtió en un testimonio para todo el mundo de que Dios verdaderamente es todopoderoso con todo poder y autoridad.

Por eso los escritores del Nuevo Testamento alaban tanto a Abraham. Dio un paso adelante con fe sin nada más que la Palabra y el nombre de Dios. Abraham viviría entre enemigos que podrían destruirlo en cualquier momento. Tenía solo un pequeño clan para comenzar, pero Dios lo prosperó y lo protegió ya que él confiaba en el nombre del Todopoderoso.

Isaac, el hijo de Abraham, también conocía al Señor como Dios Todopoderoso. Así que cuando envió a su hijo Jacob al mundo, Isaac puso su mano sobre él y le dijo, en esencia, "Te irá bien si ejercitas la fe de tu abuelo Abraham, que sobrevivió a todas sus pruebas porque se mantuvo firme en el nombre de Dios. Él confió en el poder de Dios Todopoderoso, y ese Dios es tu Dios también”.

Durante su viaje a Padan-aram, Jacob recibió una revelación de Dios que fortaleció su fe.

En medio de la noche, Jacob tuvo un sueño en el que vio una escalera que se extendía desde la tierra hasta el cielo con ángeles subiendo y bajando por ella. Dios declaró sus bendiciones y providencia sobre Jacob a través de esta imagen de una escalera. Fue una visión del ininterrumpido sistema de suministro y provisión divina de parte de Dios para su pueblo en la tierra.

Hoy, el pueblo de Dios no necesita tal escalera porque Dios nos ha dado algo mejor. Verás, Jesús bajó la escalera y ahora vive en nosotros. Sí, los ángeles ministradores todavía nos protegen, pero tenemos al Dios viviente mismo morando en nosotros. Él es nuestra provisión y suministro inagotable.

Además, Jesús bajó la escalera para experimentar nuestra angustia y desilusiones. De hecho, tomó todas estas cosas sobre sí mismo, sintiendo todo tipo de decepción que podamos enfrentar: mentiras, rechazo, traición y abuso. Ahora nuestro Señor todopoderoso, que se reveló a Abraham y Jacob, nos trae su gracia y poder divinos para enfrentar todas las desilusiones.

“Y a aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o pensamos, según el poder que actúa en nosotros” (Efesios 3:20). Pablo nos instruye que recurramos a este poder libremente. “Finalmente, hermanos míos, fortaleceos en el Señor y en el poder de su fuerza” (Efesios 6:10).

Pablo también nos dice que todo el que confía en el Señor tiene la bendición de Abraham. “Por lo tanto, sepan que los que se basan en la fe son hijos de Abraham. Y la Escritura, habiendo previsto que por la fe Dios había de justificar a los gentiles, anunció de antemano el evangelio a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones. Desde luego, los que se basan en la fe son benditos junto con Abraham, el hombre de fe.” (Gálatas 3: 7, 9).

¿Porque es tan importante que sepamos sobre el nombre de Dios y su palabra para superar nuestras desilusiones?

Éxodo nos dice que el Señor descendió en una nube y proclamó su nombre a Moisés. “Entonces descendió el Señor en la nube, y se presentó allí a Moisés; y este invocó el nombre del Señor.” (Éxodo 34: 5). Asimismo, Isaías dice que todo creyente debe “confiar en el nombre del Señor y apoyarse en su Dios” (Isaías 50:10). ¿Qué significa todo esto? ¿Por qué es tan importante para nosotros el nombre de Dios?

Digamos que estás luchando contra un pecado abrumador. Puedes pensar: “Mis tentaciones y deseos son demasiado fuertes para que los pueda manejar”. El Señor responde: “¡No! Todo el poder del Todopoderoso reside en ti a través de mi Espíritu. Al darte mi nombre, te he dado mi fuerza, un brazo poderoso. El mío es un nombre en el que puedes confiar”.

Puedes decirme: “Pero, hermano David, me temo que Dios ya ha terminado conmigo. He fallado demasiadas veces. Puede que ahora no esté dispuesto a ayudarme. Sí, sé que Dios es todopoderoso, pero puede que sea demasiado tarde para mí”.

El Señor te respondería: “No te desanimes. Mi nombre no solo es fuerte y todopoderoso, sino también misericordioso. Estoy muy dispuesto a ayudarte. Tengo toda la gracia y la misericordia que puedas necesitar”.

Puedes responder: “Pero, Señor, no tengo nada bueno que traerte. Simplemente no hay nada que valga la pena en mí”.

Dios responde: “Mi nombre es fuerte, omnipotente, misericordioso; sin embargo, también soy lleno de gracia y bondad. No te ofrezco mi ayuda porque pueda ver algo bueno en ti. Lo hago porque soy Dios y toda bondad reside en mí”.

Puedes responder: “Pero he estado pecando durante décadas. Me he hundido demasiado en mi pecado. ¿Cómo puedes tener piedad de mí?”.

Nuevamente, el Señor les dice: “Mi nombre es fuerte, omnipotente, misericordioso y clemente. Sin embargo, tengo otra cualidad en la que puedes confiar: la paciencia”.

Ahora puedes pensar: “Pero he roto todos los votos que te hice. No puedo contar las veces que te he entristecido pecando, fallando, mintiendo y engañando”.

El Señor responde: “Mi nombre es fuerte, todopoderoso, misericordioso, lleno de gracia y paciente. Sin embargo, mi nombre tiene otra cualidad para cubrirte. “El Señor pasó frente a Moisés y proclamó: —¡Jehová, Jehová, Dios compasivo y clemente, lento para la ira y grande en misericordia y verdad, que conserva su misericordia por mil generaciones, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado” (Éxodo 34: 6-7)! No gasté toda mi misericordia en Israel, Pablo, Pedro o la iglesia del Nuevo Testamento. Tengo mucha misericordia reservada para ti”. El maravilloso nombre del Señor es suficiente para cada desilusión, angustia y fracaso que hayamos sufrido.

Dios te está hablando ahora mismo, diciéndote que salgas de tu angustia y le des la espalda a todas las desilusiones. Quiere que sepas que Dios mismo, Él es tu suministro inagotable y que te proporcionará todo lo que necesitas para cada batalla. Él está diciendo: “Déjame convencerte de que soy todo lo que necesitas. Déjame hacer todo por ti. Simplemente cree en mi bendición y en mi nombre. Te volverás totalmente dependiente de mí y tu decepción se convertirá en alegría y paz. ¡Déjame ser Dios para ti!” Amén.

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