UN DERRAMAMIENTO DEL ESPÍRITU SANTO

Gary Wilkerson

El poder de enfrentar la tribulación comienza con la oración celosa

La Biblia nos dice que en los últimos días, la iglesia experimentará tiempos peligrosos. El mal se volverá tan penetrante que muchos se alejarán de la fe y arrastrarán a otros con ellos. Pablo advirtió a su aprendiz Timoteo que evitara que los cristianos “que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella” (2 Timoteo 3:5). Juan de Patmos habló de los creyentes cuya fe tibia enfurecía tanto a Dios que los escupiría de su boca (ver Apocalipsis 3:16). Jesús dijo que incluso los Cristianos devotos serán tentados a alejarse. “Porque los falsos cristos y los falsos profetas se levantarán y realizarán señales y prodigios, para desviar, si es posible, a los elegidos” (Marcos 13:22).

En medio de la tribulación, sin embargo, Dios siempre tiene buenas nuevas para su pueblo. La iglesia de Cristo en realidad nació en un mundo de maldad y crueldad, sujeto al dominio Romano. Hechos nos dice: “Se reunieron los reyes de la tierra, y los príncipes se juntaron en uno contra el Señor, y contra su Cristo.” (Hechos 4:26), sin embargo, el mismo pasaje dice que incluso los principados más poderosos operan en vano: “¿Por qué se amotinan las gentes, y los pueblos piensan cosas vanas?” (Hechos 4:25).

Muchos de los primeros creyentes fueron llevados hasta la muerte por su fe, sin embargo, eso encendió una poderosa diáspora del evangelio hacia toda Asia cuando los cristianos fueron expulsados de Jerusalén. Las buenas nuevas de Cristo se afianzaron en todas partes cuando las personas experimentaron su amor salvador y sus obras milagrosas a través del testimonio fiel de sus seguidores.

Incluso en los tiempos más difíciles se verá un aumento del reino de Dios, nacido de las fervientes oraciones de su pueblo.

Cuando la agitación abunda en el mundo y nos enfrentamos a un ataque del mal, nos dirigimos a Dios para discernir los tiempos y percibir el movimiento de su Espíritu. Esto es exactamente lo que hizo la primera iglesia. Bajo una intensa persecución, la gente oró: “Y ahora, Señor, mira sus amenazas, y concede a tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra, mientras extiendes tu mano para que se hagan sanidades y señales y prodigios mediante el nombre de tu santo Hijo Jesús.” (Hechos 4:29-30).

¿Qué resultó de su oración? El siguiente versículo nos lo dice. “Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios.” (Hechos 4:31). El clamor de su corazón los llevó a ser llenos del Espíritu. No fueron silenciados por la tribulación, sino que fueron llenos de poder para hablar del evangelio aún más poderosamente.

No estamos viviendo en tiempos ordinarios. Si queremos ver el poder de Dios actuar en estos días, necesitamos clamar en oración como lo hizo la iglesia primitiva. Estar satisfecho con una media medida del Espíritu no será suficiente para poder pasar estos tiempos. Necesitamos ser llenos como lo fueron los primeros cristianos, empoderados para hablar “la Palabra de Dios con audacia”. Luego veremos que las tramas y los planes de los poderes malignos quedarán en nada.

Jesús nos da ejemplo de oración profunda, ferviente y llorosa. Hebreos nos dice: “Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente.” (Hebreos 5:7). Cuando Cristo oró para ver el reino de su Padre, fue “con fuerte clamor y lágrimas”.

Pablo estaba lleno del mismo celo lloroso sobre su propio tiempo. “Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo” (Filipenses 3:18).

Entonces, ¿qué sucede si la iglesia permanece inmóvil por el aumento del mal en el mundo? ¿Qué sucede si continuamos en apatía, sin preocupación, sin quebrantamiento de corazón o súplica celosa para ver a Jesús alzarse? Juan ya nos ha dado la advertencia de Dios: “Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca.” (Apocalipsis 3:16).

Incluso en el Antiguo Testamento, David no estaba satisfecho con una medida a medias del Espíritu de Dios.

David conocía los peligros de una fe que se había secado y endurecido. A lo largo de los Salmos, lo vemos continuamente buscando un toque fresco del Señor. Confiesa sus desvíos de los mandamientos de Dios y le ruega que mantenga sus pasos rectos.

Ese es también el deseo del autor del Salmo 42. Considera el hambre de este corazón celoso y reverente. “Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios?... Un abismo llama a otro a la voz de tus cascadas; Todas tus ondas y tus olas han pasado sobre mí.” (Salmo 42:1-2, 7).

Este clamor por tener más de Dios fue realizado durante un tiempo de oscuridad. El salmista estaba siendo insultado y burlado por sus creencias. “Diré a Dios: Roca mía, ¿por qué te has olvidado de mí? ¿Por qué andaré yo enlutado por la opresión del enemigo? Como quien hiere mis huesos, mis enemigos me afrentan, Diciéndome cada día: ¿Dónde está tu Dios? '". (Salmo 42:9-10).

Sin embargo, el salmista nunca perdió la esperanza, recordándose a sí mismo la fidelidad de Dios a pesar de los tiempos más difíciles. “¿Por qué te abates, oh alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío.” (Salmo 42:11).

De hecho, los Salmos no nos prometen tragedia, sino una cosecha gloriosa. Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán. Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla; Mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas.” (Salmo 126:5-6).

¡Qué noticia tan impresionante! A pesar de los asaltos de los poderes malignos, la iglesia de Cristo va a levantar una cosecha. Incluso en esos tiempos - especialmente en esos tiempos - se nos encarga tener un impacto indescriptible en una sociedad empeñada en su propia destrucción.

Los fuertes gemidos de la tierra son el método de Dios para llevar a cabo una obra gloriosa en su pueblo y la salvación de los perdidos.

Si bien podemos ver un nivel aún mayor de hostilidad hacia Dios, también veremos un mayor deseo entre los Cristianos de ver a Jesús levantado. En este momento, Dios está usando los tiempos para quemar la paja en los corazones de su pueblo, eliminando todo lo que ahoga un hambre santa por él.

En un momento en que Satanás ha oscurecido las mentes con el engaño, veremos surgir un testimonio. Todo corazón que tenga hambre de justicia, sembrando lágrimas sobre un mundo quebrantado, será alimentado por el Señor mismo. Él llenará nuestras mentes con visiones gloriosas y nuestras bocas con palabras proféticas que nunca habíamos pensado ser capaces de hablar. “Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones.” (Joel 2:28).

Todos nuestros clamores angustiados se convertirán en testimonios alegres en lugares públicos. El nombre de Jesús, anteriormente dejado de lado, se convertirá en un faro para todos cuyos corazones les fallan por miedo. Seremos abordados por almas hambrientas de significado y propósito, hambrientas de soluciones terrenales y promesas eternas. Vendrán a nosotros en nuestro vecindario, en el cubículo de nuestra oficina y en nuestro alojamiento universitario, diciendo: “Por favor, ¿puedo hablar contigo? Mi vida se está rompiendo en pedazos, y veo algo diferente en ti. Mientras el mundo entero se desmorona, tú tienes paz. ¿Me ayudarías a entender lo que tienes?”

Justo cuando los enemigos de Dios sientan la victoria, sus complots y planes serán en vano. El cuerpo de Cristo ofrecerá este testimonio: “Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte.” (Apocalipsis 12:11). El final de la historia es bueno porque a pesar de toda la desesperación mundial, conocemos al autor que lo está escribiendo.

Escucho a muchos Cristianos decir: “El mundo no está peor ahora que nunca. Las cosas siempre han sido así”.

Algunos cristianos afirman: “Cada generación tiene predicadores del día del juicio final. Siempre han dicho: 'Este es el momento más vil de la historia'. Pero Satanás está continuamente derramando el mal. Él nunca se da por vencido”.

Es cierto que el diablo no ha cambiado su táctica. La diferencia hoy es que está encontrando multitudes de oídos más receptivos. Cuanto mayor es el terreno que gana, más busca reclamar. Está despertando pensamientos más depravados, instando a aquellos que se oponen a Dios a alcanzar  nuevos límites de impiedad, pensando: “No es suficiente. ¡Quieres más!”

Por favor, comprendan, las personas con mentes oscuras no son nuestros enemigos. No debemos juzgar a aquellos que persiguen estilos de vida diferentes a los nuestros. Debemos amarlos con el amor que nos ha mostrado Jesús, presentarles las mismas buenas nuevas que nosotros recibimos como pecadores que requieren perdón y salvación.

Por el Espíritu Santo, nos imagino ahogando los gritos del mundo con los nuestros: “¡No es suficiente! Debe haber más del Espíritu de Dios en nuestros corazones, más audacia para predicar sus buenas nuevas, más rectitud para defender la justicia, más poder para romper el control de Satanás sobre cada corazón que domina”.

¿Despertarás tu espíritu para buscar a Dios por más de su Espíritu, más lágrimas por un mundo quebrantado, más hambre de ver a Jesús obrar a través de ti? Quiero ser alguien que diga: “Lo que veo hoy no es suficiente. Llename Señor, úsame, actúa a través de mí para llevar tu reino, para la gloria de tu nombre”. Confío en que te unirás a mí para suplicar por un derramamiento de su Espíritu como nunca antes. ¡Amén! 

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