NO DEJARÉ DE CONFIAR EN DIOS
El escritor de Hebreos nos dice: “No tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” (Hebreos 4:15).
La mayoría de los cristianos están familiarizados con este versículo; nos dice que nuestro sumo sacerdote, Jesús, siente nuestros sufrimientos junto con nosotros. Él está personalmente conmovido por todos nuestros dolores y la confusión y desesperación que enfrentamos. Debido a que tenemos tal gran sumo sacerdote, se nos instruye: “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (4:16). Se nos dice: “Tu Salvador sabe exactamente por lo que estás pasando y sabe exactamente cómo ministrarte su gracia”. Cuando tenemos una gran necesidad, ¿cómo "hallamos gracia”, tal como lo sugiere Hebreos?
Cuando la calamidad te golpea, tienes una elección: O confías en Dios o lo culpas. Cuando Job y su esposa experimentaron la trágica pérdida de su familia y el desastre de su condición física, ellos eligieron dos reacciones completamente diferentes. Su esposa se amargó y acusó a Dios neciamente, ¡incluso instando a su esposo: “Maldice a Dios y muérete”! (Job 2:9).
Job también se afligió profundamente y tuvo gran dolor físico, pero él confiaba en Dios en medio de todo. Él dijo que, aunque no entendiera nada de lo que estaba sucediendo: “Aunque él me matare, en él esperaré” (Job 13:15). Efectivamente, Job estaba diciendo: “No importa si estas llagas me llevan a la tumba. Saldré confiando en el Señor y nunca abandonaré mi confianza en el hecho de que él sabe lo que está haciendo. Él tiene algún propósito eterno y yo confiaré en él hasta mi último aliento”.
¡Qué gran confianza había en el corazón de Job! Y la magnífica verdad es que esta misma confianza en nuestro Padre amoroso puede ser nuestra si ponemos nuestra confianza en él.