NO HALLANDO TROPIEZO EN JESÚS
Tentar al Señor comienza cuando Dios permite que una crisis en nuestras vidas se intensifique. ¿Por qué lo hace? ¿Qué está buscando? ¡Nuestro Señor permite que esto suceda para que él pueda alcanzar las últimas raíces de nuestra incredulidad! Su Espíritu va a todas las habitaciones de nuestro corazón, buscando las cosas más condenables: orgullo, autosuficiencia y todo lo demás que obstaculiza su plenitud en nosotros.
En resumen, esto es lo que significa tentar a Dios. Sucede cuando sus elegidos, sus benditos, son puestos en el fuego de la prueba y su crisis se vuelve cada vez más intensa hasta que el miedo se apodera de sus corazones y claman: “Señor, ¿dónde estás? ¿Dónde está mi liberación? ¿Estás conmigo o no?”
Juan el Bautista enfrentó el tipo de prueba que puede llevar a tentar a Dios. Mientras él estaba sentado en prisión, debe haberse preguntado dónde estaba Dios en esta situación. Le habían llegado noticias de todas las cosas maravillosas que Jesús estaba haciendo: sanando personas, haciendo milagros, atrayendo multitudes que alguna vez siguieron a Juan. Y ahora, aquí estaba sentado solo, esperando la ejecución.
Juan sabía que tenía que menguar para que Cristo pudiera crecer, pero ahora un pensamiento cruzaba por su mente: “Menguar, sí; pero, ¿morir? ¿Por qué tengo que morir si Jesús es verdaderamente Dios? Señor, esto es demasiado para soportarlo”.
Las últimas palabras que Jesús envió a Juan fueron increíblemente significativas: “Bienaventurado es el que no halle tropiezo en mí” (Mateo 11:6). Cristo le estaba diciendo a este siervo piadoso: “No te ofendas conmigo, Juan. Dios tiene un plan en todo esto y él es digno de confianza. Si él hubiera querido que yo fuera y te liberara, tú sabes que yo estaría allí en un momento. ¡Puedes estar seguro de que el producto de todo esto será para su gloria y significará la gloria eterna para ti!”
Juan sí soportó. Y cuando finalmente fue decapitado por Herodes, se fue a casa a la gloria, lleno de fe y honra.