NUESTRA SEGURIDAD COMO HIJOS DE DIOS
Jesús llamó al Espíritu Santo “El Consolador”. “El Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Juan 14:26, cursivas mías). Una cosa es conocer al Espíritu Santo como nuestro Consolador, pero también debemos saber cómo nos consuela para poder distinguir qué consuelo es de la carne y qué consuelo es del Espíritu.
La manera de consolar del Espíritu Santo se describe claramente en las Escrituras. No importa cuál sea el problema, la prueba o la necesidad, su ministerio de consolación se logra al traer la verdad: “Os dará otro Consolador... el Espíritu de verdad” (Juan 14:16-17).
El hecho es que nuestro consuelo surge de lo que sabemos, no de lo que sentimos. Sólo la verdad gobierna los sentimientos, y el ministerio consolador del Espíritu Santo comienza con esta verdad fundamental: Dios no está enojado contigo. ¡Él te ama! “Y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (Romanos 5:5). El significado griego aquí es incluso más fuerte de lo que sugiere la traducción. Dice que el amor de Dios es causado a “salir a borbotones” en nuestros corazones por el Espíritu Santo.
El enemigo puede venir como un diluvio, trayendo miedo, culpa o estrés, pero podemos invocar de inmediato esta oración: “Espíritu Santo, minístrame, enséñame y recuérdame las promesas de Jesús acerca de mi seguridad como hijo de Dios”.
“No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar” (1 Corintios 10:13). Pablo dice que estás luchando la misma guerra que experimentan los santos piadosos en todo el mundo. Tu prueba no es algo peculiar o específico para ti. No importa por lo que estés pasando, el Espíritu Santo viene con la verdad que trae consuelo.