NUESTRO ALTO LLAMAMIENTO EN EL SEÑOR
Para el conteo, me imagino al apóstol Pablo siendo convocado. Todas sus victorias de almas ganadas se volverán a contar, así como todas las iglesias que estableció. Entonces muchos hombres y mujeres desconocidos de Antioquia serán llamados a pararse al lado de Pablo. Estas fueron las personas que ayunaron y oraron por el apóstol, que impusieron manos sobre él y lo enviaron como misionero. Ellos también fueron los que le ofrendaron con sacrificio.
¿Por qué se le dará una porción igual a la del apóstol? Porque ellos jugaron un papel en cada alma que Pablo ganaba, en cada iglesia que Pablo edificaba, en cada viaje que Pablo hacía.
Dios desea que todos descansemos y nos regocijemos en nuestro llamado. Muchos cristianos se sienten culpables por no servir en algún campo misionero del extranjero. Pero quedarse en casa es, también, un alto llamado en Jesucristo. Si tú amas al Señor y caminas en Su Espíritu, puedes estar seguro de tu llamado. La Palabra de Dios nos asegura: “Mas ahora Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como él quiso” (1 Corintios 12:18).
¿Ves lo que Pablo está diciendo? Si tú eres un anciano en una iglesia, tienes un alto llamamiento en el Señor. Como también lo tiene el maestro o la maestra de escuela dominical. Incluso lo mismo es verdad para cualquier madre soltera que lucha para criar a sus hijos para Cristo. Ella tiene un alto llamamiento, justo donde se encuentra.
Si eres un hombre de negocios, un abogado o un doctor, descansa en tu llamado. Si eres un vendedor, un mecánico, un maestro, un mesero, no tienes que forzar un llamado al campo misionero para poder agradar a Dios. A menos que el Espíritu mismo te esté inquietando, puedes descansar donde te encuentras.
“Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo…Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan, los que administran, los que tienen don de lenguas”.
¿Son todos apóstoles? ¿son todos profetas? ¿todos maestros? ¿hacen todos milagros? ¿tienen todos dones de sanidad? ¿hablan todos lenguas? ¿interpretan todos? Procurad, pues, los dones mejores. Mas yo os muestro un camino aun más excelente” (1 Corintios 12:27-31).