Nunca Más Extranjeros
Dios creó al hombre para tener comunión con él. Su intención eterna era que el hombre compartiera en su comunidad triuna de amor, aceptación, ternura y verdadero conocimiento mutuo. El pecado entró al mundo y destrozó todo este concepto de relación; y con el pecado vino la vergüenza, la alienación, la separación, la desesperanza. ¡Pero entonces Cristo apareció en la escena!
“En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz… Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios” (Efesios 2:12-14, 19).
Pablo aborda la transformación personal que viene por el poder de la cruz de Jesucristo. Pero también habla de traer paz y restauración a las relaciones interpersonales rotas. Donde una vez te relacionaste con otros con hostilidad, temor, separación y ansiedad, ahora puedes caminar en reconciliación, paz y amor. Eres hecho justo en Cristo; y ese muro de ira y resentimiento se ha ido. De ahora en adelante caminarás en amor, paz, aceptación, libertad y sanidad. Las palabras que se dicen hacia ti aún podrán doler, pero ya no levantarás un muro de hostilidad como lo has hecho en el pasado.
La Palabra de Dios lo aborda de esta manera: “Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres” (Romanos 12:18). En otras palabras, Dios te dará gracia para perdonar y extender misericordia a los demás, pero puede que no sea bien recibido. Sin embargo, puedes recordar que “en aquel tiempo estabas sin Cristo”, pero eso fue en el pasado. Ahora eres miembro de la familia de Dios y eres libre debido al sacrificio de Cristo. ¡En este maravilloso lugar nuevo, ahora tú caminas en su victoria!