ORA Y NO DESMAYES
“También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar, diciendo: Había en una ciudad un juez, que ni temía a Dios, ni respetaba a hombre. Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él, diciendo: Hazme justicia de mi adversario. Y él no quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre, sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia”.
“Y dijo el Señor: Oíd lo que dijo el juez injusto. ¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles? Os digo que pronto les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” (Lucas 18:1-8).
A través de esta parábola, Jesús enseñó a sus discípulos un importante principio de oración. Él no sólo les habló acerca de la oración, sino que les mostró, a través del impacto de esta parábola, el estilo de vida de la oración persistente. Él deseaba que ellos comprendieran firmemente la vida de oración que él les había enseñado.
Cuando engancharnos en la oración, muchos de nosotros sentimos deseos de darnos por vencidos en los primeros minutos. La primera media hora puede parecer miserable, pero Jesús nos muestra en esta parábola que hay una recompensa si no nos detenemos. Hay una bendición que Dios quiere dar a su pueblo.
Las palabras de Jesús están escritas para nuestro aliento y edificación y son tan reales para nosotros hoy como lo fueron para sus discípulos. Él nos anima a no darnos por vencidos porque comúnmente nos damos por vencidos demasiado pronto. Justo cuando la victoria está en el horizonte, dejamos de orar. Pero si le ponemos presión a la carrera para completarla, recibiremos la bendición que Dios preparó.