Oyendo la Voz de Dios
Una de las mayores bendiciones que tiene un verdadero creyente es conocer la voz de Dios. Es posible escuchar la voz de Dios hoy tan ciertamente como lo hicieron Abraham y Moisés, tan claramente como lo hicieron Samuel y David, tan seguramente como lo hicieron Pablo, Pedro y los apóstoles.
Dios siempre ha buscado un pueblo que honre y tema su voz. Sin embargo, en nuestros días muchas voces se están levatando fingiendo ser la voz de Dios y miles de personas están siendo desviadas. Ponen sus propias vidas en manos de un maestro o predicador que luego se convierte en Dios para ellos. Pero nadie es infalible y necesitas conocer y oír la voz de Dios directamente para juzgar lo que se enseña.
Además, dentro de nuestros corazones hay muchas voces que se levantan, todas ellas pretendiendo ser la voz de Dios. Si confías en cualquiera de estas voces sin probarlas todas con la Palabra de Dios, ¡serás desviado! Existe la voz de nuestra carne, la voz de nuestra obstinada voluntad, la voz del enemigo y la voz del mundo. Todas ellos son dulces, gentiles y te prometen: “¡Dios te lo está diciendo!”
Permíteme decirte quién está seguro de ser engañado: es ese cristiano que cree que no puede ser engañado, el que una vez escuchó realmente, pero ahora se mueve por impresiones y voces que no han salido del lugar secreto. No somos infalibles y no toda palabra que recibimos es de Dios.
Sólo aquellos que valoran la voz del Maestro lo suficiente como para esperarlo lo oirán. Dios nos dice: “Si quieres oír mi voz, ora en el lugar secreto y te recompensaré abiertamente” (ver Mateo 6: 6). El ajetreo, la lujuria, la codicia y los afanes de la vida pueden ahogar su voz.
¡Dios quiere hablarte una palabra fresca hoy! Si quieres oír su voz correctamente, quedate solo con él. Su presencia siempre acompaña a su voz y si pasas tiempo en su Palabra, el Espíritu Santo confirmará todo con las Escrituras. Ese es el camino hacia el verdadero gozo y paz.