Parados firmes en Tiempos Engañosos
A medida que se acerca el tiempo de la venida de Cristo, el diablo abrirá las compuertas del infierno contra el pueblo de Dios. Vemos que esto ya sucede dentro de los muros de la iglesia, ya que Satanás se ha infiltrado en la casa de Dios con sutiles mentiras y falsas doctrinas. Multitudes de engaños y herejías están girando en torno de la iglesia; y los cristianos sin discernimiento se lo están tragando todo.
¿Cómo podrán los creyentes ser capaces de resistir en tales tiempos? El Señor responde a esta pregunta prometiendo asumir los problemas él mismo. “No los temáis; porque Jehová vuestro Dios, él es el que pelea por vosotros” (Deuteronomio 3:22). Nuestro Padre nos asegura: “¡No tengas miedo! Yo voy a tomar este asunto en mis propias manos y te daré poder contra cada ataque del enemigo”.
Podemos aprender a luchar contra el enemigo yendo al Antiguo Testamento y presenciando las lecciones de piedad registradas allí. Una de las primeras lecciones que extraemos del Antiguo Testamento es cuánta seguridad tiene un hijo de Dios cuando confía en la sangre. En la noche de la Pascua, ni un solo israelita estaba en peligro por el ángel de la muerte que arrasó Egipto. Todo hombre, mujer e hijo de Dios descansaba seguro bajo la cubierta de sangre que se extendía en las puertas de sus hogares. “Y la sangre os será por señal en las casas donde vosotros estéis; y veré la sangre y pasaré de vosotros, y no habrá en vosotros plaga de mortandad cuando hiera la tierra de Egipto” (Éxodo 12:13).
Esta imagen de seguridad en el Antiguo Testamento representa el poder protector de la sangre de nuestro Señor sobre sus hijos hoy. Como cristianos, debemos ser personas creamos y confiemos; que tengamos la sangre de Cristo rociada en los postes de nuestros corazones.
A pesar de que hemos sido salvos y asegurados por la sangre de Cristo, seguimos envueltos en una batalla contra principados abrumadores, poderes satánicos y fortalezas demoníacas. Debemos reclamar el poder que está disponible para nosotros a través del Nuevo Pacto de Dios, ¡pero ese poder viene sólo por fe!