PON EL ASUNTO EN LA MANO DE DIOS
Jesús dijo: “El que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí” (Mateo 10:38). Y también: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame” (Mateo 16:24). Pablo también declaró: “Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo” (Gálatas 6:14).
Muchos creyentes luchan por mucho tiempo para ser obedientes al Señor, esforzándose seriamente por vivir una vida santa y por ser puros. Podrían quizás llegar a un lugar de la nada, ese lugar donde nadie en la tierra puede ayudar, y ellos saben que a menos que el Señor venga a cambiarlos, esto no sucederá.
Es bueno comprender que Jesús mismo era Dios en carne, sin embargo, él necesitaba la dirección del Padre. “Respondió entonces Jesús, y les dijo: De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente. Porque el Padre ama al Hijo, y le muestra todas las cosas que él hace... no puedo yo hacer nada por mí mismo” (Juan 5:19-20, 30).
Si Jesús necesitaba ayuda y dirección en cada paso, ¿cuánto más indefensos estamos sin el mismo amor y dirección del Padre? Jesús dijo que nuestro Padre nos amaba y, por lo tanto, nos mostró “todas las cosas que él hace”. Si estamos en Cristo y su Padre es nuestro Padre, entonces nosotros también somos muy amados. Es en estos tiempos de sentirse abandonados que nos volvemos totalmente dependientes de él.
Rinde tu voluntad y deja de luchar y esforzarte. Pon el asunto completamente en las manos de Dios, él se hará cargo. Su Espíritu te sacará de la muerte y te levantará a una novedad de vida. Esta verdad es la única esperanza para aquellos de ustedes que han perdido toda esperanza en su lucha por caminar en obediencia.