Por que el mundo odia a los cristianos

Jesús les dijo a sus discípulos, “No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto.” El rápidamente añadió estas palabras solemnes: “y vuestro fruto permanezca.” (Juan 15:16).

Las palabras de Cristo aquí son aplicables a todos sus discípulos, en cada época. Él nos esta diciendo, en esencia, “Asegúrate que tu fruto soportara el Día del Juicio.”

La palabra “fruto” significa haciendo el trabajo y ministerio de Cristo aquí en la tierra. Como creyente, soy escogido y ordenado a ir a todo el mundo y predicar el evangelio de Cristo. Más aun, como un ministro de ese evangelio, soy llamado a hacer y entrenar verdaderos discípulos.

Ahora bien, hay tal cosa como una falsa conversión. Jesús advirtió a los Fariseos, “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, Porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito y, cuando lo conseguís, lo hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros.” (Mateo 23:15).

Estas son palabras fuertes, pero vienen del Señor mismo. Y Jesús dirigió esas palabras a judíos celosos y prosélitos. Estos eran estudiosos de la Biblia, hombres quienes conocían las Escrituras.

Puedes pensar, “¿Cómo puede ser que lo que Jesús dijo sea posible? ¿Cómo puede ser que aquellos que buscan convertir hagan que los perdidos pasen a una condición peor?” Jesús contesta esto. Cuándo él gritó, “¡Hipócritas!”; él estaba declarándoles a los Fariseos, “Su fruto es malo.” Y él les advirtió, “por esto recibiréis mayor condenación.” (23:14).

Los Fariseos a los cuales Jesús se dirigió estaban más preocupados con los números en vez de ver una verdadera obra de conversión, tomar lugar en los corazones de la gente. Jesús les dijo, en efecto:

“Ustedes les están cerrando los cielos a sus tales llamados ‘convertidos.’ Y esta sucediendo porque ustedes no tienen palabra de Dios en su propia vida. Ustedes van a tal extremadas labores planeando hacer convertidos. Pero, en realidad, están cerrándoles los cielos a la gente que alcanzan.”

Trágicamente, vemos el mismo espíritu dividiendo a muchos en la iglesia hoy. Me pregunto si Jesús diría algo similar a muchos pastores encargados sobre la casa de Dios: “Ustedes recorren mar y tierra por nuevos conceptos, ideas, y programas. Y todo es para que la gente entre a la iglesia. Han sido mordidos por la hipocresía de los números. Ustedes miden el éxito por él numero de cuerpos que llenan sus asientos.”

Puedo decirles que en nuestra iglesia no todo el que se llama cristiano es un verdadero convertido, un creyente salvo. Al mismo tiempo, puedo asegurarles que si tales personas vienen aquí y terminan siendo doblemente un hijo del infierno, no será por lo que escucharon del pulpito. No será a causa de un mensaje evangelio incompleto. No, será porque ellos rechazaron la verdad convencedora del Espíritu Santo.

Te pregunto: ¿dónde están los pastores quienes no suavizaran su mensaje por los altos y poderosos? ¿Dónde están los predicadores quienes están tan entregados a Cristo, que predican el mismo mensaje a reyes que les predican a los pobres y despreciados?

Tiemblo al pensar que es posible para mí, o cualquier otro predicar del evangelio, cerrar el cielo y hacer que los ‘convertidos’ sean dos veces hijos del infierno. Pero esta sucediendo hoy en día, todo por la necesidad de algunos ministros de ser amados y alabados por los demás. Ellos comprometen la verdad a cambio de ser aceptados por el mundo.

Jesús se dirigió a esto. Él llamó a sus discípulos, y “en la audiencia” de toda la gente, dio una ardiente reprensión a los escribas religiosos:

En resumen, él le estaba diciendo a la gente, “Cuídense de los pastores que les encanta la adulación de los hombres. Tenga cuidado de hombres Bíblicos que buscan el afecto y aplauso de la gente. Sea cuidadoso de lideres de iglesia que quieren la aprobación de la sociedad.”

Una iglesia que es aceptada y aprobada por el mundo es un oxímoro, una contradicción en términos. Es una imposibilidad. Según Jesús, cualquier iglesia que es amada por el mundo es del mundo, y no de Cristo:

“Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os odia.” (Juan 15:19).

Mi vida ha sido grandemente influenciada por los escritos de George Bowen, un misionero Presbiteriano quien trabajó en India desde 1838 hasta 1879. Bowen dejo todo su apoyo misionero para mudarse en un barrio pobre y vivir como los nativos. Él llevó una existencia muy frugal, cerca de la pobreza. Pero a causa de esa elección, el dejo atrás un testimonio del verdadero poder de vivir en Cristo. Este hombre piadoso avisó acerca de un espíritu anticristo que se aproximaba. Él identificó este espíritu anticristo como “el espíritu de la sociedad moderna.” Según Bowen, este espíritu anticristo infiltraría la iglesia Protestante con la mentalidad, métodos y morales de la sociedad.

El espíritu anticristo continuaría su influencia hasta que la sociedad y la iglesia no se pudieran diferenciar. A través del tiempo, el mundo perdería su odio por la iglesia de Cristo y los verdaderos creyentes. Detendría su persecución, y la iglesia seria amada y aceptada por el mundo. Una vez que eso suceda, Bowen escribió, este espíritu anticristo habrá tomado el trono.

Varios meses atrás, mientras se abrían las puertas de Irak a organizaciones cristianas, el New York Times escribió un artículo derogatorio. Eso se puede esperar de la prensa liberal y secular. Ellos pueden aplaudir la distribución de alimentos en Irak, pero ciertamente no la predicación de Cristo.

Mas sin embargo, él articulo citaba a un estudioso evangélico, quien fue responsable de todo el esfuerzo. El lo denuncio completamente, diciendo que la iglesia debe meterse en sus propios asuntos. Este hombre Bíblico estaba avergonzado porque la iglesia estaba evangelizando. ¡Eso es una mentalidad mundana!

Vamos a encontrar enemigos en todas partes—gente que nos oponen en el trabajo, en nuestro vecindario, hasta en algunas iglesias—porque estamos cumpliendo la misión de Cristo.

Nuevamente, Jesús advierte, “¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!, porque así hacían sus padres con los falsos profetas.” (Lucas 6:26). Déjame preguntarte: ¿el mundo esta alabándote? ¿Eres el brindis del pueblo? ¿Te dan grandes alabanzas en eventos seculares? ¿Eres políticamente correcto en tus interacciones? ¿Están el alcalde, dignatarios y los famosos cómodos en tu presencia? Entonces escucha las palabras de Jesús para ti: “Hay algo falso en tu testimonio.”

Jesús mismo aclara: Si cualquier iglesia esta moviéndose en el poder del Espíritu Santo y cumpliendo su misión como el mando, esa iglesia será odiada y perseguida por el mundo. Como Pablo, el pastor será considerado la inmundicia de la tierra. Y la iglesia será odiada por políticos y lideres impíos de la sociedad. También será despreciada por homosexuales, pornógrafos, y más aun por líderes religiosos deslizados quienes están espiritualmente muertos.

Sin embargo, Jesús le dice a esa iglesia:

“Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados seréis cuando por mi causa os insulten, os persigan y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestra recompensa es grande en los cielos, pues así persiguieron a los profetas que vivieron antes de vosotros.” (Mateo 5:10-12).

Un verdadero cristiano es amoroso, pacifico, perdonador y cuidadoso. Aquellos quienes obedecen las palabras de Jesús se sacrifican a sí mismos, son mansos y bondadosos. Ahora bien, la sabiduría común nos dice que no es natural odiar a aquellos que te aman, te bendicen y oran por ti. Más bien, la gente odia a aquellos que los abusan, roban y maldicen. Entonces, ¿por qué los cristianos son tan odiados?

Jesús dice simplemente, “Si el mundo os odia, sabed que a mí me ha odiado antes que a vosotros. …Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán;” (Juan 15:18, 20). ¿Por qué sucede esto? La iglesia, y cada ministro y creyente en ella, es odiado a causa de su misión. Ves, nuestra misión es mucho más que decirle a la gente perdida, “Jesús te ama.” Es más que tratar de acomodar y apaciguar a la gente.

Puede que te eches atrás sorprendido cuando yo te recuerde cual es nuestra misión. Sencillamente, nuestra misión como cristiano es quitarles a los impíos lo que es más precioso para ellos: justicia propia o fariseísmo. Es trasladarlos a una libertad que ellos piensan que es esclavitud. Es separarlos de pecados que maldicen, una bendición que ellos ven como terminando en aburrimiento y tristeza.

La cosa más preciosa para una persona mundana es su propia justificación. Piénsalo: él ha pasada toda su vida formando una buena opinión de sí mismo. Él ha hecho un ídolo a sus buenas obras. El mismo se alaba que es muy bueno de corazón y bondadoso con los demás. Sencillamente, él ha construido su propia Torre de Babel, un monumento a su bondad. Él esta seguro que es bastante bueno para el cielo, y demasiado bueno para el infierno.

Este hombre impío ha pasado años abatiendo y quemando su conciencia. Él ha aprendido a callar cada voz de convicción que viene a él. Y ahora él disfruta una paz falsa. Él esta tan engañado, ¡qué realmente piensa que Dios lo admira!

Y ahora, justo cuando él ha callado la voz de su conciencia, tú, un cristiano, se acerca. Y la verdad que tu traes habla mas fuerte que su conciencia muerta: “Si no naces de nuevo, no puedes entrar al reino del cielo.”

De repente, tú eres una amenaza en la mente de este hombre. Tú eres la persona que quiere privarlo de su seguridad que todo esta bien con su alma. Todo este tiempo, él pensó que estaba bien. Pero ahora tu le estas diciendo que todas sus buenas obras son como trapos de inmundicia.

Te digo, este hombre no te ve como alguien que trae buenas nuevas. No, a sus ojos tú eres un atormentador, alguien que viene a quitarle su sueño tranquilo en la noche.

Tales personas piensan que están bien con Dios simplemente porque van a la iglesia. Sin embargo, ellos han creado su propio concepto de quien Cristo es. Su cristo es alguien como ellos. Y ese cristo no es formado por al Palabra de Dios, sino por su propia ceguera.

Entonces apareces tú y le dices que sin arrepentimiento y un verdadero cambio de vida, ellos son rebeldes. Tu le dices que su integridad hecha por ellos mismos es una abominación a Dios. Y que en vez de estar en el favor de Dios, estarán bajo la ira de Dios si ellos siguen en su pecado.

Tú has llegado predicando la sangre de Cristo, un nuevo nacimiento, separación del mundo, un caminar de sumisión y obediencia. Mas tú estas diciéndole todo esto a gente que están convencidas que no necesitan nada. Ellos no pueden concebir como tales cambios pueden traer paz y felicidad. Para ellos, suena como un desierto seco y vacío.

Algunos predicadores leyendo esto pueden objetar, “Esa no es mi misión en lo absoluto. Yo nunca los confrontaría así.” Otros pueden decir, “Yo soy llamado para llevar el evangelio de amor y gracia. Por lo tanto, yo predico un mensaje que no es controversial.” Yo no puedo hablar por otros pastores, solo puedo hablar lo que conozco. Y por cincuenta años, he predicado a algunos de los pecadores más endurecidos y malos sobre la tierra: drogadictos, alcohólicos y prostitutas. Sin embargo, te digo, estos pecados son mucho menos resistentes a la verdad del evangelio que muchos de los que sientan en la iglesia y están ciegos a su condición.

Miles de los llamados creyentes a través de América están más endurecidos que cualquiera en la calle. Y ningún evangelio a medias, suave va a derribar los muros de su maldad.

Saulo de Tarso fue un hombre religioso endurecido. Un Fariseo entre los Fariseos, una figura recta en una sociedad altamente religiosa, Saulo lo tenía todo. Entonces, ¿fue Jesús a este hombre tomando una encuesta, preguntándole que le gustaría ver en un servicio en la sinagoga?

¡No! Saulo fue derribado a tierra por una luz cegadora, una explosión de la presencia de Cristo. Fue un encuentro perforador y contencioso que expuso el corazón de Pablo, señalándole su pecado.

Como un ministro del evangelio de Cristo, yo debo hacer lo mismo. Es mi negocio convencer a hombres y mujeres de su pecado. Debo advertirles del peligro que les espera si continúan en su camino. Y ninguna cantidad de adulación, o sutileza, o tratar de caerles bien puede cambiar su condición.

En términos claros, yo soy llamado a dirigir a la gente a que dejen todo para seguir a un Cristo a quienes ellos encuentran inatractivo. Solo el Espíritu Santo en mi puede lograr eso. No confunda lo que estoy diciendo aquí. Yo predico la misericordia, gracia y amor de Cristo a toda la gente. Y lo hago entre lágrimas. Pero lo único que va a perforar los muros erigidos por personas endurecidas es una explosión de la presencia de Jesús. Y eso ha salido de las bocas de pastores y feligreses contritos y en oración.

Este versículo pega al mismo corazón del porque somos odiados. Cuando fuimos salvos, “salimos del mundo.” Y aceptamos nuestra misión al insistir que otros “salgan del mundo.”

“Pero porque no sois del mundo… por eso el mundo os odia” (Juan 15:19). Cristo esta diciendo, en esencia, “El mundo los odia porque yo los llame a salir de su condición. Y eso significa que yo los llame de su compañerismo. Mas sin embargo, no tan solo los llame fuera. Yo, entonces, los envié para que llamen fuera a todos los demás.”

El espíritu anticristo protestante obra para obstaculizar esta separación de los cristianos del mundo. Hace ver posible para los creyentes permanecer en el mundo y aun considerarse cristianos.

Puede preguntar, “¿Qué exactamente quiere decir Jesús cuando dice ‘el mundo’?” El no esta hablando de lujurias impías, enloquecimiento por el placer, pornografía o adulterio. No, “el mundo” al cual Cristo se refiere no es alguna lista de practicas malas. Eso es solo parte. Muchos musulmanes han “salido” de todas estas cosas por su propia fuerza de voluntad y temor a la destrucción.

“El mundo” del cual habla Jesús es poca disposición a rendirse a su Señorío. En resumen, mundanalidad es cualquier intento de mezclar a Cristo con la voluntad propia.

Ves, cuando nos rendimos al Señorío de Cristo, nos apegamos a Jesús. Y somos dirigidos por el Espíritu Santo, paso a paso, a un caminar de pureza y rectitud. Comenzamos a agradecer la reprobación santa.

Me doy cuenta de esta verdad cada vez que voy a predicar. Mientras miro a la congregación desde el pulpito, esparcidos entre fieles creyentes enfrento a inconversos cada semana quienes han entrado aquí por primera vez. Algunas son exitosas personas de negocios, arduos, que se han hecho a si mismos. Otros vienen de todo caminar de la vida. Sin embargo todos están cargados con pecados secretos. Esta gente esta viviendo como les place, no bajo ninguna autoridad espiritual. Pero están vacíos y desilusionados. Están enfermos de perseguir los placeres que nunca satisfacen.

Yo puedo predicarles todo tipo de sermones acerca de principios y reglas de comportamiento, o como tratar con el estrés, o como tratar con el temor y la culpa. Pero ninguno de este tipo de predica saca a nadie “del mundo.” No cambia el corazón de nadie.

Simplemente tengo que decirle al inconverso que su voluntad propia, su confianza en si mismo y terca lucha por hacerlo todo a su manera lo destruirá. Y al final, le traerá tormento eterno.

Si yo no le doy este mensaje, entonces por siempre le he cerrado los cielos. Y lo he convertido doblemente un miembro del infierno. Su condición será peor que antes de entrar por nuestras puertas.

Tengo que llevar a ese hombre cara a cara con el mensaje de ser crucificado a su independencia. Tengo que mostrarle que él tiene que salir de su mundo engañoso de bondad propia. Tengo que decirle que no hay camino a la paz en esta vida excepto a través del rendimiento total al Rey Jesús. De otra manera, he engañado a este hombre. Y he cometido el horrible pecado del peor tipo de orgullo: lo he contado como un “convertido” para hacerme ver bien. ¡Que nunca sea así! Como ministro del evangelio de Jesucristo, estoy obligado a hablar su verdad a todo aquel que verdaderamente se arrepiente: “Serás odiado y perseguido de ahora en adelante.”

Con estas espantosas palabras, Jesús nos ofrece la prueba de tornasol de una iglesia y discípulo verdadero. Me pregunto de cuantas iglesias y cristianos se pueden decir estas palabras hoy: “el mundo no puede odiarte.”

Cristo esta diciendo, en esencia, “Ustedes han traído tanto del mundo a la iglesia—ustedes han diluido tanto mi evangelio—que el mundo los abraza. Ustedes se han convertido en amigos del mundo.” Santiago nos da esta advertencia en su epístola: “¿no sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo se constituye en enemigo de Dios.” (Santiago 4:4).

Por supuesto, Jesús era amigo de los políticos y pecadores. Pero también esta escrito que él estaba “separado de los pecadores.” (Hebreos 7:26). Él ministraba a los pecadores, pero como uno bajo sumisión a su Padre. Como él, nosotros somos llamados a estar en el mundo, pero no parte de él.

“Acordaos de la palabra que yo os he dicho:… Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán;” (Juan 15:20). Tú no tienes que buscar la persecución. No vendrá a causa de tu rendimiento en el trabajo, o tu raza, o tu apariencia. No, vendrá simplemente porque tú haces a Cristo tu Señor.

Dios tenga misericordia de cualquier cristiano a quien el mundo no odia. Y Dios ayude al político quien se planta por Cristo, el mundo lo odiara y dirá que tiene demonio.

Ahora déjame darte una palabra de ánimo. Aunque el mundo odie y persiga a los verdaderos discípulos de Cristo, encontramos un amor creciente y afecto piadoso entre los miembros de su iglesia. Ciertamente, aquello que hace que el mundo nos odie hace que nuestros hermanos y hermanas justos nos abrasen aun más.

En los por venir, el amor en la casa de Dios será más precioso. Seremos odiados por todo el mundo, mofados por los medios, ridiculizados por Hollywood, burlados por nuestros compañeros de trabajo, el hazmerreír por la sociedad. Pero cuando lleguemos a la casa de Dios, estaremos entrando a un lugar de amor increíble, como nos amemos unos a otros como Cristo nos amo. “Bienvenido a casa, hermano; bienvenida a casa, hermana. Este es el lugar donde eres amado.” Seremos edificados de nuevo, para seguir saliendo afuera como el Señor nos manda, con su evangelio verdadero.

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