PROCLAMANDO CON CONFIANZA
En un reciente devocional, escribí sobre el poder de la oración de petición. Hoy quiero hablar de algo aún más poderoso. Mientras estás pidiendo, estás clamando, pidiéndole a Dios el favor, el poder, para la victoria decisiva. Cuando esa petición ha encontrado su camino a tu mente y corazón, ha trabajado para llegar a tu fe; vas a salir de la petición y entrar en lo que yo llamo proclamación.
Estarás proclamando victorias, declarando lo que Dios ha dicho en Su Palabra: “Así dice el Señor”.
Estarás proclamando que Dios ha oído tu clamor y es hora de levantarte de tus rodillas. No me refiero a dejar de orar, sino decirle a Dios: “Lo he dejado todo ante ti. Te he traído mis quejas cientos de veces, como lo hizo David, y ya no hay más queja en mi corazón. En lugar de ello, hay una fuerte y poderosa seguridad de que todo está bien en mi alma. ¡Tú haces todas las cosas bien y yo seré un vencedor! ¡Venceré! Tú estar a favor de mí, no en contra de mí.
“Esta enfermedad en mi cuerpo se va! El estrés económico y el caos en que he estado viviendo está detrás de mí y me estoy moviendo hacia un nuevo nivel de fe. Mi hijo pródigo está regresando a casa. Mi hija pródiga está recibiendo a Jesús”.
Estás moviéndote en una nueva dirección, lejos del clamor de petición de: “¿Me ayudarás, por favor?” Ahora estás firmemente de pie en Su Palabra, creyendo que Sus promesas son siempre verdaderas y proclamando con confianza: “Dios es fiel a Su Palabra. Él no me va a dejar ni a abandonar”.
Una vez que entras en dicha proclamación, empiezas a orar de una manera diferente. Al igual que David oró: “Tú eres mi refugio; me guardarás de la angustia; con cánticos de liberación me rodearás” (Salmo 32:7).