QUE TUS ALABANZAS ASCIENDAN AL CIELO
En Segunda de Crónicas 20 leemos que el rey Josafat recibió un mensaje atemorizante: “Contra ti viene una gran multitud del otro lado del mar, y de Siria… Entonces él tuvo temor; y Josafat humilló su rostro para consultar a Jehová, e hizo pregonar ayuno a todo Judá” (2 Crónicas 20:2-3).
Aterrorizado, el rey de Israel, Josafat, convocó a una gran reunión de oración: “Y se reunieron los de Judá para pedir socorro a Jehová” (20:4). A medida que la gente se congregaba para buscar a Dios, Josafat oró: “[Señor], no sabemos qué hacer, y a ti volvemos nuestros ojos” (20:12).
Esta fue, quizá, la hora más oscura de Israel. Estaban enfrentando la aniquilación, sin manera de detener al enemigo invasor. ¿Cuál fue la respuesta de Dios a Su pueblo en aquella hora?: “No temáis ni os amedrentéis delante de esta multitud tan grande, porque no es vuestra la guerra, sino de Dios” (2 Crónicas 20:15).
Cuando el pueblo escuchó esta palabra, algo se movió dentro de ellos. Ellos habían oído una palabra del Señor. Ahora, durante su hora más oscura, la fe se levantó en sus corazones; y ellos empezaron a alabar (2 Crónicas 20:18-19).
El Espíritu del Señor apareció en medio de la congregación. Y mientras las alabanzas del pueblo ascendían al cielo, el Señor mandó a un poderoso ángel a emboscar al enemigo que se acercaba. ¡Imagínate cómo un ángel de Dios mató aquel ejército entero!
En un solo y súbito momento, la victoria fue de ellos. Lo que para el pueblo de Dios parecía una hora oscura, se convirtió en la hora de liberación de Dios.