RECONOCIENDO A JESÚS EN LA TORMENTA
Jesús puso a sus discípulos en un bote que se dirigía a una colisión. La Biblia dice: “Jesús hizo a sus discípulos entrar en la barca” (Mateo 14:22), que se dirigía a aguas turbulentas. Iba a ser sacudido como un corcho y Jesús siempre lo supo.
¿Dónde estaba Jesús? Arriba en las montañas supervisando el mar, orando por los discípulos para que pasen la prueba, que él sabía que debían atravesar. El viaje en barco, la tormenta, las olas, los vientos fueron parte de una prueba que el Padre había planeado. Los discípulos estaban a punto de aprender la mayor lección que jamás aprenderían: cómo reconocer a Jesús en la tormenta.
Hasta este punto, ellos reconocían a Jesús como el hacedor de milagros, el Hombre que convirtió los panes y los peces en comida milagrosa. Ellos lo reconocían como amigo de pecadores y proveedor de sus necesidades. Incluso lo reconocían como el Hijo de Dios y aquél que les enseñaba a orar, a perdonar, a atar y desatar. Pero aquellos que pensaban que realmente conocían mejor a Jesús no lo reconocieron cuando vino la tormenta.
Esa es la raíz de muchos problemas hoy. Confiamos en Jesús para los milagros, le creemos para nuestra salvación; y lo buscamos para que supla nuestras necesidades, pero cuando parece que todo se está desmoronando, nunca estamos del todo seguros de que él esté cerca.
“Ya la barca estaba en medio del mar, azotada por las olas; porque el viento era contrario. Mas a la cuarta vigilia de la noche, Jesús vino a ellos andando sobre el mar. Y los discípulos, viéndole andar sobre el mar, se turbaron, diciendo: ¡Un fantasma! Y dieron voces de miedo” (Mateo 14:24-26). Aquí está el peligro que todos enfrentamos: no poder ver a Jesús en nuestros problemas.
Jesús siempre se acerca a nosotros para revelarse como el Salvador en las tormentas. Él quiere que confíes en él en cada tormenta de tu vida. ¡De eso se trata la presencia de Jesús!