Recuperación de Nuestros Fracasos
En algún momento de nuestro caminar cristiano, cruzamos lo que podría llamarse la "línea de la obediencia". Es entonces cuando alguien determina en su corazón ir hasta el final con el Señor. Cuando se da cuenta de que nada en este mundo puede detenerlo y decide obedecer la Palabra de Dios en todos los sentidos y a toda costa.
Cuando entras en una vida de obediencia y dependencia de Cristo con la determinación de no volver jamás, se activa toda alarma en el infierno. ¿Por qué? Porque te has convertido en una amenaza para el reino de las tinieblas. Cuando tú decidiste darlo todo al Señor, comenzaste a hacer olas en el mundo invisible. Ese es precisamente el momento en que te convertiste en el objetivo principal del enemigo.
Estamos familiarizados con Pedro y su proceso de zarandeo. Pedro pensó que era lo suficientemente fuerte espiritualmente para morir por Cristo. No se dio cuenta de ninguna debilidad evidente en sí mismo e hizo algunas declaraciones fuertes después de que el Señor le dijo que Satanás quería zarandearlo como a trigo (ver Lucas 22:31).
“Señor, dispuesto estoy a ir contigo no sólo a la cárcel, sino también a la muerte” (Lucas 22:33). Durante tres años, Pedro había estado echando fuera demonios y sanando a los enfermos; y eso no era nada comparado con las obras más grandes que Dios había planeado para él y los otros discípulos. Satanás escuchó y supo lo que Dios había planeado para Pedro y tembló. Satanás siempre va tras el árbol con mayor potencial para dar fruto y el diablo sabía que Pedro fue apartado para dar mucho fruto.
Después de haber derribado a Judas, Satanás ahora pensó que veía una medida de corrupción en Pedro sobre la que podía construir para hacer que la fe de Pedro fracasara. Nuestra fe es el objetivo principal de Satanás y en el lapso de unas pocas horas, el diablo trajo circunstancias a la vida de Pedro que pusieron a prueba su fe y amor por Jesús.
Hoy, debido a la cruz de Jesucristo, podemos decirle a Satanás: “Es posible que hayas obtenido permiso para zarandearme, diablo, y puedes intentar derribar mi fe. Pero debes saber que Jesús está orando por mí” (ver Juan 17:9).
Amado, si has fallado o contristado al Señor, corre a sus brazos y recuerda que él está orando por ti. ¡Eres del Señor, así que descansa en su amor incondicional!