RENDICIÓN: DEVOLVIÉNDOLE A JESÚS
Rendición. En términos literales, rendirse significa entregar algo a otra persona. También significa renunciar a algo otorgado a ti: tus posesiones, tu poder, tus metas, incluso tu vida.
Los cristianos escuchan mucho acerca de la vida entregada, pero ¿qué significa realmente? La vida entregada es el acto de devolverle a Jesús la vida que él te concedió. Es renunciar totalmente a tu vida, poniéndola en sus manos para que él haga contigo lo que le plazca.
Jesús mismo vivió una vida entregada: “Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió” (Juan 6:38). Cristo nunca hizo nada por su cuenta; no hizo ningún movimiento y no habló palabra alguna sin ser instruido por el Padre. “Nada hago por mí mismo, sino que según me enseñó el Padre, así hablo. Porque el que me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que le agrada” (Juan 8:28-29).
La entrega total de Jesús al Padre es un ejemplo de cómo todos debemos vivir. Puedes decir: “Jesús era Dios en carne; su vida fue entregada incluso antes de que él viniera a la tierra”. Pero la vida entregada no se impone a nadie, incluyendo a Jesús.
Nadie está obligado a entregar su vida a Dios. La verdad es que podemos tener tanto de Cristo como queramos. El apóstol Pablo sabía esto y eligió seguir el ejemplo de Jesús, de una vida completamente rendida. En el pasado, él fue un perseguidor de cristianos, que aborrecía a Jesús y estaba lleno de justicia propia; literalmente él dijo que odiaba a los seguidores de Cristo. Él había sido bien educado, era un hombre de gran voluntad y ambición, que se dirigía al éxito. Sin embargo, el Señor tomó a este hombre independiente, auto determinado, auto dirigido; y lo convirtió en un brillante ejemplo de la vida entregada. Pablo se convirtió en una de las personas más dependientes de Dios, llenas de Dios y guiadas por Dios en toda la historia.
Pablo declaró que su vida era un patrón para todos los que desean vivir completamente rendidos a Cristo: “Por esto fui recibido a misericordia, para que Jesucristo mostrase en mí el primero toda su clemencia, para ejemplo de los que habrían de creer en él para vida eterna” (1 Timoteo 1:16).